El conteo

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Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez.

Empieza de nuevo, vuelve a contar y no te detengas te pueden atrapar.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez.

Cálmate no te desesperes, huele tu miedo.

― ¡Tranquila te he dicho! ―grita alguien, volteo, pero no hay nadie y eso me altera demasiado.

Comienzo a correr y los pasos vuelven nuevamente, mi pulso se acelera y no es nada placentero, ¡Auxilio!, es lo que deseo gritar, pero la boca se mantiene cerrada, parece que está pegada ¿por qué no se abre?

Lágrimas resbalan por mis mejillas y alguien las limpia, lágrimas que siguen resbalando hasta que alguien nuevamente las vuelve a quitar, lo juro no hay nadie, pero siento que alguien me está tocando.

― ¡Por favor, ayuda! ―digo de una manera que no sé cómo sucede ―Por favor...

Eso último lo suplico y no sucede nada porque mi boca duele, mi boca sangra y no traigo nada en las manos, no hay nadie a mi alrededor que pueda representar mi peligro latente. El corazón nuevamente late desenfrenado y el dolor es tan punzante como si alguien me hubiese golpeado, como si realmente no estuviera sola.

Hay ramas, rocas, existe la quietud entre el ruido prominente de un pequeño y casi inexistente pasar del agua, alguien me persigue y no sé porque, pero sé que alguien me persigue. Mi respiración está agitada, me siento cansada, me siento abatida y creo ya no poder más.

Un arco de yergue ante mí, ante el camino rocoso que me impide seguir. Agua, estoy pisando agua mis pies comienzan a sentir el agua que comienza a hacer resbaloso el piso por donde corro.

Espera ¿dónde me encuentro? ¿Yo no recuerdo haber visto agua? Por Dios, qué es lo que está pasando por qué mis pies están mojados, ¿Qué es lo que sucede?

Dios, ayúdame no sé qué me sucede, siento agua, siento algo escurrir en mi frente.

― ¡Auxilio! ―mi boca se abre una vez más para gritar.

Mi corazón parece que ya no puede más, ¿Qué sucede?

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez.

Aún me siguen y no sé cómo hacer que se detenga. Los latidos de mi corazón son más rápidos.

― ¿A dónde vas, querida? ―pregunta la voz.

Sigo corriendo, no puedo gritar no puedo, mi boca está cerrada. Duele bastante y no puedo gritar. Necesito gritar.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez.

No me deja terminar, me está alcanzando y no puedo correr más rápido, necesito alejarme. Señor mío algo está escurriendo por mi sien, paso mi mano por el sitio y la pongo frente a mi vista. Dios, es una sustancia carmesí, ¿acaso es sangre? ¿Por qué tengo sangre en la sien?

― ¿No lo recuerdas? ―pregunta de nuevo lo que sea que me persigue ― Estabas pasándola tan bien hasta que me viste. No me gustó esa mirada, me ofendiste.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco...

Una mano me detiene, oh no me ha alcanzado.

Forcejeo tanto como puedo, la sangre me vuelve escurrir por la cara, mancha mi mejilla, llega a mi boca y el dolor que sentía ahora palpita en mi cráneo.

¿Qué sucede? ¿Por qué me ha pasado esto a mí?

Sigo jalando, el hombre me voltea y lo miro por primera vez, todo es claro, el cielo se vuelve negro, los pájaros comienzan su retorno a su hogar, las ramas y el ruido del agua corriendo. Estoy cerca de un arroyo.

―Vuelve a contar, cariño ―dice ―. Tal vez te puedas salvar.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez.

Vuelvo a contar, imágenes. Imágenes son as que vienen a mi mente abrumándome y mostrándome todo, absolutamente todo.

Logro verme jugando, riendo con alguien. ¿Quién es? No lo sé, pero es joven y muy jovial en su reír.

Me remuevo intentando zafarme de su agarre, no lo logró. Entonces algo sucede que me hace detenerme y dejar de luchar por mí, por mi vida.

Veo todo, me veo a mí viéndolo y gritando "corre", corro y ya no la vuelvo a ver. Él me persigue y yo corro por mi vida, pero no lo logro.

Un golpe impacta en mi cabeza y caigo al suelo, la vista se me nubla y por unos segundos ya no logro ver nada, que no sea negro. El cielo por fin comienza a oscurecer para mí, pero de pronto vuelve haber luz y claridad en el lugar, mis manos sienten dolor, el golpe en mi cabeza se hace más presente y comienza a dolerme más, la sangre cae al suelo y la sangre mancha el agua.

Abro los ojos y lo que mis ojos perciben me dejan perpleja, alguien me toca y mi boca se abre y por fin puedo gritar, gritar por mí por mi dolor de verme tirada con sangre pintando el agua que me rodea. Grito, realmente grito por mucho tiempo hasta que el filo de las piedrecillas lastimaban tanto mis manos que ya no lo aguantaba.

―Cuenta una vez más para mí, corazón ―habla de nuevo.

Lo miro, pero no huyo esta vez simplemente me quedo parada frente a mi cuerpo inerte cubierto de sangre y rasguños por todo mi rostro, mis manos se encuentran con sangre y heridas; mi camisa se encuentra abierta dejando a la vista mis senos, pero yo ya no respiro.

No puedo ser yo, pero él dice que soy yo la que se encuentra inerte y absorta en un profundo sueño del que no despertaré.

―Cuenta para mí.

No digo nada y sigo mirando el agua correr debajo de mi cuerpo. Mi cabello está mojado y la sangre está manchando mi cara y cuello.

―¡Que cuentes para mí! ―grita.

Lo miro, pero no hago nada.

Así me mantengo por mucho tiempo.

―¡Cuenta! ―grita.

―¡No! ―contesto y un golpe oscurece todo.

Los pájaros cantan asustados, ya no siento nada. Me atrapó.

Entonces vuelvo a contar...

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez...

Antología de Relatos Mundanos para Sentir (libro Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora