Allí estaba, con su arrogante sonrisa en su rostro, mirándome.
-¡Vaya! Si es la tía pesimista del grupo de apoyo que da discursos deprimentes -dijo él.
-Vaya, si es el estúpido nuevo cuyo nombre no recuerdo -respondí, entrando en clase.
Me senté en mi sitio habitual, justo en la última fila, al lado de la ventana. Mientras sacaba mis libros de biología, me di cuenta de que alguien estaba parado frente a mi mesa. Alcé la vista y puse una mueca de asco.
-¿Qué coño quieres? -le dije al chico.
Él rió.
-Pronto recordarás mi nombre, y estoy seguro de que no lo olvidarás, ni querrás hacerlo -respondió él.
-Si pensando eso eres feliz... -respondí -pero cuando sepas que no es así te llevaras una pequeña decepción.
De nuevo rió, y se dispuso a decir algo, pero se detuvo. Todos los alumnos habían entrado en clase, seguidos del profesor Dickens, el de biología.
-Buenos días, alumnos míos -comenzó Dickens (era un profesor muy...teatral, pero sin duda alguna era mi favorito) -como ya sabéis, el mundo de la biología es increíblemente extraordinario, pero sin duda lo es más si tienes a alguien con quien compartirlo. -"Genial" pensé "Parejas, mi día no hace más que mejorar". Unos murmuros estallaron en la clase. Al parecer era la única persona que odiaba los trabajos en grupo. -Como iba diciendo, nuestro próximo proyecto será por parejas. Como estamos tratando el tema de los seres vivos, me gustaría que actuarais como unos verdaderos padres-aves, cuidando así de unos pequeños huevos de polluelos. Deberéis permanecer juntos en todo momento, a excepción de la hora de dormir y aquellas clases que no compartan, por supuesto, para elaborar una buena redacción sobre los propósitos y cosas que hayáis aprendido de esta experiencia, mientras también escribís todo aquello que suceda hasta que la eclosión de los huevos se produzca. Yo seré quien elija las parejas. Comencemos: Rhian Saelices, tu irás con Trevor Harrison...
"Espero que a él le guste Bajo la misma estrella..."
Dickens siguió diciendo una lista de nombres a los que no presté mucha atención, hasta que pronunció el mío.
-Olivia Moore, -dijo él, mirándome -tú irás con Isaac Dankworth.
¿Quién era ese? Sin duda me sonaba aquel nombre. Oí una pequeña carcajada, y giré la cabeza en dirección a aquel ruido. Imposible. El estúpido chico nuevo, me miraba sonriente, mientras respondía:
-Por supuesto, profe.
La clase avanzó y avanzó, pero, por mucho que me encantase la biología, no podía concentrarme y atender. El señor Dickens era un profesor magnífico, y hacía que realmente prestase atención y por un momento y olvidara los problemas que me abordaran en aquel momento para sumergirme en el mundo de la biología, pero hoy los problemas eran mayores para que se esfumasen de mi mente. En primer lugar, había tenido aquella horrible pesadilla que provocó los mismos espantosos sentimientos que solía tener hace unos meses, unos sentimientos que quería olvidar, y después el chico nuevo, Isaac, era un estúpido arrogante, y para colmo tendría que aguantarle. Todo el rato. El timbre sonó, y recogí todo rápidamente para salir de aquella clase lo más pronto posible, evitando así que él se acercase. Justo en el umbral de la puerta pude oír al señor Dickens decir:
-¡Volved antes de comer para recoger los huevos!
------
El día siguió su curso, entre clase y clase, suspiro y suspiro. Al final sonó el timbre de las 14:30 horas, aquel que anunciaba que podíamos salir para comer. Normalmente, aquel martilleo insoportable me hacía sentir genial, ya que significaba que las horas de incomprensión habían acabado, y podía encontrarme con Dylan, pero hoy, aquel horrible sonido significaba algo completamente diferente, mi perdición. El momento en el que mi tiempo a solas y mi rato con Dylan se convertiría en una charla de tres personas, sin nada en común, evitando sonrisas arrogantes y poniendo muecas de asco. Un día muy alentador.
Salí de mi última clase y me dirigí al aula de biología, como anteriormente había ordenado Dickens. Al llegar me encontré con un montón de chicos y chicas, mis compañeros, gritando entusiasmados por el proyecto. Entré y me acerqué a una mesa, donde se encontraban un montón de huevos dentro de una incubadora portátil. Todas tenían delante un nombre, en concreto el nombre de la pareja correspondiente. Al final de la mesa encontré la nuestra, pero antes de cogerla me dirigí a hablar con Dickens.
-Hola, señorita Moore. ¿Qué necesita?
-Esto...Hola...emmm...yo, bueno...
-Lo siento pero no voy a cambiarla de pareja. -¿Cómo lo había adivinado?-Mire, usted es una alumna excelente en biología, mientras que el señor Dankworth, según me han comentado su profesor del anterior colegio, no lo es en absoluto. Estos proyectos no se basan en las amistades, sino en el equilibrio entre ambos componentes, y sin duda esta pareja forma el equilibrio perfecto. Inténtelo, no será tan malo. Mire, allí está su pareja -dijo, señalando a Isaac, que había entrado en la clase y se había dirigido hacia la mesa con las incubadoras.
-De acuerdo, gracias, señor.
Me acerqué a Isaac refunfuñando. ¿De verdad tendría que aguantarle? Él se dió cuenta de que me aproximaba, y me miró sonriente.
-Cariño, ¿qué tal? Por un momento pensé que no llegarías.
-Eh, para el carro. De cariño nada, ¿qué dices?
-Somos padre y madre, no querrás que nuestros hijitos-pollo crean que no hay amor entre nosotros -respondió él, poniendo cara de pena.
-Eres estúpido. Lleva tú los huevos.
-Siempre los llevo.
-Dahg para por favor, que asco -dije, dirigiéndome a la cafetería.
Entramos en ella, me acerqué a la barra, cogí mi comida y me dirigí a mi mesa, sin importarme si Isaac me seguía o no. Me senté en frente de Dylan.
-Hola, Brown.
- ¿Qué tal, Moore? No pareces de buen humor, bueno, a ver, nunca lo estás pero... ¿Quién es este tío? -dijo Dylan, refiriéndose a Isaac, el cual se había sentado molestamente a mi lado.
-Este tío -comenzó Isaac -se llama Isaac. Seguro que Olivia te ha hablado ya de mí, ya que, bueno, está colada por mí y eso. ¿Y tú eres...?
Rodé los ojos. ¿Iba a tener que aguantarle?
-Pues sí que me ha hablado de ti, creo, pero no eran unas cosas muy...agradables. Yo soy Dylan.
-Guay -respondió él.
La tensión era palpable en el ambiente, realmente no se llevaban muy bien. Eran muy diferentes, y sin duda no se soportaban.
-Estoy con él por un proyecto de biología -dije yo, intentando suavizar el incómodo momento por el que estábamos pasando.
-Sí, -continuó Isaac -somos papá y mamá de unos encantadores polluelos. Bueno, cuando nazcan.
-Que encantador -respondió Dylan.
Iba a ser una larga semana.
Llegó la hora de volver a casa, por lo que tenía que acordar cuando debíamos vernos Isaac y yo.
-Vale, escucha, los días pares te los llevas tú a casa, y yo los impares. Como hay que tomar notas y todo eso tendremos que vernos más a menudo (para mi desgracia) por lo que iremos a casa del otro cada día y alternando. No pienso suspender esta asignatura porque me haya tocado con un idiota, ¿entendido?
-Por supuesto, cielo, lo conseguiremos. Hoy es día 6, por lo que me toca a mí llevármelos a casa, a partir de mañana iremos quedando. Pero...deberías darme tu número, ya sabes, por si hay alguna...emergencia.
Solté un bufido. ¿En serio, una emergencia? Sin duda era un truco muy viejo, pero, aunque costaba admitirlo, tenía razón. Saqué un bolígrafo de la mochila, cogí su mano y se lo anoté en la muñeca. Cuando acabé, el dijo:
-Gracias, cariño, hasta mañana -y me dio un beso en la mejilla.
¡¿Por qué había hecho eso?! Un horrible rubor se asentó en mis pálidas mejillas, y la rabia corría por mis venas. Antes de poder quejarme, él ya se había ido, subido en su moto. Idiota.
ESTÁS LEYENDO
La verdad de soñar ©
JugendliteraturTodo el mundo dice que soñar es gratis pero ¿es eso del todo cierto? Romance, problemas, locuras y preguntas inundan las páginas de esta novela. ¿Se encontrará alguna vez la verdad de soñar?