2. Amor veneno

656 70 33
                                    

💕El día de publicación de esta novela en principio será los viernes, pero cómo le habéis dado muchiiisimo amor al primer capítulo, esta semana os dejo un regalito. Espero que le deis el mismo amor a este.💕

Le apasionaba bailar, y más aún ver cómo sus pequeños alumnos progresaban cada vez más. Pese a que nunca se había planteado ser madre le encantaban los niños y ayudarlos a lograr sus metas como bailarines.

Desde bien pequeñita había soñado con bailar, vivir bailando básicamente, y era lo que estaba logrando. Desde dejar su pueblo de Granada con a penas 19 anos para irse a vivir a China con el objetivo de empezar su carrera como bailarina, o a Los Ángeles con la intención de formarse lo máximo posible y ganar experiencias, hasta bailar en los bares más cutres para sacarse algún que otro dinerillo. Así había conseguido montar una academia de baile para dar clases desde los más pequeños hasta los más adultos, además de subirse de vez en cuando a algún que otro escenario, con grandes cantantes o simplemente en espectáculos de baile.

Llevaba cumpliendo sueños desde que tenía uso de razón y quizás por eso se levantaba con esa alegría cada mañana, sabiendo que pasaría el día entero haciendo aquello que le apasionaba.

Nadie le había regalado nada, eso estaba claro, y era algo que le enorgullecía enormemente. Y aunque la vida no se lo había puesto fácil, ella había ido subiendo escalones poco a poco.

Ese era uno de esos días en los que estaba agotada, pero feliz. Feliz, porque se había dedicado gran parte de la mañana a preparar una coreografía nueva, que presentarían sus niños en un concurso de baile, y estos habían sido muy rápidos en aprenderla.

Una vez acabó su última clase del día, recogió su sala y se aseguró de dejar bien cerrada la puerta. Aprovechó que no era demasiado tarde para ir a los vestuarios y darse una ducha, pues había quedado en un rato con un par de amigos.

Ya duchada y cambiada salió de la academia, no sin antes recordar a Marta, la recepcionista, que cerrara la puerta al salir. Normalmente era ella misma la que abría por las mañanas al ser la primera en llegar, pero rara vez se quedaba hasta tan tarde como para ser la última en salir, así que lo habitual era que la recepcionista cerrara la puerta.

Caminó a paso ligero durante algunos minutos, hasta llegar a la terraza de  su bar de confianza, aquél en el que solía quedar habitualmente con su grupo de amigos. Al llegar ya se encontraban allí Ricky, uno de sus mejores amigos, y Laura, o Dama, como la llamaba todo el mundo, su compañera de piso y de trabajo, además de una de las mejores personas que tenía en su vida, casi su hermana.

Habían quedado allí, como practicante cada viernes, para tomar algo. Pedían unas cervezas, unas cuantas rondas en realidad, si surgía terminaban cenando allí o en cualquier otro sitio y de vez en cuando el plan terminaba en fiesta. Por lo general estaban ellos tres, aunque alguna que otra vez se unían algunas amigas y bailarinas de la academia de Mimi.

—Ya estoy aquí. — anunció saludando a ambos amigos con un par de besos y tomando asiento en la última silla libre.

—Que pronto sales hoy, ¿no? — comentó Dama, pues por obvias razones estaba más que al tanto de sus horarios.

—Sí, es que teníamos la coreo ya montada y no hemos tenido que quedarnos más de la hora. — explicó — Además no he pasao por casa, — comentó señalando el bolso de deporte que acababa de dejar a su lado — y ni me he molestado en lavarme el pelo, así que aquí estamos. — dijo riendo.

—Tía, tienes una cara de cansada impresionante. — fue Ricky el que habló esta vez.

—Gracias, yo también te quiero. — dijo la granadina rodando los ojos — Es que estos cabrones para tener cinco años no veas, lo dan todo.

Miedos tatuados en la piel // Miriam²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora