_Púdrete friki hijo de puta-
_Eso no decías anoche cuando estaba entre tus piernas -
La mayoría del tiempo quería matarlo, pero en muy pocas podía llegar a quererlo.
Dos personas que se odian con toda el alma y un par de situaciones que les hacen...
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_ ¿A donde me estas llevando? - pregunte. A pesar de ser la conductora no tenía idea de a donde me estaba dirigiendo.
_ Se que era por aquí - dijo dudoso.
_ Nos perdimos ¿verdad? - pregunté.
_ Si, completamente - afirmó. Terminamos en un lugar del bosque que ni siquiera conocía.
_ Daré la vuelta - dije cansada - eso me pasa por hacerte caso.
_ Al demonio, para el auto - mandó.
_ ¿Qué? ¿Estas loco? mira si hay un asesino por ahí - me negué.
_ Para el auto o te juro que te rompo la ropa y te follo mientras conduces - Yo frene de golpe por lo que había oído. Pude notar la lujuria en su tono de voz.
_ Bien - paré el motor del auto entre medio de unos arboles al costado de una vieja carretera.
_ No puedo creer que esté por hacer esto - Sin darme tiempo a reaccionar tomo mi nuca con su mano estampando sus labios con los míos. Su otra mano subió por mis piernas llegando hasta mis muslos donde los masajeo subiendo un poco la tela de mi falda. - Al asiento trasero, ahora. - ordenó. Le gustaba dar ordenes, de eso ya me había dado cuenta.
Yo hice lo que dijo pasándome al asiento trasero por en medio de los asientos delanteros. Me senté recostando mi cabeza y parte de mi espalda en una de las ventanillas traseras. Subí mis piernas al asiento esperando que él también viniera.
Lo vi quitarse su chaleco y su chaqueta quedando solo con la camiseta del club - Necesito esa camiseta - Dije mirándola. Le quedaba excelente, pero no lo admitiría.
Se pasó por medio de los asientos y quedó sentado frente a mí en el mismo asiento. - Quítate la camiseta - Yo asentí quitándola de mi cuerpo. No era la primera vez que hacía esto, pero debo admitir que el tono de su voz me decía que debía obedecerlo. - quítate el brasier - ordenó nuevamente. Yo lleve mis manos al frente de mis pechos y desprendí el brasier arrojándolo al piso del auto.
Él tomo los bordes de su camiseta sacándola por encima de su cabeza. Su piel blanca me hacían dar ganas de marcarlas con mis uñas y dientes. - Póntela - me extendió su camiseta. Yo le sonreí en grande y le obedecí poniéndomela. Me quedaba algo grande. - perfecta - medio sonrió.
Tomó mis rodillas arrastrándome por el asiento acostándome por completo y se colocó entre medio de mis piernas. Mi falda se había subido por el arrastre en el asiento quedando enrollada en mis caderas. - No quiero que te quites la camiseta ¿oíste? - advirtió acercándose a mi rostro. Yo asentí obediente. - buena chica. - beso mi frente. Para este punto yo ya estaba rendida a sus pies por su forma de actuar.
