9. Un café y a casa

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Se miró en el espejo por décima vez en dos minutos. No, aquello tampoco le convencía; volvería a cambiarse.

Suspiró frustrada y rebuscó con ganas en su armario, tenía que tener algo que ponerse para aquél día. No podía ser tan difícil escoger outfit para un simple desayuno de sábado. Además, estaba segura de que Mimi no saldría de aquellos chándals con los que estaba acostumbrada a verla.

Sacó un conjunto vaquero de pantalón y chaqueta con estampado de flores, era su última opción. Lo combinó con un top negro y aprovechó para añadir unos cuantos collares y anillos, como a ella le gustaba.

Usó todo su autocontrol para no pasarse con el maquillaje, pues era un plan sencillo. No paraba de repetirselo.

«Es un plan sencillo, Miriam», se decía. «Te tomas un café y a casa»

Cogió sus cosas, asegurándose de llevarlo todo, y salió de casa rápidamente. Tenía que caminar unos quince minutos hasta la cafetería en la que habían quedado, y ya iba algo tarde, lo cual le estresaba muchísimo, si había algo que Miriam odiaba eso era la impuntualidad. Pero claro, si no hubiera estado más de veinte minutos para decidir qué ponerse, entonces iría puntual.

Por suerte, cuando llegó al lugar Mimi todavía no estaba por allí. Algo raro, pues había sido ella misma la que había propuesto aquél local después de disculparse con la gallega el día anterior.

Se sentó en una de las mesas que había libres, pero no tuvo que esperar más de cinco minutos para ver a a la granadina entrando por la puerta. Iba vestida con unos vaqueros anchos y una camisa blanca, algo sencillo, pero estaba claro que había acertado. Además, llevaba colgada su bolsa de entreno del hombro.

-Lo siento, perdón. - se disculpó repetidamente al llegar a donde estaba la gallega - Perdón, por el retraso, y por las pintas. - dijo señalando su bolsa de deporte, mientras la dejaba en un lugar en el que no molestara demasiado - Pero he tenido que pasar por la academia un momento antes de venir aquí.

-Vaya, no te hacía tan madrugadora. - aprovechó para bromear Miriam, pues el último día que se habían visto el ambiente había quedado algo tenso, y para nada quería que aquello quedara así.

-Son las diez de la mañana, no es para tanto, ¿no? - comentó la bailarina riendo, que para nada se había ofendido con aquél comentario. Es más, estaba aliviada de verla bromeando tras su metedura de pata y lo mucho que le había costado convencerla para salir aquella mañana - ¿Has pedido ya? - preguntó cesando su risa al recordar cómo le habían rugido las tripas minutos antes.

-No, te estaba esperando.

Poco tardaron en atenderlas, y en menos de diez minutos ya tenían sus respectivos desayunos en la mesa. Mimi había optado por unas tostadas de aguacate, acompañadas de un buen café, mientras que la gallega había preferido un gran trozo de bizcocho de chocolate junto a una infusión.

-Así que una infusión. - comentó Mimi riendo al ver que la otra asentía efusivamente - No te hacía de esas, pero ahora que lo pienso te pega tela, eh.

-Es que no quiero empezar con café de buena mañana, ese tocará después de comer, cuando tenga que pasarme unas cuantas horitas sentada en mi escritorio. - aclaró - Tocará una tarde intensa. - suspiró, pues aunque amaba a sus niños, aquello de ser profesora era un trabajo duro. Sí quería hacer las cosas bien no podía ceñirse a aquél absurdo horario de ocho a dos de lunes a viernes, tenía que meter muchísimas horas en casa.

-Y... ¿Puedo preguntar porqué? - preguntó con cautela y algo de miedo, no estaba dispuesta a volver a meter la pata. No sabía porqué pero había algo en Miriam que le llamaba la atención, que le removía por dentro como hacía mucho que nadie lo hacía, y por eso no podía permitirse volver a enfadarla.

Miedos tatuados en la piel // Miriam²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora