15. B.L.

40 7 0
                                    

Victorio

Empujé con cuidado al tipo que tenía encima, totalmente asqueado porque su baba con olor a cerveza barata me era intolerable. No importaba la cantidad de veces que hiciera eso, no dejaba de sentirme sucio por nada en el mundo. El hombre no debía pasar los cincuenta años pero su aspecto desarreglado y su mata de pelo rasposa por todo el cuerpo me había hecho casi vomitar durante la noche. Aparte, mi piel arde y es posible de que tenga algún piojo o similares. Una vez que logro separarme de él puedo respirar con tranquilidad, aparte de desalineado, es demasiado pesado como para que pueda soportarlo tanto tiempo sobre mí. Ya terminó el día, recogeré mi paga y me iré a bañarme y arreglarme, tengo que atender el café después de todo.

Me levanté de la cama y junté la ropa con cuidado, para cambiarme como pude e ir a las duchas de los empleados. Por lo menos, acá saben de que no la pasamos del todo bien vendiendo nuestros cuerpos de esa manera a otras personas. Una vez allí, vuelvo a desvestirme, para sentir la sensación de calor de mi cuerpo, logrando así sentirme mucho menor. Una vez que hacía todo este ritual, podía escapar de Francisco por un rato para ser simplemente Victorio, por lo menos unas horas.

De noche uno, de día otro... Cuanto desearía poder dejar de ser ambos y volverme alguien diferente. Ser solo una persona.

Una vez que finalicé ese cambio me sequé y me vestí lo más rápido posible para salir de allí, mientras menos tiempo esté en ese lugar, menos posibilidades tenía de que quieran que siga trabajando un poco más. No me convenía pelearme con Fátima, ella tenía todo el control del lugar y si algo sucedía lo más posible era que me obligaran a hacer cosas peores de las que normalmente hacía... incluso bajar el precio de mis sesiones. Se me habrían estado montando cualquier cantidad de puercos peores que el de hoy... Mínimo este era un apestoso con dinero.

Por suerte, Fátima no estaba en la puerta como de costumbre, por lo que lo único que hice fue pedir mi parte de mis visitantes que me debían, tomar mis objetos personales y salir del lugar con tranquilidad, ya dispuesto a dirigirme a mi siguiente trabajo, ser mesero.

Tengo tanto sueño... como desearía tomar una siesta ahora... Pero no tengo otra opción que esperar hasta que termine mi turno, por mala suerte.

Miré la hora en mi celular, los numeritos marcaban las seis de la mañana. Aún me quedaba una hora para llegar a la cafetería... Me daba tiempo para ir aunque sea a comprar y comer mi desayuno rápido antes de ir a atender. En donde trabajo la comida sale demasiado cara... es algo que puedo comprar en cualquier otro sitio a un menor precio, salvo que la gente con dinero no tiene problemas de gastar.

Suspiré tranquilo y me puse en marcha, en busca de algo que comer a esas lindas horas de la mañana. Sentí una brisa fresca romper contra mi rostro. El frío se acercaba.

Brandon

Mordí el labio pensativo. Algo debía hacer respecto a esta situación con Tomás. No era correcto de que haga estas tonterías teniendo un prometido, ¿por qué había escapado así de él? Si la respuesta que mi corazón deseaba darle era un sí... ¿era un sí?

Apreté mis puños, furioso ante esas ideas. No podía dudar de algo así. Tenía que amarlo y punto, ¿por qué me quemaba la cabeza con esos pensamientos? Ya iba un día entero que no estaba en casa, quedándome así en la casa de mi madre, que por suerte no se encontraba por un viaje de negocios.

Tal vez la mejor solución que tenía en ese entonces... era salir de allí.

Fui a mi antiguo armario y tomé lo primero que vi a la vista para cambiarme frente al espejo de la habitación. Al observarme, acomodé un poco mi cabello súper despeinado. Ya estaba listo para salir. Agarré mis llaves y mi billetera, iría a comer algo mientras pensaba como poder disculparme por mi idiotez del momento. ¡Lo había dejado en pleno sexo! No lograba comprender como era posible que fuera tan imbécil.

Exquisita AtracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora