Lisa no podía conciliar el sueño sabiendo todo lo que había sucedido antes. Así que, en cambio, había pasado la mayor parte de la noche con música a todo volumen a través de sus auriculares mientras estaba acostada boca arriba, mirando el techo y tratando de bloquear sus pensamientos. Sin embargo, no ayudó mucho.
No pudo evitar preguntarse qué había estado pensando Jennie. Jennie había hecho de sus vidas un infierno durante cuatro años. ¿Cómo podía esperar que sean algo más que amargas con ella? Lisa tenía tantos sentimientos acumulados hacia la joven, que se sorprendió de no haber golpeado su cara con su puño tan pronto como la vio parada en la puerta.
Pero también se había producido un cambio en Jennie. Lisa se seguía diciendo que Jennie estaba fuera de sí, pero eso no era una buena respuesta para todo lo que estaba pasando. Había algo más que estaba contribuyendo en el cambio de la chica, y Lisa deseaba poder adivinar que era para alimentar su curiosidad.
De vuelta al instituto, todo el mundo conocía a Jennie. Era la chica que amabas u odiabas, todo dependía de la forma en la que te trataba. Si a Jennie le agradabas, tu vida era fácil, si tenía algo contra ti, estabas jodido. Jennie tenía el poder de convertir la vida de la gente en un infierno, y eso es lo que le pasó a Lisa.
Las noticias se propagaron rápido después del incidente en la cafetería. Lisa pronto comenzó a recibir nombres despectivos, insultos y a veces; violencia física. Y lo peor de todo era que Lisa no lo había provocado, sino que lo había hecho otra persona. Alguien que odiaba con cada fibra de su cuerpo.
A raíz del incidente, Lisa estuvo obligada a contárselo a sus padres antes de que otra persona lo hiciese. Su madre estuvo en shock al principio, pero tanto su padre como su madre la aceptaron. Lisa siempre estuvo agradecida de que sus padres no le causaran muchos problemas con su sexualidad. Estaba muy agradecida de tener apoyo en casa.
Sus padres se cabrearon mucho cuando les contó lo que le había hecho Jennie. Sus padres informaron a la escuela, pero Lisa sabía que eso no cambiaría las cosas. Jennie vivía con su tío y siempre quería dar pena diciendo que este no se preocupaba de lo que hacía. La chica podía dejar escapar lo que quisiera y se aseguraba de que todo el mundo fuese consciente.
Lisa era prácticamente impotente. Pasó el resto de sus años del instituto almorzando fuera para evitar los insultos contra ella en la cafetería. Nayeon, Rosé y Jisoo eran sus únicas amigas. Lisa sabía que, sin ellas, esos años hubiesen sido diez veces más dolorosos de lo que fueron.
Mudarse a Nueva York había sido un gran cambio para Lisa. Decidió ser abierta con las personas respecto a su sexualidad ya que ahora tendría control sobre quién se lo dijo. Se sorprendió cuando a nadie le importó. Eso era reconfortante. Cuando hablaba con personas les decía que era lesbiana, ellas asentían en aprobación y cambiaban a un tema de conversación diferente. Todo era totalmente distinto a lo que era en la secundaria.
Sus pensamientos fueron interrumpidos tarde esa noche. Lisa se sobresaltó cuando vio que algo se movía por el rabillo del ojo. Ella entrecerró los ojos, viendo que su puerta había sido ligeramente abierta. La luz del pasillo era la única iluminación que se veía en su habitación, y vio como una figura se acercaba a su cama. La chica de ojos mieles se quitó los auriculares.
—¿Rosie?—preguntó, sentándose y levantando una ceja. No hubo una respuesta y Lisa se confundió aún más.
—Hola—susurró la voz. Las manos de Lisa se apretaron en puños e inhaló lentamente. ¿Qué estaba haciendo Jennie aquí?
—Estoy durmiendo. Vete—dijo con firmeza, dándose la vuelta sobre sí misma para alejarse de la chica. Sus compañeras seguro que tendrían un montón de explicaciones para ella a la mañana siguiente. Lisa se tapó la cabeza con las mantas y trató de convencerse a sí misma de que esto era solo una especie de sueño jodido. No necesitaba que Jennie la persiguiera más de lo que ya lo hacía.
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Yellow (Jenlisa) -CORRIGIENDO-
FanfictionPrimer libro de la trilogía 'YELLOW' Lalisa Manoban odiaba a Jennie Kim, simple y llanamente. Por supuesto, ¿quién podría culparla? Jennie había sido la que leyó sus textos privados de Lisa frente a toda la cafetería, obligándola a salir del armario...