CAPÍTULO 23

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En cuanto me levanté a la mañana siguiente, me ceñí el batín de satén a la cintura y me acerqué con aprensión a la papelera del dormitorio. Solo la vaciaban cuando estaba hasta los topes o había echado algún tipo de cáscara o alimento que pudiera pudrirse, por lo que el regalo que Ja'far me había traído de Los Ángeles seguía allí.

El pequeño reloj de arena se reía de mí desde el fondo de la papelera, y por una vez me alegré de que alguien me llevara la contraria, porque eso era justo lo que necesitaba para tomar mi decisión.

Me senté en el borde de la cama con el reloj entre las manos y le di varias vueltas, pensando en los sabios y a veces supersticiosos consejos que me había regalado mi madre. Traje a mi mente el gesto esperanzado de Alí al mirarme desde el asiento del copiloto y luego pensé en la rebeldía y a la vez resignación con la que Ja'far aceptaba mis besos.

Existía una gran diferencia entre los dos, una lo suficientemente importante para sacarme de la cabeza la ridícula idea de que tenía que elegir. Alí quería un futuro conmigo y Ja'far no solo no me había prometido nada, sino que se había resistido de forma expresa a que algo sucediera entre nosotros. Pero como Rajah me decía a veces con toda la razón del mundo, yo no era buena perdedora. Se me habían negado muy pocos caprichos en mis últimos veintiún años, y no quería que Ja'far fuera el primer deseo que se me arrebataba.

No sin haber presentado batalla.

El sonido de la puerta me alertó de que había alguien entrando. Supuse que era mi padre, así que continué con la vista fija en el reloj, sabiendo que no me atrevería a darle la vuelta y decidir si mandar a Ja'far al infierno en apenas un minuto. No me fiaba tanto de mi instinto.

—Si todavía no estás vestida debe ser porque no has visto mi mensaje.

Di un respingo al oír la voz de Rajah muy cerca de mi oído. Se había posicionado frente a mí con los brazos cruzados y me observaba con gesto burlón.

Todavía apretándome la mano contra el pecho, le espeté:

—¡Qué susto, joder! ¿Qué haces tú aquí?

—Confirmado: no has visto mi mensaje. ¿O es que me has bloqueado? —Sacó el móvil de sus vaqueros desteñidos y enarcó una ceja antes de mostrarme el chat de nuestra conversación—. Me has bloqueado, ¿verdad?

Es posible que lo hiciera en un arrebato de odio a todo el mundo. A todo el mundo que me dejaba en cuanto vencía su contrato, al menos.

—Tonterías. Debe ser un fallo de iMessage. ¿Para qué has venido? ¿Te has dejado algo en mi dormitorio?

—Si me hubiera dejado algo en tu dormitorio, a ver quién era el listo que se lo decía a tu padre. No creo que reaccionara muy bien si supiera que me olvido cosas entre tus sábanas. Y hablando de sábanas... —Agarró la colcha arrugada sobre la que había estado sentada y la sacudió para obligarme a ponerme en pie. Le gruñí de nuevo, aunque mucho más confusa que molesta por su enérgica bienvenida—. Tenemos que ir a buscarte un disfraz para la fiesta de esta noche.

—¿Cómo? ¿Qué fiesta de esta noche?

—Mis amigos y yo vamos a celebrar una fiesta temática de diosas del destape e iconos de la belleza en Industry Bar.

—Y has pensado que yo, como icono de belleza, debía estar presente.

Rajah me miró de arriba abajo.

—Sí, porque por desgracia sueles ir de todo menos destapada. —Me ruboricé, cosa que ignoró dándose la vuelta y dirigiéndose a mi armario con la misma seguridad que un personal shopper.

—¿Lo de hacerme cumplidos subiditos de tono viene con lo de no ser ya mi empleado?

Apenas sacó un vestido del armario y lo sacudió para valorarlo, me guiñó un ojo.

Soy un premio; GÁNATELO. Un retelling de AladdínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora