10 - Laia

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7 de abril de 2001

Laia desde el principio no soportaba a Josefina, la pareja de su padre. Y a pesar del teatro de Josefina, el sentimiento era mutuo. Pero, desde hace unos meses, con el nacimiento de Samuel, su hermano, las cosas habían empeorado claramente. Su padre también la había puesto de lado.

Y asì como no soportaba a Josefina, Laia amaba Amelia.

Creció con su mito. Luisita, que era una madre muy presente, fue capaz de crear una hermosa relación con su hija. Una de las cosas que Laia amaba desde niña, era cuando su madre le contaba sus aventuras juveniles, y por supuesto Luisita no podía recordar nada que no incluyera a Amelia. Y luego Amelia era la "tía" que vivía en Madrid, donde hacía muchas cosas interesantes, y fue divertido para ella escucharlas describir todas esas cosas.

Desde el verano pasado, como cada uno o dos fin de semana, el sábado por la noche Amelia estaba cenando en casa de Luisita, y cuando, como regalo de cumpleaños, propuso a la chica hacer un pequeño viaje de unos dias, fue normal que ella se entusiasmara.

Inmediatamente comenzaron a planear el viaje y Laia eligió Sevilla como destino.

El jueves siguiente cargaron las maletas en el coche de Amelia y se fueron, con la chica feliz y emocionada. Ya desde el viaje de ida todo fue muy divertido. Laia, ahora una adolescente de 13 años, llena de intereses y muy habladora, demostró ser una compañera de viaje perfecta. Siempre llena de entusiasmo, pero también respectuosa de los ritmos de los demás. Interesada en cada monumento, iglesia o plaza, tenia a su madre para cada pregunta. Luisita siempre había sido apasionada por el arte y la historia.

La rubia parecía mas joven: ilusionada, siempre sonriente, contando chistes como cuando con Miguel era el alma del grupo de chicos.

Y Amelia también estaba a gusto entre madre e hija, se sentía feliz y estaba encantada de ver a su pareja tan radiante.

El sabado por la noche, antes de regresar al hotel, después de la cena decidieron ir al cine. Durante el espectáculo Amelia sintió fuerte el deseo de estrechar la mano de Luisita, como siempre lo hicieban cuando eran chicas, pero se contuvo. Laia estaba sentada al lado de su madre y les podìa ver. En ese preciso momento Amelia tomó su decisión.


El viaje de vuelta fue tan tranquilo y divertido como todos esos dias de vacaciones. Regresaron al pueblo por la tarde y Amelia dejó a madre y hija en sus casa y pasò la noche con su familia.


La mañana siguiente, antes de volver a Madrid, Amelia fue a la casa de Luisita para hablar con ella, aprovechando la ausencia de Laia que estaba en el collegio.

Luisita la dejó entrar, y a estas alturas la conocía demasiado bien como para no darse cuenta de que había algo extraño.

"Ven. Hay café recien hecho."

Amelia se sentó en la mesa de la cocina en silencio. Tenía el discurso preparado en mente, pero luchó con si misma para empezarlo.

Luisita sirvió el café, puso la taza delante de Amelia y luego la abrazó detrás de las espaldas. Amelia movió su brazo, para que la rubia quedara frente a ella.

"Siéntate un segundo, tenemos que hablar."

Luisita se alarmó.

Amelia jadeó: "Te he hecho esta petición miles de veces. Te lo voy a hacer de nuevo hoy. Pero, mira, esta va a ser la última vez... ¿Quieres venir conmigo a Madrid?" - el tono estaba casi suplicando.

El futuro robadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora