Capítulo 2

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Hoy estoy en casa, no tengo mucho que hacer y entonces llega Marcela. La habitación parece iluminarse cuando ella entra.

-¿Qué haces ahí tirado? —me pregunta con una especie de mueca.

-¿No me ves? —respondo- Mirando la televisión.

-No parecen cosas tuyas... -ladea la cabeza hacia el televisor y advierte que es una telenovela lo que estoy viendo. Me devuelve la mirada con un aire de desaprobación.- Deberías hacer algo mas... "constructivo" —dice, dejándose caer a mi lado en la cama.

-¿Cómo por ejemplo?

-¡No lo sé! A ti es al que le encanta leer y salir a pasear por caminos inesperados...

-¿Vienes de casa de Rubén? —le pregunto repentinamente. Ella me mira con ojos entornados.

-Eres perspicaz.

-Tú eres fácil de leer. —respondo.

-Si es así, entonces ¿por qué Rubén no me entiende?

Pienso que Rubén no la merece, es demasiado soberbio y arrogante para comprenderla, aunque Marcela tampoco es de carácter fácil, créanme.

-Rubén... no lo sé, Marcela ¿Dónde está ahora?

-Salió por compromisos con la editora.

Rubén es escritor. Marcela también lo es, por eso su amor surgió. En realidad Rubén apareció un día con su palabrerío rimbombante y la llenó de halagos, cosa que a las mujeres les encanta.

-Mmm... entonces no te amargues.

-No lo sé, Marcos... hay algo que me preocupa.

-¿Ahora qué?

-Pues, yo lo quiero, tú lo sabes, te lo he dicho muchas veces -«¡demasiadas! Pienso»-, pero estamos teniendo problemas para comunicarnos...

-¿No te habla?

Marcela mira hacia la pantalla del televisor. Sus pestañas largas y negras bailan al son del abrir y cerrar de sus parpados. Su mirada vuelve a mí.

-Es que al parecer ya no tenemos tema de conversación, yo hago el intento, pero él se ha vuelto demasiado lacónico... quizás deba... yo, quizás deba...

-¡No! —exclamo al entender el significado de sus palabras.- Marcela, te has preservado para cuando el momento correcto llegue, no para cuando estés dudosa de si un hombre te quiere o no. No es una alternativa para reconquistarlo si piensa que se aleja de ti.

Sus ojos se cierran y baja la cabeza. Cuando los vuelve a abrir su mirada ha cambiado.

-Tienes razón...

-Debes hablar con él. Pregúntale qué le sucede, quizás le esté yendo mal en la editora.

-Sí, puede ser... pero me lo habría contado.

-Entonces sal de dudas ¿no?

-¡Ay Marcos, no sé cómo me soportas...! —exclama con una sonrisa apenada.

Yo me carcajeo ante su gesto.

-¡Ni yo!

-¡No te burles! —dice y toma la almohada para golpearme. Logra asestarme un primer golpe, pero la detengo antes de que continúe.

-Ya basta de tanta lata, vamos a salir entonces... deja que me cambie ¿está bien?

-Claro, muy bien. Te espero afuera entonces. —dice levantándose y dirigiéndose a la puerta, pero antes de salir se vuelve y me dice:- Gracias, Marcos...

Yo sonrío.

-De nada, ahora espérame afuera.

Otra Ridícula Historia de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora