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"Por mi parte, no sé nada con certeza, pero la vista de las estrellas me hace soñar"               Vincent Van Gogh


TAEHYUNG

Regresar a Daegu no era en absoluto lo que yo había querido. Odiaba el pueblo y a la gente que vivía en él, con sus miradas insidiosas y acusadoras y su doble moral, y sobre todo odiaba tener que estar en esa casa. Pero era todo lo que tenía, al menos por ahora. Mientras no cumpliera los dieciocho continuaba bajo la custodia de mi madre y debía reincorporarme a las clases en el colegio.

Giré la cabeza hacia la ventana en cuanto una luz se encendió en la casa de al lado, la del dormitorio de Lisa... Mi mejor amiga, hasta que todo se había ido a la mierda y me habían arrastrado fuera de un lugar al que ahora me había resistido a volver.

Lisa... Esa mañana en el colegio, después de haberme quedado dormido y llegar tarde, me habían entregado mi horario en administración, además de mi primer apercibimiento por un retraso que no tenía manera de justificar. Solo había llegado a tiempo a las dos últimas clases y la primera de ellas la había pasado más dormido que despierto. Pero en Español... Ella estaba allí, lo había sabido incluso antes de entrar en el aula. Lisa Manoban. Casi dos años sin verla y mis ojos apenas habían tardado unos segundos en localizarla entre el mar de caras que me observaban desde sus pupitres. Su sorpresa al volver a verme había quedado patente en un rostro que yo conocía demasiado bien, no importaba los meses que hubiera pasado alejado de aquel sitio. Ella había sido una constante en mi vida desde que era un niño, lo único constante en realidad, y también mi apoyo. Era muy consciente de que su presencia no iba a ayudar en nada a que el tiempo pasara más rápido.

Una sombra cruzó frente a la ventana y me erguí un poco sobre la cama para observar la figura oscura que se dibujaba sobre la cortina. No había nada que tapara esa ventana en el pasado, pero ahora su habitación quedaba a salvo de miradas curiosas —de mi mirada— gracias a la tela blanca que la cubría.

Aparté la vista cuando llamaron a la puerta. En casa ya solo estábamos mi madre y yo, así que era obvio que se trataba de ella. Gruñí un "pasa" y se asomó a través del umbral. Si le sorprendió que estuviera a oscuras, no dijo nada.

—La cena estará lista enseguida.

Arqueé las cejas. Eso sí que resultaba sorprendente; ni siquiera sabía que supiera cocinar. Me miró con expresión culpable y se mordió el labio inferior, lo que la hizo parecer aún más joven de lo que ya lucía. Era bajita, mucho más que Baekhyun, mi hermano... No quería pensar en él, así que lo aparté de mi mente antes de replicar. 

—No tengo hambre. —Ella pareció dudar. Decidí ponérselo fácil— Que haya vuelto no significa que tengas que ocuparte de mí, mamá. —La última palabra me quemó en la lengua, pero me obligué a decirla; mi voz rebosante de sarcasmo — Sé arreglarmelas solo.

Solo. Eso era lo que quería, estar solo.

—Dejaré tu parte por si luego quieres... —Su voz se fue apagando.

—Cierra la puerta cuando salgas.

La invitación a largarse surtió efecto y, tras una última mirada, se marchó. El clic de la puerta al cerrarse explotó en mi mente como si se tratase de un cañonazo. Iba a volverme loco allí dentro.

Apenas tardé un segundo en ponerme una camiseta y tomar las llaves y el celular. Un minuto más tarde ya estaba en la calle respirando hondo en un intento de llenar mis pulmones. Eché un vistazo a la casa vecina. Solo había encendida una luz en el porche y la de la habitación de Lisa, su madre debía de estar aún trabajando.

Por un momento, mis pies se movieron por sí solos y avancé unos pocos pasos hasta entrar en el jardín de los Manoban. Sin embargo, no tardé en girarme hacia la calle y encaminarme hacia allí. El coche de mi madre estaba aparcado junto a la acera, pero no pensaba tomarlo a pesar de que posiblemente ni se daría cuenta si lo hiciera.

Llevaba puestos tenis de vestir, así que me limité  a correr calle arriba. En cuanto empecé a trotar supe que era muy probable que no hubiera pueblo suficiente para que una carrera consiguiera aligerar mis pensamientos, y mucho menos para que mi deseo de llamar a la puerta de Lisa disminuyera. Pero podía intentarlo, correría de todas formas hasta que el ejercicio me dejara demasiado exhausto para pensar o para desear nada.

 Pero podía intentarlo, correría de todas formas hasta que el ejercicio me dejara demasiado exhausto para pensar o para desear nada

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Bajo el mismo cielo| TaeliceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora