El arte de dios

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¿Cómo iniciamos esto? ¿Cómo?

Preguntas y más preguntas son las que me hacen saber que sí, me hecho afecto a iniciar a narrar mis actos con preguntas cuando sé perfectamente cómo y en dónde debo comenzar algo que yo propicie, pero entonces si inicio con esa jugada común se vuelve aburrido y sin chiste.

Así que sí, seguiré con mi juego de la duda que tanto me encanta.

Entonces sí, esa es la pregunta que siempre me hago, más cuando presencio lo que llamo mi obra de arte. Arte que yo mismo causé, justo como Dios, pero sin serlo, aunque en este caso lo soy y es muy satisfactorio ser la clave de lo que debe o no pasar.

Después de todo es divertido jugar a serlo. Es más que divertido ser un ser omnipresente y poderoso; tan poderoso que ahora juego contigo haciéndote sentir confuso.

Juego con tu cordura porque aquí tú estás leyéndome y no te vas, aunque no sabes ni un carajo que está pasado. Juego con tu paciencia al no ir al grano, pero te intriga tanto esos sonidos que escuchas mientras lees seguramente en silencio o mientras escuchas un poco de música.

Es como si te hablara al oído o simplemente respirara muy cerca de ti. Oh claro que es satisfactorio hacerlo, porque tú te estremeces y yo jodidamente me excito ante la idea de causarte incomodidad.

Pero tranquilo, ¿o eres tranquila? Bueno no importa, te aseguro que no iré hasta ti y te raptaré, porque no ese no es mi estilo. Así que por ahora despreocúpate que no apareceré justo enfrente de ti mirándote fijamente o si quiera te estaré observando.

Ahora, ¿Ya quieres saber que hice? ¿Quieres conocer que carajos que causó tanta euphoria que me tiene extasiado y hasta el maldito tope de la excitación?

Espero que tu respuesta sea que sí. Dime ¿realmente me dijiste que sí? ¿Lo hiciste? ¿O es que acaso quieres jugar conmigo y te estás haciendo el difícil?

¡No carajo, no! Tienes que decirme sí.

¡Dime que sí! Yo te lo exijo... no perdón, te lo pido.

Lo siento no quiero que te vayas, pero es que solo quiero que me digas que sí, quiero, aunque sea pensar que me has dicho que sí.

Anda por favor, dime que sí. Hazle saber a mi cuerpo que me dijiste que sí, has que mi cuerpo se estremezca para saber que puedo continuar.

Has que ese escalofrío me recorra todo el cuerpo y me deje deseoso, porque tal vez yo sea como Dios, pero vamos, necesito sentirte de una u otra manera. Necesito tu aprobación.

Yo realmente no puedo esperar mucho, no cuando siento tanta emoción en mí, cuando siento toda esta electricidad recorrer cada parte de mi cuerpo y me pide que te exija que me digas que sí, que te haga rendirte a mí.

¡Con un carajo, ya dime que sí! Perdón, perdón, perdón... por favor dime que sí, yo quiero, no espera... necesito que me digas que puedo continuar, por favor.

¡Te estoy suplicando!

¡¿Qué más quieres de mí, con un maldito demonio?

¡Yo soy Dios y puedo hacer que me digas que sí!, pero solo estoy siendo bueno contigo y te estoy dando la oportunidad de elegir decirme que sí o simplemente obligarme a ir y decirte justo al oído que me digas que sí.

Puedo obligarte, puedo caminar y ponerme justo detrás de ti y susurrarte:

«Dime que sí, por favor dímelo»

No me obligues a ir donde te encuentras, no quiero lastimarte. En verdad, solo cede y deja que te cuente, ¿sí?

Bien, te dejaré pensarlo por un momento. Tienes un minuto a partir de ahora, de lo contrario puedes irte, puedo pensar en dejarte ir, puedo aparecer frente a ti y mirarte justo a los ojos, y quedarme ahí hasta que me digas que sí. O simplemente te puedo obligar a quedarte.

Antología de Relatos Mundanos para Sentir (libro Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora