16. Olvidar

40 4 0
                                    


Victorio

Apreté mis labios, mirando la ventana de mi cuarto algo ansioso. Apenas llegué a mi casa caí en cuenta de lo que pronto pasará. Sasha venía dentro de poco y no sabía como iba a enfrentarme a aquella situación. Solté un suspiro ansioso frotando mis manos entre sí. Necesitaba calmarme de alguna forma.

Creo que tengo un vino guardado por ahí, un par de copas no me vendrían mal para bajar la tensión.

Me levanté con cuidado, con la intención de adquirir aquella bebida alcohólica, mientras que más rápido lo bebiera menos iba a estar maquinándome la cabeza con que pronto llegaría. Avancé con rapidez por mi casa debido a la pequeñez de esta. Con el dinero que tenía apenas podía vivir en un lugar pequeño y poderme dar algún que otro gusto.

Apenas llegué a la nevera, la abrí e inspeccioné en busca del líquido, para que luego de unos segundos mis labios se curvaran en una sonrisa satisfactoria. Tenía mi relajante mental en mis manos.

Tomo la botella y con un sacacorchos libero la presión de esta, escuchándose así ese sonido tan satisfactorio de abrir un vino. No era muy bueno, pero me mantendría sumiso por un rato. Agarré una copa y me serví un poco. El alcohol rojo sangre inundó mi boca, bebía un poco deprisa, era algo completamente importante para al menos entablar una conversación.

—Dios, que delicioso —sonreí con suavidad y satisfacción lamiendo el vino de mis labios. Tampoco debía pasarme de copas. Nunca había sido alguien muy conciente cuando se emborrachaba, siempre había tenido una fuerte amnesia alcohólica cada vez que me encontraba en ese estado. A veces, lo prefería así, gracias a eso no sufría tanto el sexo con desconocidos a los dieciséis años.

Apenas me serví la segunda copa, el ruido del timbre me hace helar la carne. Había llegado a mi casa.

Tragué la bebida de un tirón y sentí un mareo. No comer nada solo había provocado que el alcohol me pegara más fuerte. Ya no existía tiempo para volver atrás en la situación. Tenía que enfrentarme con Sasha. Aclarar de una vez por todas lo que debí haber hecho el año pasado.

Me dirigí a la puerta y con un con suave voz, pregunté quien era.

—Soy Sasha, Vico —dijo con una voz dulce y bella, tan propia de él que enfermaba.

—Ya te abro.

Giré la perilla de la puerta con lentitud, negándome a la realidad, pero debía hacerlo. No tenía otra opción. Una sonrisa deslumbrante apareció una vez que estuvo abierta por completo. Sasha se encontraba con una ropa sencilla y agradable a la visión, vistiendo una camisa de jean clara en combinación con unos pantalones del mismo material. Una remera blanca con una banda que realmente no conozco se presentaba llamando la atención en comparación al resto, pero entonaba a la perfección con el resto de los colores. Sus ojos azules se presentaron con un hermoso pestañeo. Era como una hermosa escultura griega. Uno al verlo no podría ni haber creído la posibilidad de que salimos dos años con comparación conmigo.

—Hola, pequeño.

—No me llames así, Sasha. A qué vienes a hablar. Dijiste que necesitabas hablar de algo importante —pronuncié cortante. Tenía que ser rígido. Ya no tenía dieciséis. Era un adulto.

—Lo que necesito es que me perdones. Sabes lo que pasó no es mi culpa y-

—No me interesa, sabes que ya que te estoy dejando que me veas de nuevo es todo un milagro. Yo no quiero verte. Me hace daño verte y lo que me hiciste a mí y a...

No puedo ni decir su nombre. Me duele demasiado todo esto. Siento que no puedo respirar.

Me abrazo a mí mismo con el fin de tratar de calmarme, a lo que siento como su mano me acaricia el hombro, pero lo alejo de inmediato.

Exquisita AtracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora