30 | Encuéntrame en nuestro trono

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Tristan

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Tristan

Parecía que como familia estábamos viviendo nuestro propio fin del mundo, encerrados en casa como si fuera nuestro bunker, con miedo de que en cualquier momento llegase alguien a hacernos un tiroteo, mirando a nuestras espaldas ante cualquier ruido extraño y con la falta de costumbre de tener personas encargadas de nuestra seguridad y la de nuestro hogar las veinticuatro horas del día.

Cuando Caleb conversó conmigo en su oficina y me contó lo que estaba sucediendo con el esposo de mi madre, supe que las probabilidades de que las cosas resultasen mal eran altas, pero jamás pensé en todo lo que eso conllevaría más allá del impacto en mi carrera. No preví la inseguridad, el temor ni la desconfianza incluso en nuestra propia sombra. No me imaginé desear mensajes constantes de Dominic a lo largo del día solo para saber que se encontraba bien.

No teníamos ni la menor idea de si Oliver Bruce tenía a todo un equipo calculando los siguientes pasos que debían dar a modo de venganza por haberlo encerrado, por lo que la incertidumbre solo me hacía pensar en los peores escenarios. Ya no importaba que la gente estuviera relacionando mi nombre al narcotráfico, me importaba más el hecho de que nuestras vidas parecían pender de un hilo.

No me gustaban las dudas, las hojas en blanco, caminar sin siquiera tener el pequeño extracto de un mapa. Dominic era el experto en adaptarse a los cambios y fluir con cada decisión, yo necesitaba prepararme antes de reaccionar y tener una dosis de control en mis manos.

El abuelo, por su parte, estaba recurriendo a sus antiguos métodos de distracción, aquellos que comenzó a utilizar cuando consiguió nuestra custodia e intentó crearnos una nueva realidad en la que nos sintiéramos protegidos. Sabía que nos hacía bien seguir una rutina en momentos de estrés, por lo que estableció horarios para comer juntos y elaboró una lista de actividades de ocio para realizar entre los tres. Nos llevaba al jardín para enseñarnos algo nuevo, recogíamos frutas, cocinábamos pasteles, nos sentábamos en la alfombra a cantar con la guitarra, veíamos películas o recurríamos a algún juego de mesa.

En aquellas horas todo se sentía equilibrado, tranquilo y normal. Entrábamos en aquel cuento que él escribía para nosotros, donde no había villanos, solo colores intensos, un jardín con aromas dulces y un abuelo haciendo felices a sus nietos. Hasta que un guardaespaldas se cruzaba en nuestro campo de visión y su sola silueta nos recordaba que la calma no tenía espacio por toda la eternidad.

Cuando la puerta fue abierta por Alfred, uno de mis guardaespaldas, tanto Skye como yo nos sobresaltamos en el sofá. Esperaba ver a la policía o a Caleb, había olvidado por completo que la noche anterior Stella Hepburn se había comunicado conmigo para acordar una visita junto a su esposo.

El abuelo apareció en el pasillo y se dirigió a ellos para recibirlos con un abrazo, luego se encaminó a la cocina para permitir que nos saludaran y les tendió unos vasos con jugo natural cuando se sentaron en el sofá frente a nosotros.

Entre letras y notasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora