C5

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A la mañana siguiente sentía un infierno. Cómo si estuviera dentro de un microondas sin oportunidad de escapar. Jadeo entre sueños, haciendo muecas por el calor, ¿y cómo no? Eran las siete de la mañana y el sol se colaba por su ventana como si fuera bien recibido, lo cual no era así. La piel le ardía, se sentía pegajoso por el sudor y todo húmedo. Podría llorar si no estuviera aún durmiendo, sin ser realmente consciente de que el sol de la mañana le pegaba de lleno.

Quien sí estaba muy consciente era su compañero. Había decidido no salir a correr, y aún así este se había levantado por las quejas constantes, escuchar los jadeos de sufrimiento no era un buen sonido tan temprano por la mañana. Apretó los dientes al escuchar otro gemido entrecortado y luego como se revolvía en la cama. Giró sobre sí mismo para verlo e imaginarse extrangulandolo de formas muy dolorosas. Pero la imagen que se encontró no era exactamente...provocadora para un homicidio.

El cabello verde estaba pegado totalmente a su frente, ya estaba algo largo así que las patillas se le curvaban sobre las mejillas; las pecas estaban totalmente rojas porque la piel de Izuku no era de las que se bronceaban sino de las que se irritaba poniéndose al rojo vivo; podía ver toda su ropa pegada en su cuerpo por el sudor y la piel que quedaba a la vista estaba brillosa. Tragó duro. Inevitablemente su mirada bajó hasta el bulto grueso que se veía sobresaliente entre sus piernas. Estaba bien marcado, se veía clarísimo por la falta de bóxers. La respiración se le atoro en la garganta.

Con prisa se levantó de su cama, se dió una ducha bien fría y luego salió de la habitación azotando la puerta.

Izuku despertó a los minutos. No por el golpe, sino por el intenso ardor que se instaló en su espalda. Rodó por la cama hasta que cayó al suelo y suspiró con placer por el frío piso aliviando su piel, incluso se quedó ahí tirado alrededor de veinte minutos hasta que le dolieron los huesos por la incómoda posición. Se sentó en su lugar para estirarse y arrugó el entrecejo al analizar lo mal que había dormido, era un martirio realmente, jamás había descansado tan pésimo. Iba a levantar una queja sobre esa habitación, ¿por qué no había cortinas aunque sea?

Volteo a ver la cama vacía e indeciso se levantó. Quería acostarse cómodamente un rato, ¿Katsuki se enojaría si se echaba en su cama un poco?

Resoplo. Vaya pregunta estúpida. Por supuesto que se enojaría, lo echaría a golpes incluso de la habitación. Oh, ahora que lo notaba, Katsuki no estaba en la habitación.

—. ¿Kacchan? — Pregunto solo para confirmar.

Se sentía derrotado. Ni siquiera había empezado su plan para hacerse amigos y el rubio ya le había dejado en claro que lo quería a diez mil metros lejos de él. Se llevaban mil veces mejor pero Katsuki seguía alejándose por alguna extraña razón.

—. Le diré que subamos la montaña — Decidió, determinado.

Corrió fuera de la cabaña para agarrar sus bóxers que esperaba ahora estuvieran secos, sería imposible que no lo estuvieran porque el sol era de otro mundo. Cuando los tocó, estaban hasta tiesos. Hizo una mueca, tenía que conseguir ropa interior de verdad.

—. Deku-kun — Una voz dulce a su espalda hizo que se tensara por completo.

Ay no.

—. O-Ochaco-san — Balbuceó, sin voltearse.

El short era delgado y el sol no ayudaba para nada a esconder su situación, ¡se le veía todo! ¡Santo cielo, moriría de vergüenza si Uraraka llegaba a darse cuenta!

—. ¿Todo bien? — Preguntó ella extrañada porque no se volteó. Era algo grosero darle la espalda mientras hablaban.

—. Todo perfecto, ¿qué pasa? — Dijo aún sin voltearse, envolviendo su prenda en su enorme mano para esconderla.

El campamento - KatsuDekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora