Capítulo 3

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Nos hemos ido a pasear por el pueblo. Hablamos tonterías por todo el camino a ninguna parte. Nos detenemos frente a la iglesia y nos encontramos con Pablo.

-¡Primo! —exclama Marcela.

-¡Prima! —responde Pablo sonriendo- Hace tiempo que no te veía.

-Sí, ya no me visitas. —replica Marcela, reprochándole.

-Lo siento, he estado ocupado... Marcos, ¿Cómo estás? —me dice, estrechándome la mano.

-Bien, y ya veo que tú también, porque si estas muy ocupado quiere decir que ese trabajo que tienes ahora te gusta de verdad.

Pablo sonríe.

Pablo es guionista y productor de obras de teatro y televisión; también es compositor y director ¡realmente es multifacético! Digno primo de Marcela, aunque realmente todos en esa familia tienen algún talento.

-Te lo digo, Marcos... es lo mejor que he hecho.

-Que bueno, primo —dice Marcela-. ¿Y qué haces por aquí?

-Oye, Marcela —dice Pablo, como recordando- te tengo un trabajo, eres la ideal para eso y por supuesto pagaré tus honorarios... y ya que me preguntas qué hago por aquí... pues los venía a saludar, además quedé de encontrarme con Rubén aquí.

-¿Con Rubén? —pregunta Marcela y me mira, sutilmente.

-Sí, ¿no te lo dijo? Quiero hacer una adaptación de uno de sus libros.

El semblante de Marcela parecía haberse desinflado, pero se repuso para contestar.

-Debe haberlo olvidado o quizá no me lo mencionó porque tuvo que salir a la editora.

-Ah, claro prima... -respondió Pablo, suspicaz.

A pablo tampoco le agradaba la relación de Marcela con Rubén, pero como él mismo dice: "ya no hay nada en este mundo que me sorprenda".

En ese momento llega Rubén; parece sorprenderse por vernos juntos.

-Oh, están todos aquí... -dice, mirando su reloj.

-¿Estabas en la editora? —pregunto, para ahorrarle el momento incomodo a Marcela.

-Eh... sí, sí... surgió algo y tuve que ir.

-Estuve en tu casa, Rubén. —dice Marcela.

-Sí, lo siento. Olvidé avisarte. Discúlpame ¿sí? —dice con un gesto- Entonces Pablo, cuéntame...

Marcela lo disimula con madurez, pero yo sé que se siente desairada, ni siquiera la ha saludado con un beso. Pero ella me sonríe y me insta del brazo para que entremos en la iglesia. Aun así, la mirada de Rubén nos sigue.

-Pronto se celebrarán las fiestas de nuestra patrona. —me dice y dirige su mirada hacia el altar.

La inmaculada Santa tiene las manos juntas en gesto suplicante y su mirada está fija en la bóveda del cielo, seguramente buscando a Dios.

Nos hemos sentado en uno de los bancos.

-Marcela... -le digo. Ella no me mira.

-Voy a hacerlo, Marcos —su rostro indica decepción o resignación, y tienen un extraño brillo: tristeza.-, voy a terminar con Rubén...

La noticia me cae de golpe. No me lo habría esperado jamás.

-Pero... ni siquiera has hablado con él aun.

-Lo sé, ya hablaré con él. Pero siento que aunque hablemos, no llegaré a una buena definición de lo que tenemos o de lo que pasa entre nosotros.

-Tómalo con calma, por favor...

-No quiero hablar más. —dice y se arrodilla para orar.

No me queda más remedio que dejarla en paz.

Otra Ridícula Historia de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora