8 - El pueblo

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26 de noviembre de 1999

Esa noche, el teléfono sonó justo después de que ella y Alba terminaran de cenar

"Amelia?" - era la voz de Ignacio. Tenía un tono extraño.

"Hola. ¿Qué pasa?" - Amelia se dio cuenta de algo malo.

"Malas noticias... Miguel."

"No!... pero, ¿qué pasó?"

"Un accidente de coche" - empezó a explicar Ignacio. - " De camino a casa chocó con un camión. Murió al instante."

"....... ¿Que tal Rocio? ¿Y la niña?"

"Puedes imaginar... La niña está aquí con nosotros jugando con Alicia y Joselito, esta noche se queda aquí".

"¿Cuándo es el entierro?"

"Mañana por la mañana a las 11."

"Nos vemos mañana entonces."

Amelia colgò el telefóno, trató de limpiar sus lágrimas, dio una explicación vaga a Alba y luego se cerró en un silencio lleno de recuerdos.

¡Miguel! Era el alma del grupo. Siempre alegre, un volcán de ideas, con un inmenso deseo de vivir. Nunca se quedó quieto, siempre encontró algo que hacer y sobre todo fue capaz de involucrar siempre a los demás en sus aventuras.

"Me gustaría venir contigo mañana" - Alba interrumpió sus pensamientos - "Quiero estarte cerca en ese momento. Y no me quedaria tranquila dejándote conducir".

Amelia asintió débilmente, no quería hablar.

Recuerdos de su vida con Miguel pasaron por su cabeza en un instante. El dia de la boda con Rocio, las salidas al pantano, las fiestas de final de curso, las obras en el sotano...

Alba se sentó junto a su pareja y le tocò el hombro: "Por supuesto, lamento que sea una ocasión tan triste para conocer a tus padres y a tu pueblo..."

Luisita. ¿Cómo estarà Luisita ahora? Ella y Miguel se querian muchisimo.

Amelia ni siquiera estaba escuchando las palabras de Alba.


Fue un viaje muy silencioso. Alba condujo a las afueras del pueblo, luego Amelia, más práctica de las carreteras, fue al volante. Llegaron a la plaza unos diez minutos antes de las once.

Se bajaron del coche y encontraron una pequeña multitud frente a la iglesia.

Alba miró a su alrededor y luego se volvió hacia Amelia, y enseguida entendió cuál era Luisita entre las personas presentes, aunque nunca la había visto antes. Fue aun mas segura cuando se dio cuenta de que la rubia la miraba fijamente.

Nacho y su esposa se acercaron. Alba los vio abrazándose, todos con los ojos rojos y las caras desconsoladas, y se sintió verdaderamente fuera de lugar. Y en ese momento comprendió el estrecho vínculo que existía entre la gente del pueblo. Amelia ni siquiera parecía recordar su presencia, y Maria se dio cuenta y se acercó a ella y se presentó. Pero fue sólo un momento, hasta que llegó el coche de la funeraria.

Ignacio, Sebastian, Alvaro y los otros chicos, todos llorando como niños, levantaron el ataúd que contenía el cuerpo de Miguel y lo transportaron a la iglesia.

Saliendo del cementerio, después del entierro, todos se detuvieron para consolarse el uno al otro.

Amelia estaba saludando a todos sus amigos y siguió ignorando a Alba. Entonces Maria pensò acercarse de nuevo, pero fue en ese momento que Amelia y Luisita se abrazaron, pronto se separaron y continuaron hablando entre ellas. Y Alba entendió, Amelia y yo podemos estar juntas durante veinte años, pero ella nunca me mirará como està mirando ahora a Luisita.

El futuro robadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora