12. Abrirse

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Aquél ambiente distendido se había convertido, en cuestión de segundos, en una Miriam teniendo un ataque de ansiedad y una Mimi bloqueada, sin saber cómo actuar ante aquella situación.

-Miriam, relájate, por favor. - pidió la granadina, sin saber muy bien cómo actuar ante aquello - Venga, respira. - la instó acariciándole ambos brazos con cariño. Le quitó el móvil de las manos con cuidado, dejándolo a un lado, y la ayudo a incorporarse, con la esperanza de que pudiera respirar mejor.

La gallega respiraba con dificultad cogiendo bocanadas de aire, tratando de normalizar su respiración y cesar sus lágrimas, mientras Mimi estaba ahí con ella, agarrándole las manos y haciendo que la mirara.

Miriam tardó unos minutos en relajarse, pero ayudada por la calma que le transmitía la rubia logró calmar su respiración. Y de pronto se vio ahí, desnuda e indefensa y no pudo evitar morirse de la vergüenza. Se tapó rápidamente con la sábana y se cubrió la cara con las manos.

-¿Estás mejor? - preguntó Mimi, la gallega simplemente asintió sin mirarla - ¿Te quieres ir? - Miriam volvió a asentir, pues lo único que quería era salir corriendo al hospital y ver cómo estaba su sobrina - ¿No estás cómoda? - preguntó temerosa la granadina, que lo último que quería era hacer sentir incómoda a Miriam.

-¡No! - exclamó rápidamente. Ni mucho menos le había incomodado aquella situación con Mimi, pero estaba tan nerviosa que ni siquiera sabía cómo expresarlo. Así que simplemente agarró su móvil y le mostró el mensaje de su hermano, lo había mandado hacía apenas media hora, así que todavía debían de seguir allí.

La granadina suspiró aliviada. Por lo menos sabía que toda esa situación no se había generado por su culpa. Pero también estaba confundida; le costaba entender que Miriam se pusiera tan nerviosa por aquello, pues seguramente su sobrina no tendría más que un resfriado o un pequeño virus.

-Te llevo. Estás muy nerviosa, Miriam. - dijo ante la negativa de la gallega - Vamos a hacer una cosa. Te duchas, te dejo algo de ropa y te llevo para allí.

Miriam la miró, y quizás fue porque se lo había dicho con aquella sonrisa o porque de pronto Mimi le transmitía una confianza y una tranquilidad que ella misma no tenía, pero no pudo hacer otra cosa que aceptar su propuesta.

-¿Me puedes hacer un favor? - preguntó la gallega, mordiéndose el labio nerviosa. No quería pecar de confiada, pero no se veía capaz de hacer aquello sin derrumbarse. Mimi asintió casi automáticamente, quizás porque veía a Miriam tan nerviosa todavía que no pudo hacer otra cosa - ¿Puedes llamar tú a mi hermano y decirle que vamos para allá? Es que sé que si hablo con él me voy a poner peor y... - dijo comenzando a alterarse.

-Eh, Miriam. - habló la granadina acunándole la cara con ambas manos - Yo lo llamo, - afirmó - no te preocupes. Tu relájate un ratillo en la ducha, me saqueas el armario y vienes a desayunar. ¿Sí? - Miriam simplemente asintió sonriente, y de manera rápida e impulsiva estampó sus labios contra los de la granadina, para después salir corriendo hacia el baño.

Mimi se quedó ahí plantada, con una sonrisa tonta adornando sus labios y con la mirada perdida en la dirección en la que la gallega se había ido.

Tardó un par de minutos en reaccionar y recordar lo que Miriam le había pedido. Cogió el móvil de la gallega, que seguía sobre la cama, y pulsó sobre el contacto de Efrén, que tardó algo más de lo esperado en contestar.

-Miri, perdón si te asusté, pero tenía que avisarte porque sino sería peor. - habló el gallego nada más descolgar la llamada

-Esto... - titubeó Mimi, pues aunque pudiera parecer todo lo contrario aquella situación le ponía nerviosa - Soy Mimi.

Miedos tatuados en la piel // Miriam²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora