Capitulo 3. Un encuentro fortuito.

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Me levanto temprano por la mañana y me siento decidida. Hoy le pediré a Aizawa-sensei, antiguo compañero de guerra de mi papá que sea mi sensei. Quiero mejorar para poder dar le lo que se merece a ese guarda toca pelotas. La última noche, me dejo tumbada en el suelo por mucho peso que me quite para ser más rápida y ligera. Él es realmente excepcional, se nota que su trabajo es proteger al príncipe. Pero eso no me desanima, porque logre robar le después el libro. Una parte de mi se siente mal por haberle utilizado la otra....
Bajo corriendo las escaleras para ir a la cocina a por algo de comida, pillo lo primero que encuentro y me lo trago de un solo bocado. Paso por el salón donde Mel está practicando con el piano. La abrazo por la espalda cogiendo la por los hombros y le beso la mejilla.
– Ochako!!– me dice ella sobresaltada.– Ya te vas?
– Sí! Iré a la herbolistería y luego iré a practicar con el bordado!– le digo mientras le guiño un ojo, ella es la única que sabe donde voy en realidad. Mi padrastro paga para que yo de clases de bordado, aunque en realidad lo que hago es pagar a una anciana para que borde por mi mientras yo practico esgrima o ayudo en el pueblo como puedo.
– No tienes remedio, ves con cuidado por favor.– me suplica con sus hermosos ojos azules.
– Siempre lo tengo.– le digo mientras le doy un beso en la mejilla y salgo corriendo.
Llego a la herbolistería donde me espera Momo, ella también es aprendiz pero lleva más tiempo allí trabajando. Chiyo, nuestra maestra nos enseña a diferenciar las plantas, medir cantidades, hacer los remedios, entre muchas otras cosas. Me gusta mucho esta profesión es muy apasionante, me siento como si fuera una bruja y hiciera pócimas y brebajes mágicos. Antes de salir, por la puerta Chiyo me dice que esta tarde tengo que pasar me por casa del señor Torino a dejar le un remedio para el resfriado. El señor Torino vive en el bario bajo, ellas no se atreven a ir porque no conocen las calles y no quieren perderse. En cambio yo he ido muchas veces por allí para ayudar a los niños y familias que más lo necesitan, por eso me encargan a mi esa tarea.
Salgo de la herbolistería y me dirijo a la casa del sr. Aizawa, por suerte es mi primera vez, así que espero tener la suerte del principiante y que me acepte como alumna. Pico a la puerta y veo al mayordomo que me mira con una cara muy divertida, con ese pelo rubio y una voz estridente.
– Qué deseas pequeña, Darling?– me pregunta.
– Buenos días soy Uraraka Ochako, vengo a ver al sensei. Quiero que me enseñe a ser una espadachina.– le digo con una gran sonrisa.
– Tch, tch!– chasquea con la lengua mientras niega con un dedo, parece que se está divirtiendo a mi costa y eso es muy molesto. –Si quieres entrar antes debes responder a este acertijo. Ready?– me dice el mayordomo con una gran sonrisa.
– Soy fría y dura, cortante y muy afilada, y larga para aquellos que me temen. Sabes quien soy?
Lo pienso durante pocos segundos está claro que solo puede ser una espada. Pero entonces un recuerdo invade mi mente, una noche muy fría de hace muchos años atrás. Estábamos mudando nos, cuando nos pilló la noche a medio camino. Esa noche dormí fatal, tenía mucho miedo, ahí en medio podría aparecer cualquier cosa des de el más pequeño insecto hasta el oso más hambriento. Además de que la noche era fría, era muy larga y el frío te cortaba cualquier pensamiento o movimiento. Así que cambio rápidamente mi respuesta.
– La noche.– respondo con seguridad, esperando haber acertado. El hombre me sonríe y se aparta para dejar me pasar y entrar al salón donde veo al antiguo compañero de mi padre tomando te. Al ver me parece reconocer me y enseguida ya estoy comiendo en su mesa y luego entrenando toda la tarde en el arte del combate cuerpo a cuerpo y la esgrima. Al principio el hombre parecía muy vago y lento, pero las apariencias engañan, y mucho. No he podido ni llegar a tocar lo mientras el no hacía más que parecer cansado y aburrido. Me siento realmente cansada y agotada, pero muy realizada y satisfecha. Hemos hecho un trato, yo iré a entrenar cada día con él y me dará de comer, a cambio él quiere que le cuide la salud y le prepare tes que pagará él. Me parece que con el trato estoy ganando demasiado, pero se porque lo hace. Ese hombre le tenía mucho aprecio a mi padre, fue como un hijo para él por lo que por extensión a mi también me considera de su familia. Me alegra haber venido aquí, pensaba que no querría ver me ya que podría recordar le a mi padre, pero parece que se ha alegrado mucho de ver me.
Después de tomar el te, salgo de la casa y voy hacia los barrios bajos en dirección a la casa del señor Torino.
Le doy el remedio y le digo que venga a pagar cuando se recupere que las chicas estarán contentas de ver lo y más Chiyo. Me voy de la casa dispuesta a seguir entrenando con la espada o tocar y cantar con Melissa en el piano. No me decido aún. Pero lo que si que quiero, es volver a casa rápido. Y aunque nunca me ha pasado nada, se lo peligroso que es este barrio, y más siendo como soy una chica "rica". Así que camino por las calles del barrio bajo, decidida a salir de allí lo más rápido posible. Ya conozco el camino siempre es el mismo. Mis pasos rápidos resuenan por todos lados, este lugar está tan desierto que el único habitante que hay es el eco. Hasta que ese eco se hace más fuerte, como un canon a mis pasos, otro empieza a mover se al mismo compás haciendo sonar una horrible melodía. No conozco esta melodía pero se que tengo que hacer y que pasará si no llego a tiempo a la calle principal. Pero contra más rápido intento correr más sonoros y perversos se vuelven los otros. Hasta que en un momento la melodía llega a su fin con un abrupto encuentro que hace detener me de golpe.
– Pareces algo perdida linda ratoncita.– me dice una voz suave y aguda que no conozco entre las sombras de una callejuela.
– Ya conozco el camino de salida, gracias. A quien no reconozco es a ti.– le digo mordaz a sombra que se esconde entre las sombras.
– Oh, vaya... Que descuido el mío. Donde tengo mis modales?– dice la voz aún en las sombras mientras puedo distinguir una sonrisa psicópata de dientes blancos entre las sombras. Un sudor frío recorre mi espalda, esa sonrisa no augura nada bueno. Me ha dejado tan petrificada que no puedo ni mover me del sitio, ni siquiera tragar saliva.
– Mi nombre es Shigaraki Tomura. – dice apareciendo un hombre alto muy delgado y esbelto con cabello medio largo y plateado, esa sonrisa psicópata en los labios y la cara demacrada, como si estuviera echa de cenizas. Ahora si que intento retroceder asustada pero me topo con un muro humano a mi espalda, que enseguida salta sobre mi.
– Suelta me o lo vas a pagar muy caro!!– les amenazo mientras intento zafar me de los hombres de mi espalda, que me sujetan cada uno de un brazo, retorciendo me los.
– Que mona estás cuando te enfadas ratoncita... Pero yo que tu no jugaría con el gato.– me dice Tomura acercando se a mi. Por el camino toca una de las cajas de madera que hay apiladas en el callejón estrecho por el que ha salido. La caja de madera desaparece, básicamente la ha echo cenizas bajo su mano. Él se quita los restos de polvo de encima mientras que yo abro los ojos completamente acojonada. Eso le hace sonreír todavía más.
– He dicho que me sueltes!!– le grito llevada por el pánico, al igual que forcejeo para liberar me del agarre, no quiero estar aquí, no quiero estar cerca de este hombre. Pero es inútil.
– Tranquila ratoncita, te prometo que será muy rápido. – y como no se si se refiere a robar me o violar me actúo.
Así que cuando tengo a Tomura lo más cerca que puedo, sin pensar realmente en las consecuencias le escupo en la cara, al menos así ganaré tiempo para... No se para que pero espero de verdad que sirva para algo más que para llevar me a una muerte aún más rápida y segura. Él por su parte parece asqueado por mi reacción, se saca mi saliva de su cara con un gesto de disgusto y decepción. Yo le miro desafiante y él pierde su sonrisa por un segundo, y al otro me da tal bofetada que me deja la cara roja. Luego chasquea los dedos y los otros dos hombres que me tienen cogida me dan un puñetazo cada uno, en las costillas y el estómago. Me retuerzo de dolor pero no me caigo al suelo porque me tienen cogida y por mi orgullo. No pienso ceder ante esta escoria.
– Solo queríamos robar te pero como eres una ratoncita muy traviesa creo que debo dar te una lección....Quitad le el vestido, las joyas y largaos de aquí! Pienso disfrutar yo solo de este pequeño botín.– les ordena a los hombres mientras me tiene cogida de la barbilla y aprieta sus largas uñas en mi piel, por suerte no tanto como para hacer me sangrar, ni me convierte en cenizas. Pero su roce es tan frío y liso como un hoja vieja y su aliento invade mi cara con olor a vino rancio mientras su nariz absorbe mi aroma.

La ladrona de librosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora