Dominic
Las cartas ya estaban echadas, las caras mostradas, las noticias expandiéndose, los ojos inquietos siguiéndome con curiosidad hasta la van, y mis padres en casa, esperando por mí.
El guardaespaldas condujo con prisa y respetó mis ganas de mantenerme en silencio. Encendió la radio en el momento en que el locutor terminaba de hablar del quiebre de la exitosa banda norteamericana que, «lastimosamente», solo había alcanzado una trayectoria de cinco años. De inmediato la cambió cuando comenzó a sonar una de nuestras canciones.
Deseché de mi mente el sonido de la batería de Connor y detuve el movimiento de mi pie marcando el ritmo, como si fuese una traición a mí mismo el solo hecho de recordar lo que tenía hacía un día.
No sentía rencor, ya tampoco rabia. Me había pasado suficientes horas asumiendo que tenía que suceder y que lo merecía. Lo que me hacía sentir como si me estuviesen dando patadas en el estómago era el hecho de que no me dolía, no como le habían dolido a Tris nuestras acciones en el pasado. Me lo merecía, pero aun así, no se sentía como el castigo que debía recibir. Y llegaba otra vez la culpa, enredándose entre mis brazos y buscando su camino hasta mi cuello para asfixiarme.
Había comenzado a pensar que la única forma de saldar mi deuda con él era a través del mismo sufrimiento. Las verdades que había recibido por parte de Tris habían dolido, pero tampoco bastaban para dejar ir lo que yo le había hecho alguna vez. No había nada que me hiciera pensar: «Bien, estoy viviendo lo mismo que él. Se siente como la mierda. Estoy pagando, este es el fin».
Cuando bajé de la van, dejé atrás al guardaespaldas para entrar a la casa y encontrarme con mis padres. Las maletas y el bolso cayeron al suelo cuando ambos me envolvieron con sus brazos y nuestro calor se mezcló y se concentró en mi pecho. Papá enredó sus dedos en mi pelo y mamá acarició mi espalda con lentitud.
Al mismo tiempo nos dejamos ir y mamá me acompañó hasta el sofá para sentarse conmigo. Papá me entregó un vaso con jugo natural y ocupó el otro lado. Parecía que ambos estuvieran uniendo fuerzas para armar un escudo a mi alrededor, preparados para cuando me rompiera. Pero nada me rompía lo suficiente. Nada me llevaba al límite que hacía un mes temía alcanzar y que, sentado ahí, necesitaba más que nunca.
No sabía si había algo mal en mí por no sentirme como cualquier persona lo haría en mi situación. Colapsada, nerviosa, triste y enrabiada. No podía deberse a la seguridad que había construido, no cuando sabía muy bien que estaba esperando un golpe peor. Quizás mis límites eran más difíciles de alcanzar.
Jamás les había guardado secretos a mis padres, por lo que decidí soltarlo todo, desde cómo sucedieron las cosas, hasta la manera en la que me estaba sintiendo. Ellos escucharon con atención, y podía asegurar que estaban haciendo esfuerzos por reservarse comentarios en contra de Chris y Connor. Tal vez por el mínimo respeto que aún les tenían; porque alguna vez les habían abierto la puerta de nuestra casa y los habían tenido comiendo en nuestra mesa, como dos hijos más.
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Entre letras y notas
RomanceTodo lo que tiene Tristan Everly lo ha conseguido con esfuerzo, y al parecer, su nombre seguirá en lo alto de Hollywood y de la industria musical por muchísimos años más. Los medios y el entorno lo aman, y aquello facilita cada paso que da. Dominic...