Capítulo 1: Un hogar pasajero

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I

Corriendo por los pasillos de la oscura casa. Un grupo de niños semi desnudos-calzones, un solo calcetín, despeinados y sin asear-gritaban y huían de la madre que intentaba vestirlos apresuradamente.

-Illumi, ayúdame con los niños-Se dirigió la mujer a su hijo mayor, con la voz tan tensa que se quebraba al terminar cada palabra-Esta mañana están insoportables.

El joven de unos 14 años, rostro inexpresivo y vestido impecablemente se acercó y asintió. Le murmuró a la madre en un tono suave, pero que mostraba cierta rebeldía al contradecirla:

-No es que estén insoportables, no has puesto la música ni calentado los uniformes antes de intentar vestirlos.

La madre hizo oídos sordos del comentario de su hijo, y se marchó a una sala continua donde había bastante luz natural y un gran espejo. Se dispuso a maquillarse y arreglarse el cabello mientras que Illumi encendía un equipo de música y en lo que comenzaba a sonar una dulce y alegre música para niños, ofrecía la ropa que entibiaba con una plancha a cada uno de ellos.

-Hermano, ¿porque no están los sirvientes hoy?-Se dirigió a él Killua, el mayor de los hermanos pequeños presentes.

-Tuvieron cosas que hacer.

La verdad era que los sirvientes no estaban presentes porque la familia estaba refugiándose luego de unos negocios que no habían salido bien. Era una familia adinerada y poderosa, por lo que caer en discordias con familias de similares características significaba recurrir a la discreción hasta que se calmaran los asuntos. A la familia no le había sucedido jamás, pero siguieron los consejos de los más antiguos miembros y por ello, Silva, el padre y jefe de la familia, se encontraba haciendo negociaciones lejos del hogar. La instrucción que había deja a Kikyo, su esposa, fue que cuidara de la casa, los niños y los matriculara en un colegio que no levantara sospechas de su identidad. Sin embargo, para la inexperta mujer, los trabajos de ama de casa que resultan cotidianos en una esposa común y corriente, eran de una complejidad inalcanzable. Por suerte para ella, estaba su hijo mayor Illumi, que había cumplido con tareas maternales desde que tenía memoria, y se sentía a gusto con ello la mayor parte del tiempo.

La madre encendió el lujoso auto-que se negó a dejar atrás aunque fuese por un tiempo-Y subió uno a uno a los niños: Kalluto, el menor, en su sillita. Alluka, la siguiente, al lado de Kalluto. Killua luego, que jugaba con unos aviones de juguete. Kikyo abrió la puerta de copiloto y a empujones intentaba meter a Illumi, que la interrumpió repetidas veces diciendo:

-Espera, espera, madre.

-¿Qué quieres ahora?

-Te falta uno.

-¿Qué cosa?

-Falta uno de los niños.

-Eso no es cierto. Uno, dos, tres y contigo, cuatro.

-Por eso, falta uno.

Kikyo estaba algo desconcertada, hasta que recordó a su hijo Milluki, el siguiente después de Illumi, un niño de 10 años en ese entonces.

Entró al auto y comenzó a tocar la bocina de forma estrepitosa. Los niños en el asiento trasero se taparon sus orejas y chillaron, pero sus chillidos fueron acallados por el llanto aún mayor del niño que venía saliendo de la gran casa.

-Madre, te lo ruego, mátame, pero no me lleves a ese lugar.

-Será divertido, tendrás amigos y aprenderás. Y dejarás a mami tranquila por la tarde, sube al carro.

-Madre, por favor, mátame antes-Rogaba Milluki, con los mocos fluyendo pegajosamente hasta su boca.

-Madre te ha preparado una merienda envidiable-Le mintió Illumi-Pero solo la puedes comer en el colegio.

-¿De verdad?-Respondió el niño, algo más tranquilo.

-Sí, verdad, lo juro-Interrumpió la madre-Todo lo que quieras pero SUBE AL CARRO.

Camino al colegio, Illumi miraba las calles. No era un lugar como los que acostumbraban a visitar. La experiencia de ir al colegio no le entusiasmaba, pero lo tomaba como algo transitivo. Su padre dijo que debían actuar como personas normales en un lugar así. Entonces él haría todo lo que se esperaba de él: hacer deberes, cumplir horarios y rutinas, no dar problemas.

II

Illumi se sentó en su lugar. Luego de realizar con mucha lentitud, sus deberes, para no llamar la atención ni destacar, Un muchacho pelirrojo se acercó a él y lo miró de cerca, intimidándolo con sus ojos dorados y sonrisa burlesca.

-Tienes un nombre terrible-Le dijo sin titubear.

-¿Cómo?-Respondió Illumi, sin hacer ni un desvarío en su rostro.

-Gittarakuru es el nombre más terrible que he escuchado en toda mi vida.

Illumi siguió mirando sus cuadernos e ignoró al muchacho.

-Me llamo Hisoka, puedes burlarte de mi nombre.

-No quiero burlarme, no es un mal nombre.

-Podemos ser amigos.

-No me dejan tener amigos.

-¿Y qué? ¿Tienes 5 años o eres tarado? ¿por qué haces caso con algo así?-Dijo Hisoka echándose a reír en su cara. Pero Illumi no dijo nada.

-Tu nombre es terrible, tienes una cara extraña y tu comportamiento es una mezcla entre terrible y extraño. Es perfecto para ti.

-Piérdete y ve a buscar amigos en otro lado.

-Tienes razón.

Illumi miró de reojo con mucho disimulo a Hisoka mientras se alejaba a la otra esquina del salón, haciendo bromas a quien se acercara. En un momento, sus miradas volvieron a cruzarse, Sin embargo Hisoka no quiso hacer otro comentario hacia Illumi. Illumi fingió que no lo miraba, y continuó su tarea.

III

Illumi estaba en la mesa junto a sus hermanos. Kikyo preguntaba a los más pequeños qué cosa habían aprendido en el colegio y si se habían divertido, sin escuchar realmente sus respuestas. Illumi escuchaba Milluki quejarse acerca de las burlas de sus compañeros y rogaba por no tener que ir nuevamente al colegio. Su hermano mayor le respondió, casi sin darse cuenta "no estuvo tan mal".

Al día siguiente, luego de la misma rutina, Illumi se encontraba en el mismo pupitre. Mientras el maestro escribía distraídamente en el pizarrón, Hisoka se aproximó a Illumi por la espalda.

-Oye, Gittarakuru. Oye, oye, oye, pssst.

-¿Qué carajos?

-Huyamos de clases el viernes.

-¿No tienes a nadie más a quien molestar?

-Sí, pero tú me caes bien. Seamos amigos, vamos el viernes, será divertido.

-¿Y qué haremos?

-Subir en bicicleta la montaña, tomar cerveza, no sé, lo que sea.

-¿Podemos...?

-No, no podemos. De eso se trata... Eres realmente extraño, no vayas a arruinarlo.

Amantes (Una novelita Hisollumi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora