18 | Hay ocasiones en las que no es bueno etiquetarse

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Dominic

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Dominic

¿Era posible que me ocurriera algo después de tener días tan estresantes en los que mis nervios estuvieran enloquecidos?

Lo que había sucedido en la gala no se comparaba con lo que esta había traído y que no tenía ninguna relación con aquellas estupideces que hice. Aquello había acercado a Tris a mí y por consecuencia, todo lo que estaba ligado a la amistad que habíamos tenido. Skye formaba parte de eso.

Luego de haber intentado disculparme en el pasado y no haber tenido éxito, había asumido que jamás estaría frente a ella de nuevo. No imaginé que algún día estaría fuera de la enorme casa que Tris había comprado para vivir con su hermana y su abuelo, sintiéndome al borde de vomitar el desayuno.

No era de los que preparaban un discurso antes de una conversación importante, lo cual hacía mucho más difícil poder calmarme antes de bajar del coche y tocar el timbre.

Tomé una bocanada de aire y me armé de valor. Guardé las llaves en mi bolsillo del pantalón y me dirigí hasta la entrada. Divisé a Tris junto a Skye y su abuelo en el jardín, riendo mientras sacaban naranjas de un árbol y las recolectaban en una canasta.

Por la noche, mientras él dormía, me pregunté si realmente debía seguir a su lado luego de ese día. Según yo, las probabilidades de que resultara mal eran altas, y si había una pequeña posibilidad de que él decidiera mantener nuestra amistad a pesar de eso, me sentiría culpable.

No sabía cómo era la Skye de veinte años, pero si Tris era orgulloso y rencoroso, a los diecisiete ella lo era el doble; siempre me había parecido que era una versión más seria, firme e intensa que su hermano. Eso me hacía pensar que si algo de nuestra conversación no le parecía bien y él continuaba con nuestro vínculo más allá de la relación falsa que teníamos, se ganaría problemas con ella. Aquello no era justo y no quería ser yo el responsable. Cargaba con demasiada culpa por lo que había hecho como para además atribuirme inconvenientes entre ellos.

Por otro lado, sabía que, en parte, me estaba imaginando en aquel escenario porque no quería ser desechado por él. Mi mente me decía que si podíamos protegernos, tomara la iniciativa de retroceder antes de que eso sucediera.

Cuando estuve a punto de tocar el timbre, vi a Tris caminando hacia mí. Echó su pelo rubio hacia atrás, este regresó a cada lado de su frente y sus labios se entreabrieron, soltando un resoplido. Aquel gesto de frustración que me parecía divertido y adorable a la vez.

Joder, si aquello terminaba incluso antes de empezar iba a doler tanto.

No quería ese dolor de nuevo.

Había dicho que quería besarlo una última vez, pero en aquel momento, observándolo mientras me permitía la entrada a su hogar, me sentí estúpido por no haberlo hecho más. No había sido suficiente.

—¿Cómo estás? —preguntó cuando se hizo a un lado. Me encogí de hombros, esbozando una leve sonrisa.

—Un beso de buena suerte no me vendría mal.

Entre letras y notasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora