Capítulo 13

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Cuando desperté la busqué a mi lado, pero no estaba. Solo después de llamarla varias veces y sin respuesta, supuse que se había marchado. Recorrí toda la casa, pero estaba vacía. Y un silencio ensordecedor reinaba en la casa.

La llamé al celular: apagado. Solo entonces cuando regresé a la habitación vi una notita en la peinadora.

"Como te dije anoche, he decidido regresar a casa. Te suplico olvides todo lo que ha pasado."

Solo eso decía la nota. La leí una y otra vez, sin poder dar crédito a lo que mis ojos leían.

¿Que lo olvidara? ¿Cómo olvidar todo lo que había sucedido? ¡No podía hacerlo! Aun podía sentirla, aun podía oler el aroma de su piel, aun me ardían los labios por todos los besos... ¿Cómo, cómo podía olvidarla? Su recuerdo amenazaba con consumirme.

De inmediato subí al auto. No podía perderla.

¿Por qué se había marchado? ¿No había sentido ella mi amor? ¿Acaso no le había dicho que la amaba?

Sentí temor de que no quisiera volver a verme ¡pero eso era impensable! ¿o no?

Conduje como loco o al menos sé que estuve a punto de salirme del camino un par de veces.

Llegué rápidamente a su casa. Toqué el timbre, toqué la puerta, llamé, pero nadie me respondió.

-¡Marcela! —llamé nuevamente.- Se que estas ahí, por favor, abre...

Nada. Negándome a rendirme, rodeé la casa y vi una ventana corrediza abierta. Me metí como pude y me dirigí a su habitación. Allí estaba ella, acostada en la cama, con las piernas recogidas. Estaba llorando. Me acerqué lentamente.

-Marcela... -dije. Ella se sobresaltó y me miró.

-¿Qué haces aquí? —me preguntó confundida- ¿Cómo es que...?

-La ventana estaba abierta... -fue lo que pude responder, tan agitado me encontraba.

-Márchate, Marcos.

-No me iré hasta que me digas por qué. —dije- ¿Por qué me dejaste así?

-No lo entiendes...

-¡Explícame! —exclamé- porque yo creo que eres tú la que no entiende. —dije, sentándome a su lado.

La miré fijamente, pero ella evito mi mirada.

-Dime que no lo sentiste... -dije-, dime que no te diste cuenta de que mis palabras eran ciertas. Dime si acaso no sentiste que te amo con todo mi ser... y que siempre estuve enamorado de ti... de que a pesar de que intenté ser tu amigo no pude con este sentimiento que llevo por dentro de amarte tanto... dime Marcela.

-Tengo miedo, Marcos. —dijo.

Yo sonreí con cierta comprensión y delicadamente la obligué a mirarme.

-Yo también... jamás he sentido tanto miedo como ahora... pero dime, ¿te arrepientes?

Sus ojos llorosos me miraron con un intenso brillo, y me abrazó con fuerza.

-No me arrepiento... -dijo entre sollozos-. Quiero amarte libremente, Marcos... lo deseo con todo mi corazón.

Suspiré aliviado; cerrando los ojos, la estreché en mis brazos. No hubo un "pero", solo nos quedamos ahí abrazados.

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