4. ¡No es Acoso!

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Victorio

Abrí mis ojos lentamente, quejándome del maldito despertador que no paraba de tocar una canción de pop socktiano que estaba de moda en esos tiempos. A mí no me gustaba esa canción, pero me las ponía por ese motivo, por ser tan insoportable para mí.

Me levanté de la cama y me miré al espejo que tenía en su pequeña habitación. Admiré mi reflejo, delgado y con unos seis cuadraditos acompañándome en mi abdomen. Estaba orgulloso con mi cuerpo, pero sabía que podía esforzarme más.

Sin querer, crucé la mirada con esa fotografía, esa maldita fotografía. No entendía porque siempre me torturaba con ella, ya debía haberla tirado hace mucho tiempo.

Decidí ignorar la foto y comencé a ponerme mi uniforme. Consistía en una camisa negra con un bordado blanco que decía "El Rincón Esmeralda", los bordes blancos y con una insignia con mi nombre, también tenía un pantalón también negro con bordes blancos. Peiné mi flequillo de costado y sonreí, estaba perfecto. Me puse mis zapatillas favoritas y salí de allí.

Fui trotando hasta el lugar que quedaba a unas pocas calles y al llegar entré. Respiré el aire puro del local con una sonrisa, me gustaba por alguna forma ese lugar, era tan bonito y lleno de colores que me resultaba muy interesante trabajar allí. Las mesas tenían un decorativo, una flor color esmeralda, cada una más preciosa que la anterior. Me dirigí a la cocina y tomé una lapicera y un anotador para escribir las órdenes de los clientes.

—Hola,  belleza –me susurró en el oído.

—¿Qué quieres, Gonzalo? —negué divertido mientras ordenaba mi cabello.

—Ya sabes lo que quiero —volvió a hablar seductoramente.

—Estoy trabajando y tú deberías hacer lo mismo. Y por cierto, ¿tú no sales con Sarah?

—Pero sólo quiero divertirme un rato. No creo que sea tan complicado para ti, hasta te pagaré unas cuantas Leonas, sé cuánto lo necesitas para...

–Cállate, vete de mi vista —refunfuñé enojado.

—Como quieras, pero te pierdes un buen polvo —sonrió.

—He visto mejores, tranquilo —reí.

Salí de ese lugar, Gonzalo era bisexual, y desde que se había acostado conmigo en el prostíbulo, no paraba de molestarme. Lo peor que lo veía bastante seguido en mi trabajo, teniendo que obedecer y chuparle la polla y escuchar su molesta risa.

Comencé a anotar pedidos de los clientes que estaban en las distintas mesas e iba entregando todos los encargos que hacían los comensales y me daban mucha propina, había veces que más de lo normal.

Entonces lo vi. No entendía porque me resultaba tan conocida su cara, pero lo único que sabía en esos instantes era que esos ojos oscuros me habían cautivado como nunca antes lo logró otro hombre. Sólo pude sonreír y pedir su orden.

—Hola, bienvenido a El Rincón Esmeralda, soy Victorio y seré su mesero en su desayuno de hoy. ¿Qué desea comer? —pregunté de memoria al sensual comensal.

—Hola, deseo... —paró de repente al mirar mi rostro. Frunció el ceño y leyó mi placa— Me resultas familiar, ¿no eres el taxi boy de Esperanza Negra? —dijo sonriente. Una atractiva sonrisa.

Miré hacia otro costado y asentí y lo volví a mirar.

—¿Qué desea comer? —volví a decir tratando de evadir el tema.

—Estoy esperando a alguien.

—Avíseme cuando venga su amigo para pedir la orden. Me retiro.

Exquisita AtracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora