CAPÍTULO 8

479 116 25
                                    

—¿Y dejó que te fueras en el taxi?

—Ajá. Pásame las medias. —Levanté la mano detrás del biombo y esperé con paciencia a que Rajah, de pie al otro lado, las encontrara entre el montón de prendas que había esparcido por el dormitorio.

—Jodido irresponsable —mascullaba de mal humor—. Si llego a saber que no iba a tenerte vigilada, no me tomo el día libre.

—Me subí en un taxi, no en el tráiler de Charlie Sheen. Te aseguro que no hubo sustancias psicotrópicas involucradas.

—Me importa una mierda. Se supone que tienes escolta para algo.

—¿Aparte de para que me pase la falda? —Moví los dedos por encima del biombo hasta que me la entregó—. También tengo chófer particular, pero que no lo use por un día no cuenta como cuernos. ¿O sí?

—No tiene gracia, Jasmine.

—Solo un poco.

—Tendría que haber ido detrás de ti.

—¿Para suplicar mi perdón?

—Y para que no se lo dieras.

—Eso, sin duda, me habría encantado.

Me deshice del camisón y me calcé las medias sin molestarme en consultar el reloj.

Llegar tarde formaba parte de mis encantos.

Entre los numerosos eventos de alto standing a los que había sido invitada, había seleccionado —porque no podía aparecer en todos a riesgo de que se dijera que no tenía criterio— un desayuno de prueba en Greenwich Village. Adelaida Buckminster había reservado la Petite Boucherie paralela a la Sexta Avenida para probar todos los posibles tentempiés que podría servir en su maravilloso brunch invernal. Solo unos pocos privilegiados estaban invitados a elegir el cáterin del ansiado evento.

Adelaida Buckminster era una estúpida, por supuesto. Yo iba solo porque servían mis lemon cupcakes preferidos.

—Yo sé por qué odio a Ja'far, pero ¿por qué lo odias tú, aparte de porque me dejara marchar en taxi y, por lo visto, seas un chico Uber?

—No lo odio por las mismas razones que tú, eso tenlo claro. De hecho, tú crees que se toma demasiado en serio su trabajo de escolta suplente y a mí me parece que solo te pone en peligro. También te pone a secas, y eso también es peligroso, pero...

Asomé la cabeza por un lado del biombo.

—No me pone a secas.

—Seca no, pero mojada sí.

Lo fulminé con la mirada.

—Solo te voy a conceder algo: me siento más cómoda y protegida contigo. Con él es como si volviera a tener diecisiete años. Sujetador —exigí, volviendo a levantar la mano.

Rajah tardó unos segundos de más en acercármelo, y enseguida supe por qué.

—Tu sujetador y tus bragas combinan. ¿Con quién pretendes acostarte?

—¿He dicho que me siento más cómoda contigo? Lo retiro. No te hagas el depredador sexual con tu jefa, Rajah.

—Mi jefe es tu padre. Pero ya sabes que no me importaría hacerme el depredador con él.

—Eres asqueroso.

—De todos modos, te he preguntado con quién pretendes acostarte, no te he pedido que lo hagas conmigo... todavía. Y, cielo, no necesitas volver a tener diecisiete años para comportarte como si así fuera.

Soy un premio; GÁNATELO. Un retelling de AladdínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora