7. Gracias

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Brandon

Todo para la cita con Tomás iba perfecto; el restaurante, la fecha, la hora, todo estaba planeado de manera perfecta. Pero claro, como siempre, faltaba una cosa. Eran las siete de la tarde un jueves lluvioso cuando Carter me llamó. Deslicé mi pulgar para contestar el celular.

—¡Carter! —grité, llamando la atención de Tomás a mi lado, estaba un tanto exasperado porque no llegaba al restaurante—. Ya estamos afuera del restaurante, tú tienes la reservación, ¿dónde estás?

Escuché un suspiro del otro lado de la línea y luego silencio. Fruncí el ceño confundido, ¿me jugaba alguna broma estúpida?

—¿Carter? —pregunté una vez más, inseguro—. ¿Estás ahí?

—Hola, no soy Carter. Soy... Victorio —habló lentamente, con un tono tranquilo e inseguro.

Victorio. Repasé el nombre un par de veces más hasta que caí en cuenta de que él será el chico que Carter traería al restaurante. Aclaré la garganta un segundo y hablé:

—¿Victorio? Ah, hola, ¿dónde está Carter? —pregunté confundido a el chico de dieciocho.

—Estamos yendo hacia allá, solo estam...

De repente, Escuché al otro lado de la línea, un sonido brutal, como de objetos pesados cayendo al suelo, al segundo otro que era como si se inflara un globo a toda velocidad, luego un grito y una vez más, silencio. Abrí los ojos como plato del susto. Mi prometido me observó como si quisiera decirme qué estaba sucediendo.

—¡No, joder, no hagas eso! —escuché a alguien gritar, supuse que era Victorio, aunque no estaba del todo seguro.

—¡Victorio! —grité, con algo de desesperación, al ser brutalmente ignorado.

Tomás, quien estaba a mi lado, articuló con los labios una pregunta: "¿todo está bien?", esta vez más alterado ya que la primera vez no le había contestado, yo ya podía mentirle con lo que acababa de hacer. Negué levemente y miré al suelo, mientras presionaba el teléfono a mi oído.

—Muy bien, escucha amigo —la voz de Victorio se escuchaba nerviosa del otro lado de la línea —. Carter está... bueno, é-él está incon-consciente. Ni siquiera sé si respira, por dios, yo no soy paramédico. Estoy realmente asustado.

—¿Qué? ¿Pero qué pasó? —mordí mi labio inferior, a punto de quebrarme en pánico.

—Está-tábamos pasando por una calle, todo iba tranquilo hasta que otro coche apareció de la nada hace un segundo y... no sé lo demás. Cerré los ojos y cuan-cuan-do los abrí Carter estaba inconsciente con una herida en la cabeza y el coche a un lado del camino, nos chocamos contra un poste. Ya salí y... está destrozado. Necesito ayuda de alguien —Victorio tartamudeaba muy nervioso, pareciendo que intentara buscar las palabras indicadas.

—¡No puede ser! —exclamé jalando mi cabello con la mano que tenía libre—. Tranquilízate, estaré allí, Llamaré a una ambulancia, ¿cómo se llama la calle?

—Tharabis, la calle se llama Tharabis —murmuró Victorio.

—Está cerca de aquí. Creo que a unas diez cuadras —susurré para mí mismo—. De acuerdo, una ambulancia en la calle Tharabis, ahora.

Al escucharme, Tomás rápidamente sacó su teléfono y comenzó a teclear.

—Victorio, hazme un favor y no cuelgues —suspiré y miré fijamente la calle alrededor del restaurante, mientras me preparaba para lo que estaba a punto de hacer—. En diez minutos estoy allá.

—D-de acuerdo...

Comencé a correr, ni siquiera le avisé a Tomás, simplemente corrí y corrí por la calles, intentando hacer memoria sobre la calle Tharabis. Las personas alrededor me miraban raro, mientras que aún sostenía el teléfono sobre mi oído.

Exquisita AtracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora