012

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Nunca imaginé que ver los días pasar me haría feliz, ver el sol salir o esconderse mientras teñía el cielo de colores que nunca creí poder ver era extraordinario, los atardeceres eran mis favoritos pues Peter los comparaba con el color de mi cabello diciendo lo bonitos que eran.

Era una lástima que ahora el pueblo estuviese en alerta pues cada día que pasaba la gente "desaparecía" aunque yo sabía que nunca más volverían a verlos, tenía conmigo al causante del terror de los habitantes de Hawkins aquel que les causaba sus peores pesadillas mientras a mí me llenaba de besos y amor, extraño pero lindo.

Y ahí estaba el con el pelo mojado luego de limpiar la sangre de las personas a las que había desaparecido, estaba realmente embonada con su perfecto rostro, el me miró apoyando una mano en la mesa del comedor.

—Ven.—Peter ordenó.

Rápidamente me acerqué hacia el con una ligera sonrisa, al tenerme frente a él me hizo subirme en la mesa para probar mis labios, aquella electricidad recorrió mi cuerpo no sabía el porqué pero ya no podía resistirme a sus besos sin querer tenerlo por completo.

—Al parecer me extrañaste.—El apartó un momento sus labios de los míos al notar como mi ritmo cardiaco estaba más acelerado.

—Cállate y bésame.—Me quejé, sabía que no podía resistirme a su cercanía.

Sujete su rostro entre mis manos para atraerlo de nuevo a mi, adoraba aquel sabor que solo sus labios tenían, su mano se dirigió hasta uno de mis muslos dando suaves apretones que me hacían suspirar.

—Quiero hacerlo.—Dije que golpe mientras llevaba mi mano a su pantalón intentando quitar su cinturón, no podía esperar más.

—¿Ahora?—Se burló ante mi poca paciencia.

—Si, ahora.

Lo lleve conmigo hacia atrás sintiendo mi espalda chocar contra la madera de la mesa, no era nada cómodo pero era lo que menos me importaba en ese momento, escuché como se quitaba el cinturón y no tarde en retirar mi blusa dejando que su boca empezara a recorrer mi cuello entre húmedos besos, su tacto en mi cuerpo se sentía glorioso, y pronto pude sentir la plenitud de su miembro dentro de mi haciéndome jadear del placer que me provocaba, era simplemente imposible de expresar todo lo que mi cuerpo sentía al estar con el.

Él podría hacer a su antojo, todo lo que quisiera conmigo y gustosa lo aceptaría.

Aquellos gruñidos que soltaba a cada embestida que daba contra mi me hicieron sentir la tensión en mi vientre bajo indicándome que estaba próxima al clímax, si el seguía moviéndose y mirándome de aquella forma, no estaba segura de poder durar mucho más.

—Peter...—Su nombre salió de mis labios al llegar al orgasmo, el todavía continuó unos minutos hasta que de igual forma terminó en mi interior, tan pronto como mi cuerpo se relajó sentí la incomodidad de la madera haciéndome quejar.—Oh mierda, recuérdame no volver a hacerlo en la mesa.

Pude verlo sonreír mientras recuperaba el aliento y volvía a colocarse su pantalón, al estar ambos vestidos me sujetó de la cintura cargándome mientras yo me enrollaba en su cintura teniendo firmeza, haciéndome reír entre besos me llevó a la cama recostándome mientras el se mantenía encima de mi.

—¿Ya te he dicho lo hermosa que eres?—Murmuró contra mis labios.

—Dilo mil veces, nunca me cansaré de escucharlo.—Suspiré.—Ámame tanto como yo a ti.

—Mi hermosa y pequeña Dafne.—Dio un ultimo beso antes de levantarse para que yo me reclinara a verlo.—¿Cómo puedes amarme?

—No lo sé, solo lo hago...—Coloqué mi mano en su mejilla para apreciarlo.—Nací para adorarte y darte todo mi amor, sin ti no tengo otro propósito ni razón de vida Peter, vivo por y para ti... Te he amado durante mucho tiempo y lo seguiré haciendo.

Realmente me ponía a pensar, ¿Cómo podía amarlo? Después de todo lo que me había hecho mi corazón se seguía acelerando al sentir sus labios contra los míos, al escucharlo decir que me amaba, incluso si era mentira, incluso si solo me estaba utilizando, lo seguiré adorando. Sabía que mis sentimientos iban mucho más allá del entendimiento humano y quizás había enloquecido pero no me importaba, con la poca cordura que me quedaba estaría ahí para el dándole cada latido de mi corazón, cada respiración y partícula de mi vida, era suya.                 
Mi vida era suya.

Poniendo los pies sobre la tierra recordé algo que tenia muchas ganas de decirle pues incluso sabiendo mis limitaciones, habían cosas que quería hacer aunque el las desaprobara por completo, había pasado la vida entera encerrada, ¿Tenia algo de malo querer una probada de lo que era la juventud?

—Quiero ir a una fiesta.—Hablé de golpe y el hizo una mueca.

—No iras a ningún lado.—Contestó dándome la espalda.

—¿Qué? ¿Por qué no?—Me quejé, era injusto, nunca le pedía nada.

—Sabes que no puedes salir de aquí sin mi.—Rápidamente analizo lo que había dicho y regreso a verme.—¿Haz estado relacionándote en la escuela?

—No es eso...—Mentí.—Todos se van a reunir y quería ir también, nunca he hecho algo así.

—Y tampoco lo harás, está prohibido.—Enarco sus cejas.

—¡Todo lo que quiero hacer está prohibido!—Me exalté haciendo que las luces empezaran a fallar, me empezaba a cansar el aislamiento.

—Dafne, detente.—Advirtió.—No me hagas enfadar.

—¡No! ¡Ya no quiero estar encerrada!—Quizás solo era una rabieta pero no podía evitar sentir mis emociones cambiantes.—¡Estoy harta!

Ahí estaba de nuevo su semblante aterrador, con su mano sujetó mi cabello tirando de el para así verlo, como pude intenté alcanzar su muñeca para que me soltase.

—Cierra la boca o yo me voy hartar de ti.—Habló entre dientes manteniendo la presión con su mano.

Al ver mi expresión furiosa y ojos cristalizados por las lagrimas que el dolor junto a la rabia me causaban me soltó sin decir nada más dejándome en la habitación cerrando la puerta detrás de él.

—Idiota...—Acaricié mi cabello mientras sentía mis mejillas empaparse de lagrimas.

Mi mirada busco por la habitación hasta que finalmente dio con mi salida, la ventana, no tenía por qué enterarse.

Obsession |Peter Ballard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora