Alí se dejó caer en uno de los pocos asientos del helicóptero. Me invitó a sentarme justo frente a él, de modo que nuestras rodillas chocaran.
—Nunca estás a salvo. Puedes caerte por las escaleras y abrirte la crisma —ejemplificó, abrochándose el cinturón—, y eso habría tenido tan poco glamour que seguro que, si pudieras cambiar el motivo de la muerte, habrías preferido que el helicóptero se estrellara.
—Claro, porque matarte de una caída es demasiado middle-class. Ya que nos podemos caer, nos caemos de un helicóptero. ¡Y por un desafortunado choque con el Chrysler! ¡Y mejor si aterrizamos en un crucero de lujo!
Alí soltó una carcajada que podría haber cambiado la dirección del viento.
—Eres jodidamente divertida, no sé si alguien te lo ha dicho alguna vez.
No. Nadie. Por eso me ruboricé hasta las puntas de las orejas. Por eso y porque había sonado sincero. No estaba acostumbrada a que me hicieran cumplidos de ese tipo, así que me desembaracé de él siendo más brusca de lo debido.
—Por muchos halagos que me dediques, no se me va a olvidar que has vuelto a despilfarrar para impresionarme.
Alí esbozó una sonrisa apaciguadora.
—Esta no es la cita, Jazz. Puedes relajar a la revolucionaria anticapitalista que sorprendentemente hay dentro de ti. Esto es solo la manera de llegar a la cita.
—Entonces mi deducción queda descartada: la cena no va a consistir en las galletas saladas que saques de algún cajón —miré alrededor—, si es que esto tiene cajones.
—Algo debe haber por aquí, no lo sé. El bicho no es mío, solo lo he alquilado, y conduce un amigo mío, Abu. —Señaló al tipo al volante, un tipo de pelo castaño que vestía un gracioso chaleco de valet—. Dime, ¿el alquiler en lugar de la adquisición de un helicóptero es lo suficientemente middle-class para que dejes de mirarme como si fuera un despilfarrador?
Me alegró saber que no había comprado un helicóptero para la ocasión, cosa que no me habría sorprendido viniendo de algunos sujetos desesperados por un poco de afecto.
—Alquilado o no, lo has elegido como desplazamiento para abrumarme con tu fortuna. Confiésalo —le presioné, no tan ofendida como me esforzaba por aparentar.
Alí rodeó el respaldo del asiento con el brazo, adoptando una postura desenfadada.
—Lo he elegido con la esperanza de que te diera miedo. Así podría abrazarte antes de tiempo. Llego a saber que te gustan los pasatiempos modestos y elijo una película de terror, que sirve para el mismo propósito.
—Esto se parece mucho a una película de terror. Arriesgar mi vida me hace un nudo en el estómago, y no suelo abrazar a los que tienen la culpa de que me ponga a sudar.
—No solo cumples las órdenes de tu padre, sino que te crees de verdad que todo es peligroso.
—Lo único peligroso será volver al hotel y no tener una buena excusa para negar que he pasado la noche en el cielo. Mi padre es muy asustadizo y tiene motivos para creer que podría morirme en cualquier momento, así que no quiero ponerlo de los nervios. —Hice una pausa para concretar, a mi pesar—: No demasiado.
—Es por tu madre, ¿no?
El helicóptero arrancaba, pero no me di cuenta de que subíamos porque su mirada oscura me atrapó y sus dedos juguetones empezaron a recorrer el estampado felino de mi vestido. Las caricias eran una distracción para que no me tomara a pecho la mención sin anestesia de mi madre, y, quizá, para que no fuera consciente de que despegábamos.

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Soy un premio; GÁNATELO. Un retelling de Aladdín
Ficción General¿Cuál es el precio de la belleza, la fama y la riqueza? Parece que Jasmine Ajdid tiene cuanto podría desear: acapara las portadas de las mejores revistas de moda, el Upper East Side se arrodilla ante ella y heredará la fortuna en acciones del gran h...