4. Diente de león

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— Mmm...linda~ te metiste en problemas~

— Si me meto en problemas o no es algo que no te incumbe, Hisoka — sentenció Eve repasando toda la información que tenía sobre aquel hombre y que le había ofrecido el payaso.

—Awwww~ eres tan cruel conmigo, Evie-chaaaan~ y yo que soy amable contigo~ hasta te traje la información que me pediste~ — murmuró este con un tono burlesco, mientras que la pelirrosa rodó los ojos, ¿por qué había acudido a él en primer lugar, sabiendo que Mei podría haberlo hecho por ella incluso más eficaz que Hisoka? Ni ella misma sabría responder, suponía que de vez en cuando añoraba la presencia del hombre que la estuvo acompañando durante varios años de su vida y con el que había mantenido un estrecho vínculo. Aunque cabe decir que ese vínculo seguía presente entre ambos, aún si apenas se veían el uno al otro.

— Hisoka— habló esta con tono firme — te estoy agradecida por la ayuda que me ofreces. —el hombre sonrió más ante sus palabras— Sin embargo, no esperes más de mi, ya te he ayudado muchas más veces de las que tú me has ayudado a mi, así que...

— Oh, cariño, ¿en serio pensabas que yo era tan tonto como para no acordarme de lo mucho que me ayudaste?~Eres tan crédula e inocente~ — le interrumpió Hisoka con su tan lascivo tono, y era algo que no podía evitar, mucho menos en presencia de tal prodigio del Nen como lo era Eve. Ella podía parecer un tierno algodón de azúcar andante que endulza la vida de cualquier criatura, por muy pequeña e insignificante que sea (cosa que ya hace), pero si lo quisiera, también podría acabar con todo aquel que se interponga en su camino con su mente privilegiada, serena y frívola y su poder fuera de lo común. Sin embargo, sabía de su condición personal y, aunque no lo pareciese, debajo de esa apariencia mortal y letal, Hisoka tenía un pequeño corazoncito que mostraba con los individuos que eran más cercanos a él. Esos individuos los podía contar con los dedos de una sola mano y todavía le sobrarían, siendo que Eve era uno de ellos.

— No lo soy— musitó la pelirrosa, para después relamerse los labios, satisfecha por todos los datos que tenía ante sus ojos.

— Oh~ lo eres, linda~ De hecho, tendrías que ver la hermosa expresión que pones cada vez que ves algo que amas~ pareces un niño con miles de caramelos ante sus ojos~— la de orbes verdes casi se ríe ante la absurda comparación, aunque tal vez no estaba tan alejado de la realidad. — Me pregunto si tendrás esa misma expresión en la cama~ — y ahí estaba su lado más obsceno, ese que solía aparecer cuando ellos dos estaban a solas, y la señal de Eve para dejar de conversar con él.

— Nos vemos otro día, Hisoka, y no te olvides de cerrar la puerta cuando salgas de la floristería— Eve se levantó de la silla en la que estaba, caminando hacia la puerta para que Hisoka no viese el fuerte sonrojo que cubría sus mejillas.

Al dar unos pasos fuera del establecimiento, ella se desvaneció, haciendo suspirar a Hisoka.

— Siempre haces lo mismo, Evie-chan.

— Siempre haces lo mismo, Evie-chan

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Regalándole 𝑓𝑙𝑜𝑟𝑒𝑠 al 𝔇𝔦𝔞𝔟𝔩𝔬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora