9. Astromelia

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En un remoto parque de astromelias a las afueras de Yorkshin, cierta muchacha de cabellos negros y ojos color amatista esperaba pacientemente bajo el cielo cubierto de nubes grises, dándole un toque nóstalgico al lugar en el que se hallaba.

Y no era para menos, pues fue precisamente en ese parque en donde había conocido a la luz de su vida, Evelyn Rossi. Su única y verdadera amiga, eso era lo que significaba ese lugar para ella.

—Va a comenzar a llover...—murmuró para sí Mei, extendiendo su mano hacia delante para ver cómo las tímidas gotas de lluvia empezaban a caer del cielo, algunas de esas perlas transparentes habían caído sobre su mano, verificando lo que anteriormente había dicho—Espero que traiga un paraguas...—murmuró de nuevo, aunque, pensándolo mejor, su amiga era demasiado despistada. No podía enumerar las veces que Mei le dijo a la pelirrosa que no andase bajo la lluvia, y la respuesta de esta era siempre la misma.

—"Jeje~ No puedo evitarlo, me encanta mojarme y caminar bajo la lluvia, es tan tranquilizante como tenerte a mi lado y logra despejar mi mente de los malos momentos"—eso era lo que siempre respondía, lo que inevitablemente reconfortaba el corazón de Mei.

Nadie se sentía cómoda a su lado. Nadie se sentía con la libertad de hablar con ella sobre temas variados. Nadie consideraba ser su amiga, y todo por el infame apellido que llevaba consigo desde que había sido adoptada. Todos la temían por igual, para la gente que la rodeaba, Mei era una asesina letal, era como la Muerte misma, y todos los seres humanos con un poco de cabeza huyen de la Muerte.

Excepto ella. Ella le plantó cara a la Muerte y la trató como una persona más, porque ella sabía que incluso la Muerte tiene sentimientos, los cuales están enterrados por querer seguir siendo temida.

Ella le tendió la mano, y Mei la aceptó. Ella podría estar caminando descalza por un camino lleno de espinas y cristales rotos, pero jamás soltaría su mano, y jamás borraría la sonrisa en su rostro. Así de especial era Eve.

Una vez Mei le preguntó por qué actuaba de esa manera con todo el mundo. Ella sonrió y le respondió:

—"Es porque la gente está acostumbrada a ver a otras personas como muy buenas o muy malas. Se limitan a ver en blanco y negro, y no se fijan en que en toda maldad tiene una pizca de bondad y toda la bondad  tiene una pizca de maldad. Si no, ¿por qué existirían tantas tonalidades de blancos y negros? Cada persona puede tener una y un millón de tonalidades en su interior al mismo tiempo, es por eso que yo me limito a tratarlos a todos como iguales. Y es por eso que soy feliz, porque puedo apreciar esos colores. Mei, el tuyo es un hermoso púrpura, reservada pero dulce en lo más hondo en tu corazón. Es por eso que yo estoy más que contenta por conocerte."

Mei no pudo evitar sonreír ante ese recuerdo. Si hablamos de colores...

—Eve, el tuyo es un dulce y cálido color blanco, aunque no seas capaz de apreciarlo.

—¿Que soy un qué?—una dulce voz habló tras de sí, sobresaltando a la de cabellos azabaches.

—¡E-Evie!—la fémina se giró para ver a su amiga completamente empapada—¡Por Dios, mujer, ya te dije miles de veces que no andases bajo la lluvia sin un paraguas!—exclamó esta, preocupada por la salud de Eve. Ella, en cambio, se rio.—¡No te rías, que no tiene ni pizca de gracia!

—¡L-lo siento, p-pero es que...JAJAJAJAJA!—la pelirroja se carcajeó, agarrándose su estómago el cual ya dolía de tanta risa.

—Si si si, tú ríete, que mañana no seré yo la que te cuide—resopló la de orbes azabaches, cruzándose de brazos.

—Está bien, llamaré a Hisoka—respondió Eve, encogiéndose de hombros tras parar de reírse. Esa respuesta exasperó a Mei, quien se llevó las manos a la cabeza, como si su amiga hubiera dicho una barbaridad.

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⏰ Última actualización: Apr 23, 2023 ⏰

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Regalándole 𝑓𝑙𝑜𝑟𝑒𝑠 al 𝔇𝔦𝔞𝔟𝔩𝔬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora