Lisa se despertó a la mañana siguiente en una cama vacía. Le tomó unos segundos recordar lo que pasó la noche pasada, y cuando lo hizo se levantó rápidamente y escaneó la habitación. Jennie no daba señales de estar en ningún lado.
—¿Jennie?—llamó, poniéndose de pie y caminando hacia la puerta de su habitación. Hubo un crujido detrás de ella tan pronto como fue a abrir la puerta. Deteniéndose por un momento, Lisa se dio vuelta lentamente, siguiendo la fuente del ruido y acabando frente a su armario. Con cautela, abrió la puerta del armario, abriendo muchos los ojos al ver a Jennie.
—¿¡Qué estás haciendo?!—Lisa se atragantó. Se inclinó y arrebató su cuaderno de bocetos de las manos de Jennie, mirando a la chica más pequeña—¿De dónde has sacado esto?
—Lo encontré—dijo Jennie, poniéndose de pie y sonriendo ampliamente. Lisa frunció las cejas cuando vio las marcas de rotuladores en las manos de Jennie. Su agarre en el cuaderno de bocetos se hizo más fuerte.
—Es mío—resopló Lisa. Regresó a la cama, se sentó y vacilantemente abrió la primera página. Su ira estalló cuando se dio cuenta que Jennie había cubierto cada uno de sus dibujos con garabatos sin sentido. Horas y horas de trabajo duro y ahora estaban arruinadas.
—¡¿Qué diablos estabas pensando?!—gritó Lisa, poniéndose de pie y arrojando su cuaderno de bocetos al otro lado de la habitación. Este pegó en la pared, esparciendo sus papeles por todo el piso. Jennie instantáneamente se estremeció y se tapó los oídos.
—¿Sabes cuánto tiempo pasé en esto?—Lisa continuó, cruzando los brazos y mirando a Jennie desde el otro lado de la habitación.
—Son bonitos—asintió Jennie, acercándose y recogiendo uno de los dibujos de donde Lisa los había tirado.
—Eran bonitos, Jennie, hasta que los arruinaste—escupió Lisa—Al igual que las flores. ¿Qué te dije acerca de dejar las cosas bonitas en paz?
Jennie se quedó mirándola sin comprender por unos momentos antes de sostener el dibujo y caminar hacia Lisa, extendiéndolo para que ella lo viera. Lisa gruñó y se quitó el dibujo de la cara.
Confusa, Jennie inclinó la cabeza hacia un lado.
—¿Lili?
—Ese no es mi nombre—la voz de Lisa era baja en la parte posterior de la garganta—No quiero hablar contigo, sal de mi habitación—gruñó, señalando en dirección a la puerta.
Jennie dio un paso lento hacia atrás, todavía sujetando el dibujo.
—Lo siento—levantó el dibujo y miró a Lisa suplicante.
—¡No me importa!—espetó Lisa, agarrando a Jennie por los hombros y empujándola hacia el pasillo—Déjame en paz—advirtió, cerrando la puerta en la cara de Jennie y asegurándose de que estuviese bien cerrada. Esperó hasta que escuchó pasos alejándose de su habitación antes de colapsar sobre su cama.
El cuaderno de bocetos era el tesoro más preciado de Lisa. Ella nunca dejó que nadie lo tocara. Y mucho menos abrirlo y dibujar en él. Meses y meses de trabajo de arduo trabajo ahora eran inútiles. La chica de ojos mieles se sentó y miró la colección de papeles esparcidos por el suelo. Tenía que haber sabido que pasaría esto cuando dejó entrar a Jennie a su cuarto.
Con un suspiro de frustración, Lisa se arrastró fuera de la cama y recogió cada hoja que había en el suelo, iba revisándolos, pero todos los dibujos estaban llenos de garabatos. Rezaba porque hubiese uno o dos impecables.
Obviamente no lo había. Cada página tenía marcas de rotulador. Un dibujo en particular cazó su atención, sin embargo. El dibujo a medio acabar de las margaritas de ayer. Parecía como si Jennie hubiese intentado terminarlo, añadiendo flores encima de los tallos que Lisa había dibujado con lápiz. Cerró los ojos y suspiró, volviendo a colocar los dibujos en su cuaderno de bocetos y metiéndolo en su mochila.
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Yellow (Jenlisa) -CORRIGIENDO-
FanfictionPrimer libro de la trilogía 'YELLOW' Lalisa Manoban odiaba a Jennie Kim, simple y llanamente. Por supuesto, ¿quién podría culparla? Jennie había sido la que leyó sus textos privados de Lisa frente a toda la cafetería, obligándola a salir del armario...