Cap. Especial: Illumi

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Un 31 de octubre, 24 años antes.
El primer hijo de una unión extraña, desaprobada, despreciada, entre una niña menor de edad, pobre, "quizá asiática... Esa raza" decía mi abuelo. Y el joven hijo de un magnate de la moda ruso.

Nací. De esa unión delirante e impulsiva, un 31 de Octubre hacía 24 años.
 

De rasgos finos, ojos negros, cabello imposiblemente más brillante y liso. "Nació con rasgos asiáticos" despreció mi abuelo. Mi abuelo tomó mi cuerpo frágil de la cuna. "Tiene los rasgos asiáticos de su madre..." Dijo con cierto desprecio. Me entregó a mi madre, aún niña, recostada en la cama. Ella agachó la mirada, y mi abuelo salió serenamente por la puerta.

 Mi padre no dijo palabra.Silva, mi padre, aunque enamorado en ese entonces de la inestable mujer que es mi madre, esperaba, sin embargo, a un niño claro, ojos azules, rubio como la plata.

Illumi, me llamó mi madre. Para así invocar, con una sola palabra, la luz que no heredé de mi padre. Y ser un digno hijo suyo. Mas no fue suficiente

Mis primeros recuerdos con ella, son viéndola, desde la puerta del baño, vomitar después de comer.

-Cariño, trae a mami esa toalla, esa toalla de ahí...-Me decía agitada al terminar su incomprensible ritual. Secaba el sudor que le producía inducirse el vómito.

-Illumi, mami es linda?-Me preguntó con la voz rasgada.

-Es muy linda- Le respondí, con sinceridad y miedo.

-Tú y yo nos parecemos mucho. Debemos preocuparnos de nuestra imagen. Si no me preocupara de mi figura, tu padre no se habría fijado en mí. Mami cumplirá 18 la próxima semana y nos podremos casar al fin con papá... Estoy tan feliz, tan feliz.

Tan feliz. "Tan feliz"... Tan feliz. Así estaba yo cuando a mis 3 años, mi madre me presentó a mi hermanito Milluki. Sólo que ella no estaba feliz. De ojos oscuros, tez blanca. Otro hijo con su piel calcada.

-Mamá, déjame ver al bebé Milluki otra vez!-Rogué.

-¿Quieres verlo otra vez?... Yo desearía no haberlo visto nunca-Me contestó ella.

El matrimonio de mis padres, jóvenes aún, enamorados con tal pasión hacía pocos años que se enfrentaban a los obstáculos más difíciles, yacía ya desmoronado. Mi madre, como si de una profecía se tratara, a sus 20, había dejado de ver a sus hijos. Una extraña enfermedad a la vista le fue diagnosticada.

El médico lo atribuyó a los cuadros de desnutrición en su infancia.

Nadie hizo comentario alguno acerca del hábito de inducirse el vómito de mi madre y la desnutrición que eso le provocaba. Era un secreto. Un vergonzoso secreto a voces.

Los gritos y la desarmonía reinaban en aquella mansión de ensueño, en la que vivía una familia, a ojos del resto, envidiable.

Mis padres se separaron por primera vez cuando yo tenía 5 años y Milluki 3. La salud mental de ella se desvaneció completamente cuando mi padre decidió no volver a casa salvo para hacer breves visitas a mí y mi hermano.

Mi madre comenzó a portarse erráticamente, y nos obligaba a tragar alimentos hasta hacernos casi vomitar. Si alguno de los dos vomitaba, no podía comer hasta el día siguiente.

Con el tiempo, Milluki subió de peso, puesto que a escondidas comía todas las galletas y dulces que pudiese encontrar por la casa.

"¿Qué haces, Milluki?"

"Como comida de reserva, por si madre me encierra otra vez sin comida. Deberías hacerlo tú también, Illu!"

"No, no lo haré... ya no me gusta comer"

Papá llegó una tarde. No volvió a irse por un tiempo.

Como un rayo de esperanza, nació mi hermano Killua. Mis padres fueron felices, y se enamoraron intensamente como en esas ruinas en las que se conocieron y decidieron la vida juntos contra todos quienes desaprobaban esa unión, cuando aún eran muy jóvenes. El hijo deseado había nacido al fin. Era brillante y plateado, y no necesitaba un nombre que invocara la luz. Él era toda la luz que necesitaba la familia.

Luego nacieron Alluka y Kalluto. Mi madre de a poco, fue normalizando su personalidad. Hasta que desaté al demonio de su interior esa madrugada, a mis 14 años, en la que volví de la casa de Hisoka.

PARTE II HISOKA

La primera vez que vi a Hisoka, fue como una prueba de que el destino existe. Con solo una mirada experimenté el fuego más cálido en mi interior.

Yo tenía 14 años, y había experimentado el terror de vivir en una familia rica y disfuncional, rodeado de lujos que no valían nada a la hora de sentir alegría o simplemente tranquilidad. No tenía emociones relevantes-ni las demostraba-para ese entonces.

Mi vida consistía en cuidar de mis hermanos, seguir la carrera de modelaje que mi madre no pudo, y ver a mi padre llegar de sus viajes con obsequios que poco a poco, dejaron de llenarme en absoluto, de la misma forma que la comida. Mi madre y yo teníamos, pues, algo más en común que nuestra apariencia. Esa fijación por la delgadez.

Pero Hisoka, con sus conversaciones y acciones aparentemente sin ningún propósito lógico, me cautivó por completo: Bebía alcohol en exceso, se reía fuerte, proponía panoramas impulsivamente, fumaba compulsivamente, vestía prendas de mujer sin dejar de ser tremendamente masculinizado, rudo, violento.

Me veía como un amigo o como a un desconocido, dependiendo del día. Como a un enemigo. Me devoraba con la mirada. Me miraba como se mira a un amante. Yo nunca sabía como actuar frente a esa ráfaga de emociones que era Hisoka. Nunca.

Hasta esa noche en la que compartimos todo el deseo que no sabía que podía guardar en mi interior. Nos entregamos todo lo que podíamos hasta ese entonces: Confidencia, confianza, besos. Besos en todo nuestro cuerpo. Mutuamente. Con pasión. Con indecencia.

Al llegar nuevamente a mi casa temporal, mis padres me esperaban. Mi madre, al ver marcas en mi cuello, me exigió decir "el nombre de la chica" con la cual estaba y por la cual había desobedecido a la orden de quedarme encerrado.

Aún en el éxtasis del primer amor, solté la verdad: "Es un hombre. Con el que nos peleamos el día anterior. Hisoka"

Mi madre comenzó a sollozar, mi padre la miraba de reojo. Sin mucha sorpresa, mi padre habló:

-Lo entiendo. Pero eres muy joven, no sería bueno para la familia-declaró mi padre, sin a penas mirarme.

-No quiero volver a verlo, Illumi me decepciona tanto-sollozaba mi madre aún-Ese chico, ese tal Hisoka, sabes querido? Es un delincuente juvenil.

-Basta, Kikyo. No volverás a ver a Illumi por un tiempo, se irá una temporada donde mi padre. Le enseñará a ser un hombre hasta que tenga edad suficiente para decidir lo contrario.

La casa de mi abuelo era muy lejos. Era un lugar rural, inmenso. Tranquilo. No había nada, salvo el silencio. Y la voz de mi abuelo:

-Tu madre es un mujer extraña. No entiendo porqué está tan furiosa contigo, si tú eres... bueno, así... como eres, es culpa de ella. Obsesionada con el modelaje, eso es una carrera para mujeres. Aparte cuando ella tenía exactamente tu edad, huyó con mi hijo. Al menos, después de lo que tú has hecho, nadie saldrá con embarazo, jajajaja- Rió mi abuelo, y me golpeó con el codo.

Al no recibir una respuesta mía, continuó:

-Te olvidarás de ese muchacho. Y él de ti. Estoy seguro de que si tus padres no hubiesen cometido la estupidez de... bueno... haber tenido un hijo tan pronto, las cosas hubieran sido muy diferentes.

NOTA: Este capítulo lo escribí sólo para mostrar algo más de la vida de Illumi, explicar ciertos comportamientos y porqué su relación Hisoka lo marcó tanto. 

BESITOS YAOI a todas. 

Amantes (Una novelita Hisollumi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora