2. Flor de porcelana

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— ¡Buenos días a todos!— Eve saludó con dulzura a la gente que la esperaba impacientemente junto a la puerta. La gran mayoría eran personas ancianas que siempre iban a la floristería y jóvenes enamorados que buscaban flores para jurar su amor el cual no duraba ni 2 telediarios.

— ¡Buenos días, Eve-chan!— la mayor parte de ellos contestaron, familiarizados con el entusiasmo de la pelirrosa. Aka saltaba a su alrededor al mismo tiempo, queriendo que ella abriese la puerta para entrar en su sitio favorito.

Eve se rió y abrió la puerta con aquella llave de tono dorado que colgaba de su cuello. Un olor dulce y delicado emanaba del edificio, el cual encantaba a los clientes y todo aquel que estuviese alrededor de la zona. Para los residentes, esa pequeña tiendita era un pedacito de Cielo en el Infierno que es Yorkshin, y su dueña era considerada por muchos como un pequeño angelito.

El negocio con ella fluía de maravilla, siempre estaba atenta a lo que pedían los clientes e incluso escuchaba las historias de la juventud de los más ancianos. Además de que tenía un talento natural para escoger flores y hacer centros de mesa que resplandecían a simple vista.

Y así fue un día más, el ajetreo se escuchaba desde fuera de la tienda, mientras que dentro, Eve se movía con rapidez entre la numerosa cantidad de flores que poseía. Ese día, lo más popular entre los jóvenes habían sido las rosas rojas y los tulipanes rojos, símbolo de amor apasionado, aunque los más ancianos escogían otros tipos de flores, como lirios o crisantemos.

A las 18:00 ya no había nadie en la floristería, salvo Evelyn y Aka. El pequeño perrito jugaba con un juguetito que siempre tenía allí, mientras que Eve estaba haciendo recuento de las flores que tenía y de las que había vendido, pensando a la vez en que el joven que había conocido en el parque no había aparecido en todo el día. Ella suspiró, no era la primera vez que le pasaba eso con una persona con la que había interactuado e invitado a su floristería, pero no podía mentir, le había llamado bastante la atención ese hombre de cabello azabache y mirada perdida. No en el sentido amoroso, sino que Eve era alguien muy curiosa y extrovertida. Le encantaba conocer gente nueva, de esa manera había conocido también a su mejor amiga, Mei.

Estaba tan ensimismada que no oyó la puerta abrirse, señal de que un cliente había entrado, y no fue hasta que este carraspeó que Eve se dio la vuelta, encontrándose con el protagonista de sus pensamientos.

— ¡Oh, señor Lucilfer!— sus ojos brillaron como luceros al ver al hombre en frente de ella. Luceros que Chrollo podría admirar todos los días de su vida.

— Hola de nuevo, señorita Rossi— Chrollo le respondió con una leve sonrisa, encantado de verla tan animada gracias a él

—¡Por un momento pensé que no vendría!— la pelirrosa hizo un pequeño puchero, por lo que Chrollo se rió levemente

— Lo siento mucho, no me di cuenta de la hora que era hasta que miré el reloj, pero lo normal es que no rechace las invitaciones de gente como usted— el de pelo azabache se inclinó sobre el mostrador, lo suficiente como para apoyar su brazo en él y tener el rostro brillante de Eve a centímetros del suyo.

— ¿Gente como yo? ¿A qué se refiere?— Eve inclinó la cabeza hacia un lado, curiosa.

— Gente que me parece interesante y que me apetece conocer— Chrollo respondió sin cortarse ni un pelo, mientras que Eve abrió los ojos como platos, no se esperaba para nada ese tipo de comentario por parte de él. Chrollo, por su parte, inspeccionó el espacio que lo rodeaba. Miles de flores de todo tipo de tamaños, colores, formas y aromas decoraban la estancia con alegría, llenándola de vida al completo. Chrollo sonrió levemente, no estaba sorprendido de ver tanta flor junta, después de todo, el ambiente combinaba muy bien con la pequeña ante sus ojos. Después volvió a mirar a Eve, quien lo observaba con curiosidad pero sin dejar de sonreír— Tiene una floristería muy bonita, señorita, hay algunas flores que ni siquiera reconozco— admitió, mientras que Eve aumentó su sonrisa, complacida

Regalándole 𝑓𝑙𝑜𝑟𝑒𝑠 al 𝔇𝔦𝔞𝔟𝔩𝔬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora