Capítulo 28

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Steve miró fijamente los trastes sucios en el lavado de la cocina.

«¿Se supone que tengo que lavarlos?» pensó de brazos cruzados. Habían llegado hace un día a la nueva residencia dónde iban a vivir a partir de ahora.

Era un lugar privado y lejos de la ciudad, a Sarah le encantaba la piscina en el patio trasero y la vista al mar.

No obstante, no había nadie más que ellos tres. Según le había comentado el Alfa, era momentáneo, para velar su seguridad e intimidad. No habría ningún personal de limpieza hasta que pudieran conseguir personas de confianza.

—¡Stark! —llamó el Omega en voz alta, viendo a los utensilios en los que acababan de almorzar—. Ven aquí.

«No nací y me entrené durante toda mi vida para mantener un hogar» pensó suspirando, comenzando a observar alrededor todo el desorden que estaba haciendo Sarah.

—¡Papi, juega conmigo! —exclamó la niña saltando de un sofá a otro—. ¡Guerra de cojines!

Steve negó con la cabeza.

¿Por qué su hija era tan revoltosa? Parecía que había pasado un huracán por la sala. No estaban sus subordinados para limpiar el desastre, ni siquiera Bucky para cuidarla y entrenarla. ¿Sería capaz de soportar... hacer todo al mismo tiempo?

Claro que no, se dijo.

—¡Stark! —volvió a llamar con insistencia.

—¡Perdona, cielo! —exclamó la voz del Alfa desde el segundo piso—. ¡Estoy en una llamada! ¡Voy a pedir una fecha de reservación para nuestro compromiso!

Steve sintió un tic en el ojo al escuchar sus palabras.

«Encima, Tony quiere casarse» pensó con irritación. ¿Por qué ahora? No iba a volver a huir por si ese era el temor del Alfa, es más había propuesto convivir juntos a pesar, que odiaba mucho la idea de lavar trastes y todo lo relacionado con el hogar.

—Esto es más asqueroso que asesinar gente. —murmuró, acercándose al lavado para ponerse unos guantes y comenzar a lavar.

Anthony había cocinado y dejado un desastre en la cocina. ¿Acaso, tenía que limpiar las ollas también?

«No estoy preparado» pensó haciendo una mueca de disgusto.

No obstante, a los pocos minutos en los que trataba lavar los servicios, escuchó el timbre de la puerta de entrada. Inmediatamente, su cuerpo se posicionó en alerta.

—Sarah, escondete detrás del sillón. —ordenó Steve caminando lentamente hacia la entrada.

¿Quién podría hacer? ¿Habían logrado desactivar sus alarmas de seguridad? Con cuidado, abrió el picaporte y escuchó unas voces un poco familiares al otro lado de la portería.

Al instante, rodó los ojos con hastío al reconocerlos.

—¿Qué mierda están haciendo aquí los Vengadores? —preguntó dándole acceso a unas figuras muy poco agradables para él.

—Hydra, también el gusto mío. —saludó Thor con una sonrisa afable—. ¿Aquí es donde vives con mi buen amigo Stark y vuestra hija? ¡Quiero conocerla! ¡Debe ser una cachorra encantadora!

—Tony nos mandó la ubicación para venir a visitarlos. —añadió Natasha pasando por un lado a la casa—. Nos dijo que habían hecho las paces y ya no eras un psicópata malvado.

—¿Perdón? —preguntó Steve ofendido.

—Sí, yo traje regalos para su pequeña. —respondió Clint alzando los brazos con bolsas de colores—. Mi esposa me dijo que son juguetes que les encantan a los niños de ahora.

—Espero poder llevarnos bien, ahora que te vas a comprometer con nuestro compañero de equipo. —saludó Bruce con amabilidad.

«¿Se volvieron locos?» se dijo Hydra con una sonrisa falsa. ¿Qué mierda había pensado Stark para traer a su hogar a sus rivales de años? Quería matarlo con sus propias manos.

—¿Papi? ¿Quiénes son ellos? —preguntó una vocecita con una escoba en las manos para defenderse.

Steve volteó a ver a Sarah y le hizo una señal para que bajara su supuesta arma.

—¡Oh, por Odín! ¡Es idéntica a Hydra! —exclamó Thor maravillado—. Es como una adorable copia.

—Vaya, tiene tus genes. —agregó Natasha un poco impresionada.

—Somos amigos de tu papi Stark. —dijo el arquero acercándose con las bolsas en mano—. ¿Quieres regalos?

La pequeña rubia sonrió con ternura e hizo una de las muecas más adorables que hacía para conseguir algo.

—Me llamo Sarah Rogers, encantada de conocerlos. —se presentó ondeando su vestido rosa—. ¿Les puedo decir "tíos"?

—Owww, claro que sí, linda princesita. —exclamó Thor yendo a abrazarla—. Yo también te traje un regalo. Es un pequeño collar hecho en Asgard, te da protección para las malas intenciones y maldiciones.

—¡Yo traje un montón de muñecas! —no sé quedó atrás Clint Barton.

Steve se cruzó de brazos y observó con desdén a los Vengadores que se creían los héroes del mundo, pero habían caído tan fácilmente ante la ridícula manipulación de su hija.

«Seguiría menospreciando la escena, pero tengo que lavar los trastes» recordó con cansancio.







Al anochecer, Steve había llegado al límite de su paciencia y en verdad, se había esforzado por no asesinar a ninguno de los compañeros de su Alfa.

¡Lo habían mandado a cocinar!

¡Al mismísimo Capitán Hydra! ¡A la persona que había derrocado estados y destruido naciones enteras! No podía creerlo, no cabía en su sorpresa.

«Lo peor de todo, es que no terminé de lavar los trastes» pensó mirando con repudio los platos sucios.

—¡Steve, cariño! ¿Puedes traer unas cervezas? —preguntó Tony desde la mesa.

—¡Más alcohol, hermano! —exclamó Thor de manera escandalosa.

«Estoy en la cocina para no ver sus detestables rostros y me quieren mandar... A mi» pensó Hryda apretando los puños para contener su rabia.

—Voy a poner veneno en sus bebidas. —dijo en voz alta, mientras sacaba unas botellas de la nevera.

«Ojalá se mueran» pensó con una sonrisa falsa.

No obstante, volvió a escuchar el timbre y esta vez todos los presentes se pusieron alertas. Nadie esperaba más visitas.

—Voy a abrir. —dijo Hydra con seriedad yendo hacia la entrada.

Esperaba con ansias que sea algún enemigo o invasor para poder descargar toda la furia que sentía en su interior con unos buenos golpes. Sin embargo, al abrir la puerta no pudo hacer nada de lo que tenía planeado.

—¿Qué mierda hacen acá? —preguntó con una sonrisa divertida bailando entre sus labios—. Llegaron en el momento perfecto.

Bucky sonrió confundido y saludo junto a Zemo.

—Queríamos ver a Sarah. —dijeron al mismo tiempo con las manos unidas.

Steve alzó una ceja, viendo al par comportarse como estúpidos enamorados y con una notable marca en el cuello del Omega. ¿De cuánto se había perdido en su ausencia?

—Luego, quiero detalles de su extraño acercamiento. —dijo Hydra haciéndoles pasar a la casa—. Entren, están los Vengadores en la sala.

Zemo se tensó y Bucky apretó la mandíbula. Ambos odiaban a los superhéroes por diferentes razones.

Hydra se divirtió con sus expresiones.

—Quisiera decir que Tony tiene sus invitados en la casa y yo tengo los míos. —dijo en voz alta cuando llegaron al comedor—. ¿No hay problema, cierto?

Los Vengadores voltearon a ver a la pareja y se levantaron con rapidez.

—Steve... —mencionó Tony preocupado.

—¿Qué? Son mis compañeros de trabajo. —respondió el Omega abrazando al par con una sonrisa maliciosa.

Thor levantó su martillo y al instante Bucky saco un arma de su cadera.

Sin embargo, un ruido llamó la atención de todos los presentes. Una niña de ojos carmesí había tirado al suelo un plato de mármol.

—Quiero que todos mis tíos se lleven bien. ¡Ahora! —chilló Sarah con autoridad.

—Cielo, déjame explicarte...

—¡Ahora! ¡Ahora! ¡Ahora! —exclamó Sarah sin dejar hablar a su papá —. ¡Siéntense conmigo y vamos a cenar! ¡Ya!

El soldado del Invierno observó a la infante que contenía las lágrimas y guardo el arma con rapidez. Jamás haría llorar a su adorada pequeña.

Thor copio su acción con confusión.

—Lo siento, pequeña diablillo. —dijo Bucky yendo a saludarla—. Todos nos vamos a calmar y tener una cena tranquila, ¿vale?

—Además, tenemos uns gran noticia para ti. —añadió Zemo con una sonrisa—. Pronto tendrás un pequeño amiguito que va jugar contigo. Será tu primo, querida. —dijo agachándose a su altura—. ¿Lo vas a proteger, cierto?

Sarah asintió emocionada y abrazo a sus tíos mientras los demás dieron unas felicitaciones un poco incómodas a la pareja, volviendo a sus asientos.

Tony sonrió, aliviado por la situación.

—No puedo creer que todos nos estemos llevando bien. —dijo con alegría—. ¿No es genial, cariño?

Steve bufó y volteó los ojos.

«A veces, odio a mi hija. Íbamos a tener una magnífica pelea entre todos» se dijo volviendo a la cocina para seguir intentando como lavar los trastes.

¿Hydra está enamorado...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora