19. ¿Vivir para Él?

24 3 0
                                    


Tomás

Volví a caer en llanto ante la situación de desesperación. Lo que había pasado aún me chocaba y desde entonces no había podido dejar de llorar, mi apetito desapareció y con ello mi ansiedad me ha provocado una desesperación ya que ya no podía controlar. La única manera que había tenido para no mostrar aquella penosa situación, fue encerrarme en nuestra casa... aquella casa donde sucedió todo. ¿Acaso no me amaba? ¿Por qué no me había dicho te amo? Necesitaba alguna respuesta, una llamada para que al menos me dijera donde era su paradero... Mínimo saber si se encontraba bien. ¿Desde cuándo le haces algo tan horrible a alguien con quién te ibas a casar?

Las cosas estaban yendo tan bien entre nosotros. En el primer tramo de nuestra relación, la situación que llevábamos era complicada. Todo era arreglado, pero mi cariño por él nunca había desaparecido. Lo había amado desde que éramos unos niños y al enterarme que mis padres habían acordado con los suyos un casamiento arreglado no pude más que regocijarme de alegría. El hombre de mis sueños iba a ser mío al fin. De esta manera, fui cuidadoso y cariñoso, demostrándole poco a poco lo que sentía por él, como deseaba cada parte de su cuerpo y alma. Ya estaba logrando que me quisiera... ¿por qué habían cambiado las cosas tan de repente? Debía saber la razón de ese comportamiento tan extraño.

Sequé mis lágrimas nuevamente e hice un esfuerzo por calmar mi desesperación. No podía ponerme de esta manera porque mi prometido no me llamara. Estaba actuando como un chiquillo que no le daban su dulce. Tenía que pensar con claridad que hacer, antes de cometer alguna tontería. Como Brandon no me llamaba... yo tendría que poner las cartas en el asunto.

Me levanté de mi cama, nuestra cama. Mi masoquismo era imparable, ya me daba cuenta. Había estado llorando durante dos días en el mismo lugar donde me había dejado plantado. No entendía como estaba pudiendo dejar pasar una situación tan así... Bueno, sí lo entendía, lo amaba demasiado. Si no lo quisiera tanto las cosas serían más sencillas. Fui directo al espejo y suspiré. Haber estado dos días sin comer nada había hecho que mi rostro se hundiera, combinado con mis ojos rojos de tanto llorar y mis ojeras de no dormir. Era impresionante ver como el amor te podría hacer tan mierda. Me veía como una mierda, mi aspecto no era nada sano. Me dispuse a olerme las axilas y fruncí la nariz. No era desagradable únicamente por la vía de la visión. Requería un baño con urgencia.

Me dirigí a la ducha para así quitarme mis prendas ya de dos días y dejarlas caer. Encendí el agua, siempre revisando su temperatura hasta que quedó perfecta. En ese momento, me adentré a esta, enamorándome de su calor. Seguí de esta manera por unos veinte minutos, lavándome muy bien el cabello y enjabonando cada parte de mí con cuidado. Terminé por eliminar cada olor repugnante que podía haber quedado... ya mínimamente ya mi aroma era agradable. Cerré la ducha y me sequé un poco con una toalla para envolverme el cabello con esta. Luego me puse mi bata para andar cómodo en casa. La siguiente tarea sería comer.

Preparé algo sencillo pero no del todo nutritivo, pero la verdad tenía ganas de darme el gusto después de haber llorado durante tanto tiempo. Me serví el tocino con huevos revueltos, que siempre lo disfruté pero apenas comí para mantener un buen peso. Siempre me preocupé demasiado por mi imagen... pero quería sentirme a gusto aunque fuera un rato.

Desayuné lentamente, mientras pensaba en qué podría hacer con la situación que se había presentado. Tenía que ser discreto al respecto, pero me sentía muy ansioso por querer conocer la verdad rápido. Que no contestara mis llamadas me había hecho enojar mucho, apenas lo viera le exigiría una explicación... esperaba que este al menos se dignara a decirme la verdad. Tenía mucho de qué hablar con él, y tardaríamos lo que tendríamos que tardar.

Exquisita AtracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora