CAPÍTULO 8

22 5 2
                                    

El coche. El puto coche de Ismael.

Estaba sentada en el mismo sitio donde se había desencadenado la discordia.

- Bueno...

Lo miré. Daba pequeños golpes al volante, nervioso.

- ¿Estás mejor? -preguntó.

- Sí.

- ¿Me odias?

- No.

Ismael me miró, pero yo desvié la mirada al cristal. No lo odiaba, lo quería. Pero obviamente no iba a decirlo.

- Mar, cuando te dije que me gustabas no mentí. Pero... Bueno, es innegable que hemos ido a toda hostia en nuestra relación. Aún así, no quería decir que quisiera ser tu amigo. Quiero ser tu amigo, pero...

Se quedó callado, y yo lo miré.

- Pero también quiero besarte.

Se me cortó la respiración unos segundos.

- Y otras cosas.

¿Otras cosas?

- He pensado y... Creo que hay una solución. No te la dije porque no pensé que tus sentimientos eran como los míos, la verdad. Pero... No sé. Si tú tienes ganas y yo también, podemos... Bueno, ya sabes. Pero sin ser nada formal. Quiero decir...

- Follamigos -dije yo.

- Sí, bueno... Eso... -dijo, rojo como un tomate.

De nuevo se hizo el silencio en el coche.

- Osea, pero no malentiendas -aclaró rápidamente-, no es por vicio, quiero decir... Me gustas mucho. Muchísimo. Entonces si los dos queremos no tenemos por qué reprimirnos. Simplemente hacemos lo que nos apetezca en cada momento, y mientras nos seguimos conociendo...

No dije nada. Solo lo continué mirando mucho rato, no podía creerme todo lo que acababa de decir. Era tan raro y al mismo tiempo tan buena idea.

- Vale...

Ahora era yo la que estaba roja, podía notar cómo mis mejillas se ponían ardiendo.

Empezaba a oscurecer y las farolas se encendieron, todo volvió a como era aquella noche.

Isma me tocó las mejillas, que cada vez ardían más, las tomó entre sus manos y acercó mi cara a la suya. Su respiración y la mía, calientes, de nuevo juntas. Cerré los ojos y disfruté de la sensación cálida que me producía estar a su lado.

Y de una forma lenta, pero continua, sus labios se presionaron contra los míos. Comenzamos a moverlos suavemente. Coloqué mis manos en su cuello e intensifiqué el beso. Empezaba a sentir la sensación húmeda en mi entrepierna.

No teníamos los cinturones puestos ni nada, así que, aunque con un poco de dificultad, me senté encima de Isma sin separarnos. Para colocarme bien me moví un poco, inevitablemente moviendo también su miembro, el cual podía notar sobresalir encima de su pantalón. Ante ello, soltó un gemido que me puso a cien. Nunca había tenido tantas ganas de follar con nadie.

No esperé más y convertí el primer beso romántico en uno muy húmedo, juntando nuestras lenguas y moviéndolas a la vez. No sólo movía su lengua, Isma también pasaba sus manos por todo mi cuerpo. Yo hice lo mismo, y antes de darnos cuenta, nos habiamos quitado nuestras camisetas. Sentía mi pecho junto al suyo, nuestras respiraciones aceleradas se acompasaron y tuvimos que separarnos para coger aire.

No duró mucho hasta que volvimos a besarnos, pero sí lo suficiente para ver cómo me comía con los ojos.

Yo no podía esperar más, pero para comerle otra cosa.

Salimos un segundo, pero para entrar en la parte de atrás del coche, que tenía los cristales tintados y además teníamos más espacio para cumplir cualquier fantasía sexual.

Se bajó los pantalones y a continuación la ropa interior, dejando al aire su gran pollón. Lo cogí entre mis manos, estaba muy duro y caliente. Lo chupé de arriba a abajo, deteniéndome en la punta, y después me lo metí entero en la boca. Mientras hacía esto, Isma no paraba de gemir. Sus gemidos sonaban muy bajos, pero muy roncos también. Antes de correrse, me empujó y me tiró contra la puerta contraria. Me abrió las piernas de una forma brusca que me ponía demasiado cachonda y empezó a chuparme a mí mis partes. Enseguida empezó a usar también sus dedos además de la lengua, y no solo para tocar, también los metía.

Mis gemidos eran bastante más altos que los suyos, y yo sí me corrí. Noté cómo chupó hasta la última gota.

Isma cogió una caja de condones de la guantera y sacó uno.

- ¿Sueles follar mucho aquí? -pregunté aguantandome la risa.

- En realidad no, están nuevos, los compré para ti.

Efectivamente la caja estaba entera.

- Así que dabas por hecho que iba a decirte que sí...

Me coloqué encima de él de nuevo, le quité el preservativo de las manos y se lo puse yo. Lo besé mientras me penetraba.

- Vi cómo me miras -fue lo único que consiguió decir entre gemidos, mientras saltaba sobre él.

Me besó con lengua otra vez, me dio tres azotes, me agarró las tetas, me chupó el cuello y mil cosas más, como si supiera todo lo que me ponía cachonda. Y entonces, cuando estábamos a punto de llegar al orgasmo, me cogió del cuello y me besó de una manera incluso más caliente que antes.

Nos encogimos de arriba a abajo cuando llegó el orgasmo, al cual siguieron unos cuantos más.

- Vamos a mi casa -dije-. Me falta espacio aquí para hacerte todo lo que quiero.

Sonrió y esa sonrisa casi me mata. Había tenido como cuatro orgasmos, pero aún así seguía demasiado caliente.

- Hoy no vas a dormir.

ANIMALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora