10. No me gusta Mimi

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—Miriam, que te estoy hablando. — la llamo el gallego.

Aquella tarde Efrén había decidido acompañar a su hermana a llevar a Sara a su clase de baile. Así que una vez la pequeña se hubo reunido con todos sus compañeros ellos decidieron tomar un café para hacer tiempo hasta el final de la clase.

Y lo cierto era que el gallego notaba a su hermana distante, distraída y perdida en sus pensamientos, por lo cual no habían podido mantener una conversación, sino que era él el que hablaba sin obtener respuestas por su parte.

—He besado a Mimi. — soltó de pronto Miriam. Así, sin anestesia, sin previo aviso.

Efrén no pudo contenerse ante tal confesión, abrió los ojos y la boca de manera exagerada y se quedó congelado. Lo que le sorprendía no era que su hermana hubiera besado a una mujer, lo realmente sorprendente era que su hermana habi besado a alguien, y además se lo estaba contando. Así que decidió medir sus palabras.

—Pero... — titubeó el mayor — ¿Cómo?

—No lo sé, Efrén. — contestó rápidamente ella, agachando la mirada — Pero no te preocupes, porque no va a volver a pasar.

—Frena, fiera. No saques las garras ni te pongas a la defensiva.

—No estoy a la defensiva, solamente te estoy contando lo que hay. — dijo Miriam, volviendo a mirar a su hermano — Pasó, no sé cómo, pero no volverá a pasar. — repitió.

Efrén sonrió levemente, pues sabía lo que aquello significaba.

—Te ha gustado, ¿verdad? — la menor negó y escondió la cara entre sus manos para ocultar lo roja que se estaba poniendo de pronto — Te gusta Mimi. — sentenció el gallego.

La estaba besando. Mimi la estaba besando y ella estaba ahí plantada, sin moverse lo más mínimo. Pero, ¿qué se suponía que tenía que hacer? Hacía años que no sé besaba con nadie, y ni mucho menos se esperaba aquello en aquél momento.

La granadina, al no verse correspondida, comenzó a alejarse, avergonzada. Pero algo hizo click en Miriam en ese momento. Algo que le hizo tirar de la camisa de Mimi y seguir con aquél beso de manera improvisada.

Al separarse, la gallega notó como todo el calor subía a sus mejillas y estas empezaban a teñirse de un ligero tono rosado, mientras que la rubia se mordía una sonrisita culpable que amenazaba con salir.

—Tengo que... — titubeó la menor al darse cuenta de lo que acababa de hacer — Tengo que subir a... Bueno, a... — continuó atropelladamente — A corregir exámenes, sí, eso es.  — dijo finalmente, haciendo reír a Mimi.

La granadina no era capaz de entender cómo podía avergonzarse tanto por algo tan simple como un beso. Porque sí, ella era así; besaba cuando le daba la gana y sin sentimientos de por medio.

—Venga Miriam, soy tu hermano. — escuchó como insistía el gallego, sacándola de sus pensamientos.

—Que no Efrén, no insistas. — pidió — A mi no me gusta ni me va a a gustar nadie nunca. — declaró con mucha seriedad, haciendo reír a su hermano, que tenía más que claro que aquello era mentira, pues la gallega aún era muy joven como para pensar esas tonterías.

—Nunca voy a entender que después de tanto tiempo sigas diciendo eso. — aprovechó para soltar el chico.

Era consciente de que hacía algún tiempo que su hermana iba a mejor, y por esa misma razón estaba intentando que se abriera algo más con él, que le contara el porqué de no dejar entrar a nadie en su vida después de seis años.

Miedos tatuados en la piel // Miriam²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora