Capítulo 8

40 3 0
                                    

13 de Abril de 2014...
Conduzco durante quince minutos aproximadamente, con Miranda a mi lado. Al llegar a casa de Erik nos detenemos. Su casa es un enorme chalet de 4 plantas, incluido el sótano, decorada elegantemente. Si Erik tiene algo más a parte de músculos, es dinero. Sus padres son dueños de una gran multinacional, encargados sobretodo de importaciones y exportaciones de diamantes a otros países de todo el mundo. ¿Cómo consiguen los diamantes? Ni idea.
Bajamos del coche y nos dirigimos a la puerta, miranda mucho más ilusionada que yo. Entramos y el fresco de la primavera que me hizo maldecer el no haber traído una chaqueta queda cubierto por una gran ola de calor. En la casa, adolescentes de todas las edades bailan y charlan animadamente mientras sujetan entre sus manos unos vasos de plástico rellenos de lo que supongo será alcohol. Entre la multitud, conseguimos divisar a Erik hablando con Mike y Nick. Los tres pertenecen al equipo de rugby de nuestro instituto, por lo que se conocían y hablaban mucho entre ellos. Nosotras nunca nos habíamos llevado con aquellos chicos. Pertenecen a un nivel superior, mucho más sociables y fiesteros, mientras que Miranda y yo somos más reservadas.
-¡Hola, Mirandaaaaa! ¿Qué tal? -comienza Erik, que se había acercado a nosotras, algo borracho, mientras le da dos besos en las mejillas a mi amiga -Veo que has traido a tu amiga...¿Martha?
-Olivia -contesto.
-Ah, bueno, pues que sepas que tienes cara de Martha. Disfrutad de la fiesta, chicas -termina, alejándose.
Miranda me agarra y me lleva a la barra donde un chico, también de último curso, sirve bebidas.
-Hola, señoritas. -dice él- ¿Queréis algo?
-Obviamente, estamos aquí por algo, ¿no? -responde Miranda, burlona.
El chico no entrega 2 vasos de plástico, llenos hasta más de la mitad. Yo huelo el contenido intentando averiguar de qué bebida se trata. ¿Whisky? ¿Coñac? La verdad es que no estoy muy puesta en bebidas y tampoco me interesa estarlo, pero, antes de poder decir que me resultaba una mala idea, veo como Miranda se termina su segundo vaso.
-Esto...Mir...no creo que sea una buena idea, y mucho menos beber tan rápido...
-Ay, Olivia, por favor. Déjame disfrutar y pasarlo bien, tú también deberias. Ahora, si me disculpas, me voy a bailar con Erik macizo -responde, soltando una risa histérica y burlona.
Increíble, tan sólo dos vasos y ya va borracha como una cuba. Sin darme cuenta, doy un buen trago al vaso que sostengo en la mano. Está tan fuerte que me quema la garganta y me nubla la visión por un momento. Lo dejo en la mesita del salón y salgo al jardín trasero, alejándome de la multitud y las empalagosas parejas borrachas, esperanzada de que el aire me quite aquella sensación de mareo que la bebida me había provocado.
Poco a poco, mi cabeza se va despejando mientras espero de pie en el porche, pero aun así me siento culpable. 1 ) No debería haber accedido a venir a la fiesta. 2) No debería haber bebido nada. 3 ) No debería haber dejado sola a Miranda. Pero... ¿ Qué más podía hacer? Hay algo diferente en ella, algo que no me gusta, como si ahora le importasen más las fiestas y ligar que las consecuencias de aquellos actos. No tengo ninguna gana de estar allí, el recuerdo de mi madre aún me persigue, y lo último que quiero hacer es ir de juerga, pero algo me saca de mis pensamientos. Un chico agarra a una chica de la cintura mientras ríen. Van a subir las escaleras del porche, pero él se tropieza y ambos caen al suelo, no sin antes derramar sus vasos de alcohol sobre mi ropa. Genial, si antes tenía frío, ahora puedo morir congelada. Como era de esperar, ninguno de los dos se disculpa, sino que empiezan a besarse en el suelo. Pongo cara de asco mientras alguien se me acerca con la misma cara.
-Vaya, no sabía que la lengua podía llegar tan profunda sin causar náuseas. -dice él, provocando que mi expresión facial cambie a una sonrisa imposible de reprimir -Por cierto, necesitas una chaqueta.
- Oh, no hace falta que me la des -respondo.
-No te la ofrecía, pero bueno, si insistes...
- No, en serio -digo, rechazando de nuevo la oferta de aquel chico.
-Se te transparenta el sujetador de corazones.
Bajo la mirada a la altura de mi pecho, donde puedo distinguir a la legua unos corazones de todos los colores. Avergonzada, cojo su chaqueta y me la pongo rápidamente, mientras él suelta una carcajada.
No hablamos más, sólo nos quedamos allí en silenco. De vez en cuando le miro de reojo. Es algo más alto que yo, y su oscuro pelo, más largo por la parte de arriba, contrasta a la perfección con sus claros ojos azules, aportándole algo de misterio. Es un chico guapo, y me había caído muy bien en tan sólo un minuto.
Un estruendo proveniente de la casa provoca que nos giremos hacia ella. Cruzamos la mirada fugazmente y nos dirigimos al interior de la vivienda. La imagen es algo sorprendente. Erik está sobre la mesa de bar, tumbado y agarrando por los hombros al chico que antes nos repartió las bebidas, el cual se encuentra sobre Erik, propinándole algún puñetazo de vez en cuando. Se gritan insultos y cosas horribles el uno al otro. A un poco de distancia se encuentra Miranda. Me acerco a ella, con el chico que me prestó la chaqueta pisándome los talones.
-¡Miranda! Dios, ¿estás bien? ¿Qué ha pasado?
-Oliviaaaaa. ¿Sabes qué? Se están pe-le-an-do. Y, ¿sabes por qué? POR MI, MIRANDA STONE. !¿NO ES GENIAL?!
-Dios, Mir. Estás borracha.
-Muy borracha -interviene el chico, al cual miro enfadada.
-Que va, solo me he bebido cuatro vasitos de nada...
-Suficiente, nos vamos. Hasta luego, gracias por la chaqueta -finalizo la conversación entregándole la prenda de ropa y agarrando a Miranda del brazo, arrastrándola hacia fuera de la casa.
Poco antes de llegar al coche, los quejidos y súplicas de Miranda han cesado, y han sido sustituidos por una risilla nerviosa.
-¿Qué? -pregunto irritada.
-Se te ve el sujetador -responde, burlona.
Suelto un bufido y la subo al coche y abrocho su cinturón. Luego subo yo y arranco, alejándonos de la fiesta que iba a arruinar mi vida aun más.

Llevo algo más de cinco minutos conduciendo y no hemos articulado palabra, hasta que rompo el silencio.
-¿Cómo vas, Mir?
-A ti que te importa -responde, impasible.
-Eres mi mejor amiga, claro que me importa.
-¿Mejor amiga? ¡Me has arruinando la noche!
-¿Que yo te he arruinando la noche? -respondo a la defensiva -Estas borracha, muy borracha, y me has arrastrado hasta aquí.
-Yo no te he obligado.
-¿Ah, no? Bueno, debería haberte dejado allí sola, entre peleas, y borracha. Aunque cuando llamases diciendo que estás al lado de un contenedor de basura, sola y sin tu cartera, habiendo perdido la virginidad y con resacón, te habría colgado, sin antes recordar que soy una aguafiestas.
- Que dramática eres, por Dios.
- No es ser dramática, es ser realista.
-¡Que no quieras salir y pasarlo bien no significa que tengamos que jodernos los demás.
-No es que no quiera -respondo.
-¡Estoy harta! ¡Dios, Olivia, tu madre ha muerto! Sé que es duro, pero no puedes estar así, tienes que superarlo. ¡No vas a arruinar tu vida por su culpa!
Me cuesta respirar, siento como si me hubiesen clavado un puñal en el corazón. Traicionada.
-No vuelvas a hablar de mi madre -digo casi en un susurro.
-¿Qué?
-¡He dicho que no vuelvas a hablar de mi madre!
Cierro los ojos fuertemente, hasta que el grito de una mujer me saca de mi ira. Sorpresa, llantos, gritos y lesiones. El coche abollado, unas plantas destrozadas, 3 cuerpos en el suelo, contando el mío. Los ojos de mi padre inundados de lágrimas. Dos ambulancias. Médicos. Alguien a parte de mi padre junto a mí en la ambulancia. Mila, mi vecina. Lágrimas en mis ojos, pero no puedo hablar. Tengo sangre y heridas por todas partes. Llegamos al hospital y me desmayo por completo. Pasan las horas, estoy tumbada en una cama de hospital, consciente pero con los ojos cerrados.
- Ella y su amiga están bien, tan sólo heridas leves, se recuperarán.
Oigo a mi padre exhalar aire, tranquilizado entre las palabras del médico.
-¿Qué hay de Mila, la mujer?
- Eso es más complicado. Verá, la señora Mila Adams a entrado en estado de coma.

La verdad de soñar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora