EL CASTAÑO

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CAPÍTULO XVI
IAN

No se realmente lo que pretendo con venir aquí, solo salí de casa y dejé que mis pies me guiaran.

Y allí estaba, en el portal de su casa, él mismo donde la vi primera vez empapada, donde me evitaba y yo insistía.

Miro mi reflejo en la puerta, una camisa negra arrugada por estar tanto tiempo guardada y unos pantalones con agujeros en las rodillas un poco caídos, mi pelo rubio más revuelto de lo normal, unas notables ojeras bajo mis ojos y mi cara se ve agotada, supongo que después de ver la ira en los ojos de Alaska todo el cansancio acumulado se desplomó sobre mis hombros. Parece estupido, pero la esperanza cayó durante un segundo y consigo recayó en mi el cansancio.

—No tengo ganas de comer, solo... caminemos ¿si?—escucho su voz y la puerta se abre, la pelinegra mira sus zapatillas haciéndola parecer más bajita y no se da cuenta hasta que se estampa conmigo se separa rápidamente y choca con él castaño de ojos marrones detrás de ella, la coge de la cintura para que no caiga, una gran oleada de celos me recorre pero solo aprieto la mandíbula.

—¿Que parte de: "vete a la mierda" no entendiste?— dice con la voz fría y borde, atraviesan mi corazón como dos cachos de cristal.

—Solo escúchame... por favor.—Ruego con melancolía y necesidad, no se por que me afecta tanto, jamas creí que me convertiría en una persona que estaría tan locamente enamorada como para rogar, y sobretodo: jamás me disculpo por mis actos así sean erróneos, jamas lo había hecho pero ahora ruego por su perdón... por que se que lo hice mal. Noto que en su mirada los muros flanquean un poco pero los vuelve a subir, al menos ese pequeño gesto inconsciente me hace tener un poco de esperanza.

Mi mirada se clava en la suya, esos ojos marrones, ojos de un color normal, pero en ellos no hay nada normal, tras esa barrera hay muchas cosas increíbles que oculta, defectos, cualidades y maravillas...

Se acerca a mi y mi corazón latiendo fuerte lo hace aún más, pero no se acerca a mi solo pasa por mi lado mirando hacia el suelo, la cojo de la muñeca como un instinto, su piel fría, algo normal en ella, roza mis dedos y una oleada de cosquilleo y energía me recorre y es algo, de alguna manera, reconfortante.

Pero por dentro me desespero y me entristezco por que tal vez esa pelinegra me olvide, que le haya hecho tanto daño como para que me odie y olvide nuestros momentos que para mi quedaron marcados en mi alma.

Se me humedecen al pensar que la podría perder, que si no lucho es seguro que jamás la vuelva a abrazar o a tocar... que si no lucho no Sabra cuánto me importa, cuanto la quiero y cuánto daría por ella... por que tan solo me mire.

—Por favor...— Ruego pero el castaño aparta mi mano de su brazo.

—Ha dicho que la dejes— dice él con voz peligrosa, que no me gusta nada.

Y como yo soy yo, estalló, por que tras toda la ira, el enfado y la furia siempre hay dolor, siempre hay un herida que por tanto que te la lamas jamas la podrás curar, por que siempre hay una razón para nuestras acciones, generalmente tras la ira se oculta un vacío, una tristeza...

—¿Y tú quien cojones te crees para decidir por ella?—Lo empujó dejando que mi demonio interior salga.

Y como me lo propuse: el chico se altera, se planta delante de mi, es de mi misma altura pero yo tengo más músculo, más horas de ejercicio... pero él tiene más años, aparenta unos 22-23.

—Al menos no soy el que la rompió sin ningún escrúpulo— gruñe el castaño, esas palabras me parecen crueles, por que la verdad es cruel.

Y reaccionó de la única manera que he aprendido en estos años desde que mamá se fue: pelear. Siempre he pelado, por comida, por respeto, por protección, por tener la razón, por no tenerla, por que el dolor de la lucha me hace olvidar toda la mierda interior.

Mi puño cerrado se estampa con el pómulo del castaño con gran fuerza, haciendo que esté se tambalee.

—Yo me equivoque, pero jamas le haría daño queriendo... la rompí sin querer...— digo, intento excusarme, pero no puedo, no puedo por que puede que me excuse de la demás gente pero jamas me podré excusar de mí mismo, por que yo se lo que es, yo se la verdad.

Por que la rompí sin querer, por que mi desastre pudo con todo, por que iba demasiado bien y yo la tenía que cagar... ella tan valiosa, yo tan desastroso.

Mi mano tiembla y el ataque de ansiedad empieza... me controlo, como siempre lo he hecho, olvido todo y me centro en el caos.

Lo se, la gente normal se centra en cosas felices y eso... pero yo me centro en el caos, me centro solo en eso y retengo todo.

Y tan consumido en mi caos interior que no me doy cuenta del golpe del chico hasta que este se estampa en mis costillas, la oleada de dolor me recorre transmitiéndome una sensación de libertad: libertad de mis problemas, por que solo me centro en el dolor, en los golpes, en mantener la pelea en pie.

Siento que merezco cada golpe que me da así que bajo la guardia y dejo que me golpee, merezco el dolor, merezco que me golpee por cada error que cometo con cada paso que doy.

—Zam, para, es lo que quiere—dice Alaska y maldigo por que me conozcas tan bien...

—¿Que? ¿No me darás mi merecido? La rompí—le provocó pero el chico es listo y sabe que las palabras de Alaska son ciertas, deja de golpearme y yo dejo de sentir sus puños en mi, solo siento las secuelas del dolor.

Me empuja haciendo que caiga al suelo, ni me esfuerzo por mantenerme en pie, me canse de ser fuerte solo necesito respirar un poco, colapsar.

Siento la tibia sangre bajar por mi ceja y saliendo de mi labio. Alaska se acerca a mi y colapso, retengo las lagrimas, ¿me estoy haciendo débil? Puedo ser, pero yo solo pienso en una cosa: intentar que Alaska me vuelva mirar con esa mirada tan suya...

—No hagas esto... no te auto lastimes. No seas tan cobarde.— murmura limpiando la sangre de mi labio con su pulgar.

"No seas tan cobarde"
"No seas tan cobarde"
"No seas tan cobarde"
"No seas tan cobarde"

Lo soy... soy un simple cobarde que intenta aliviar su dolor emocional con el físico, con pelea. Por que ya todo me cayo en los hombros: la culpabilidad de no estar con mi padre el día de su cumpleaños, el aniversario de la muerte de mamá, no haber pensado antes de firmar ese maldito papel que me condenó, por ser un grandísimo hijo de puta que no valoro lo que tenia en frente hasta que lo perdió.

Por que soy un puto cobarde que intenta callar las voces que me recuerdan cada error que he cometido. Mi madre murió por mi culpa, ellos eran felices hasta que llegue yo: una accidente.

Era una carga, no podían mantener a alguien más, acabe con ella... y luego buscar dinero cuando mi papá recayó en el alcohol, meterme en pozos oscuros y peligrosos, firmar un compromiso, encontrar a la chica que robó mi corazón y mentirle, por que le mentí, por que no sabía que ella sería tan especial como para robar mi corazón y encender las cenizas para que ardiera todo.

Cuando levanto la vista no están, me levanto y me voy a refugiar en mi habitación... consumido por las voces, por los recuerdos y por la oscuridad.

NEGRO AZABACHE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora