4. Hechizo

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18/12/2020

— ¡No puedes estar enfadado conmigo todo el tiempo Izzy! ¡Es molesto!

Protestó un pequeño niño (de edad, pues de estatura superaba por contados centímetros a Izzy) con los mofletes inflados, teñidos de un leve carmín al igual que punta de su naricita. Seguía con insistencia los pasos del niño pelinegro, pero este de repente le lanzó una bola de nieve a la cara lo que provocó hacer al pequeño Duff caer sentado sobre el espeso suelo de nieve.

— Te dije que no me siguieras. — Se quejó Izzy, resoplando por enésima vez. Sin embargo la petición no fue acatada por el otro, pues de nuevo le empezó a seguir después de haber retirado el resto de nieve en su rostro y parte de su abrigo.

— ¡Al menos dime una razón por la que no quieres perdonarme! — Exigió tomando a Izzy de la mano, pero él se deshizo del agarre tan pronto sintió la calidez ajena. Izzy se sintió asustado, así que desvío la mirada y sus propios pasos lejos del contrario. No le contesto nada, a lo que Duff prosiguió — En verdad quiero seguir siendo tu amigo. — Susurró con tono melancólico mezclado con impotencia.

Pensar que Izzy ya no le hablaría nunca más en la vida por culpa suya le hacía sentir enfadado. Y triste. Rechazado.

— Los amigos no se besan en la boca, Duff. — Dijo Izzy después de un par de segundos en silencio, pudo observar como la punta de las orejas del más alto se coloreaban de rosa. Imaginó que era por el frío.

Ahora fue Duff quien no contestó a lo dicho. Sentía vergüenza pero eso él no lo sabía, sólo sabía que se sentía raro cuando Izzy lo decía de esa forma, puede que tenga razón.

— Mi papá dice que los chicos no deben besar a otros chicos. Sólo a las chicas, no a los chicos. Besar a otros chicos es malo. — Argumentó Izzy mientras se arrodillaba para picar la nieve con una ramita que había hallado en el camino.

Duff se mantuvo cabizbajo, apretando con disimulo la esquina derecha del pecho. Realmente se sentía raro, ni siquiera sabía porqué sentía aquel peculiar ardor en ese sitio con cada palabra que el pequeño azabache decía. Simplemente sabía que no era de su agrado escucharlas, y de alguna manera no estaba de acuerdo con ellas.

Izzy se giró a ver a Duff al notarlo tan callado. Algo inusual en su persona, reconocía el menor de los Stradlin. Duff por lo general era el más extrovertido entre los dos, le encantaba bromear y contar chistes malos, pero ese día no había hecho ninguna broma tonta desde que se reunieron en el puente de escarcha. Izzy se mostró confundido, caminó hasta posicionarse cerca del otro niño. El pelinegro en realidad se había olvidado de que estaba "molesto" con Duff.

De hecho ni siquiera recordaba porqué lo estaba en un principio.

— ¿Oye qué te pasa? — Le preguntó Izzy, aventó una bola de nieve a al abrigo gris del niño rubio, pero Duff ni siquiera se inmutó al recibir el golpe. Izzy enarcó una ceja y volvió a lanzar otra bola de nieve hacia su dirección — ¡Contesta! — Exigió. Lanzando otra bola y luego otra, y otra y otra... sin obtener quejas ni una contestación a cambio.

Izzy finalmente se exasperó.
El niño para ser niño era alguien bastante temperamental a veces (siempre).

— ¡Dime qué tienes! — Zarandeó a Duff tomándole por los hombros, aunque tuvo que ponerse de puntillas para poder alcanzarle. Duff no le miraba y eso hacía que Izzy le sacudiera con más fuerza para obligarlo a que lo hiciera.

Al final no consiguió nada. Así que soltó a Duff de forma agresiva.

— Está bien si no quieres decirme. Me voy. — Escupió Izzy pasando de largo a Duff otra vez, emprendiendo su propio camino en dirección al palacio de hielo dejando ahí parado al otro niño. 

Izzy desconocía el origen de aquellas extrañas sensaciones acumulándose en su garganta y en el centro de su estómago. Corrió al palacio en busca del mayordomo Sebastian, pensó que tal vez el hombre le pudiera ayudar a curar su repentina enfermedad.

— ¡Sebastian! — Izzy corrió hacia los brazos del mencionado. El hombre lo recibió, aunque una expresión de sorpresa y confusión retrataba su rostro. El niño pelinegro hundió su cabeza en el pecho del mayordomo, sollozaba.

— ¿Qué sucede Izz? — Sebastian preguntó con tono de voz suave mientras acariciaba con delicadeza los finos cabellos azabache del menor.

— ¡Duff! — Fué lo único que dijo. Sebastian no comprendió a lo que se refería con simplemente decir el nombre de su amiguito, así que le volvió a hacer la misma pregunta.— ¡Me lanzó un hechizo!

— ¿Un hechizo? — El mayor alejó a Izzy para poder observar su rostro cubierto de lágrimas y su expresión angustiada.

Izzy asintió, frotando sus ojos con los nudillos.

Appetite For Duzzy. [BOCETOS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora