1. El Favorito

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Brandon.

Desperté algo tarde. Eran pasadas las once de la mañana, y yo seguía en mi cama con las sábanas revueltas y la luz del sol colándose entre las finas cortinas.

Alargué mi brazo, para después tomar mi celular sobre la mesita veladora y sorprenderme al ver catorce llamadas perdidas del mismo número; el de Carter. Antes de que pudiera hacer algo más la pantalla se iluminó con una foto de mi amigo indicándome que me llamaba de nuevo. Con pesadez contesté.

—Me tenías preocupado, perro desgraciado —saludó Carter desde el otro lado de la línea.

—Estaba dormido, ¿qué esperabas? —murmuré antes de bostezar ruidosamente.

—Que me contestaras -respondió como si fuera obvio—. En fin, ¿quieres salir hoy?

—¿No es tu aniversario con Chris? Me lo dijiste ayer.

—Christopher es un idiota —gruñó.

—Oh, ya entiendo. Pelearon —dije con diversión. Carter volvió a gruñir—. Si aceptara salir contigo, ¿a dónde vamos?

—No lo sé. Estoy dispuesto a ir a un motel con el primer hombre que me encuentre con tal de olvidar a Christopher por un rato.

—¿Tan fuerte fue la pelea?

—Algo así. ¿Sabes? Conozco un lugar muy bueno que está por el centro. Te gustará.

—Todo lo que dices que me gustará termina mandándome al hospital de alguna forma.

—Irás conmigo y te aguantas. Te recojo a las nueve -dijo con voz segura.

—¡Carter! —protesté, pero fue muy tarde, pues ya había colgado.

Lancé el celular sobre las sábanas y me levanté, estirando mis extremidades como un gato. Ordené un poco mi cabello con las manos y me dispuse a bajar las escaleras en busca de mis padres. Recorrí los grandes y fríos pasillos de mi casa, que más bien parecía una mansión, hasta que llegué a la cocina.

—Buenas tardes joven Brandon —me saludó Meredith que lavaba los platos con ímpetu. Le sonreí y me senté sobre un taburete en la isla al centro de la cocina—. ¿Qué se le ofrece?

—Nada, gracias. ¿Sabes dónde están mis padres?

—Su padre fue a una reunión importante temprano —secó sus manos en el delantal y tomó una manzana roja para luego tendérmela-. Y su madre partió para Alemania ayer.

—¿¡Qué!? -exclamé atónito aceptando la manzana.

—Sí, ¿no se lo dijo?

—Últimamente no me dicen muchas cosas -comenté con algo de tristeza.

—Joven Brandon, no se ponga así. Usted sabe que todo lo que hacen sus padres es para que tenga un buen futuro y no se le dificulte nada -me consoló ella.

Meredith no era una empleada más. Ella solía cuidarme cuando sólo era un bebé, y había trabajado para mi familia muchos años antes de que yo naciera. Meredith era como una segunda abuela para mí, como una nana muy especial.

—Lo sé —dije a duras penas—. Pero... ¿les cuesta mucho al menos avisarme cuando salen de viaje? ¿O despertarme para darme los buenos días antes de irse a su trabajo?

—Deje de pensar en eso, joven. Si sus padres no están, ¡salga a distraerse un poco! Además, usted ya es un adulto.

—Me sigo sintiendo un niño aún, y sí, lo haré -sonreí hacia Meredith y ella alzó una ceja-. Carter me llevará a algún lado hoy.

Exquisita AtracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora