El beso duró tan sólo unos segundos, pero fue tiempo suficiente para descolocar mi mundo y envolver mis pensamientos en un gran remolino. Cuando nuestros labios se separaron, apenas podía mirarle a la cara de la vergüenza y timidez que me abordaban en ese momento. Dylan, mi mejor amigo y al que nunca había visto como nada más, acababa besarme y había hecho que me replantease mis sentimientos. El beso había sido bonito y, para que mentir, él besaba genial. Había sido uno de esos que quieres repetir, esos besos adictivos que te hacen desear más.
-Yo... debería irme -dijo Dylan finalmente.
-Umm...sí, supongo -respondí.
-Hasta mañana, -continuó él, levantándose -y...emm...lo siento.
No entré en casa hasta que le hube perdido de vista. Me levanté del porche, pensativa, y fui a mi cuarto directamente, saltando sobre la cama. Pasé las siguientes dos horas mirando al techo, pensando en todo y a la vez en nada. Al final, el sueño llegó a mí y caí rendida plácidamente, esperando que a la mañana siguiente todo se viera más claro. Cosa que, obviamente, no ocurrió.
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No estaría de más decir que en un principio pensaba que lo tenía todo clarísimo. Me levanté de la cama con la ropa que había usado el día anterior completamente arrugada. Me la quité y abrí el armario, buscando qué ponerme. No sabía por qué, pero me apetecía llevar una falda, así que cogí unas gruesas medias de mi color de piel, una falda de color granate y una blusa blanca. Metí la blusa por dentro de la falda, me puse unas calzas por encima de la rodilla grises y agarré una chaqueta de punto beige, junto a unas botas negras con un poco de tacón. Dejé mi pelo suelto sobre los hombros y bajé a desayunar junto a mi padre. Cuando terminé, le di un beso a mi padre, cogí una chaqueta de abrigo y mi larga bufanda, y salí de casa para subir al autobús. Por fin podía ponerme a pensar sobre mis sentimientos, aunque lo tenía todo un poco más claro. Conocía a Dylan de hace más tiempo, había pasado muchos buenos momentos con él, le había confiado mis mayores secretos e inquietudes y había conseguido hacer que me replantease si nuestra relación era amistad o algo más con tan sólo un beso. En la otra mano estaba Isaac, que había revolucionado mi vida por completo, había hecho que me sonrojara por un chico y había conseguido que le contase uno de mis mayores secretos únicamente unos días después de conocerle. Por otra parte, no creía que él estuviera colado por mí, sino que sus cumplidos eran más por diversión que por verdadera expresión de sus sentimientos.
El autobús paró. Ya habíamos llegado. Mientras bajaba de él esperaba encontrarme con alguno de los dos chicos, pero no estaba segura de a cual de ellos prefería. Y mis deseos se hicieron realidad. Allí estaba él, con unos vaqueros desgastados, una sudadera gris con mensaje, un abrigo negro y unas zapatillas blancas. Tenía las manos en los bolsillos, posiblemente tratando de resguardarse del frío, y el pelo mojado caía sobre su cara. Me acerqué a él un poco temblorosa y le dije:
-Te vas a resfriar.
-Merecía la pena por esperarte, Oli -respondió él, mirándome profundamente a los ojos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y estaba segura de que iba a tirarme encima suya, pero tan sólo respondí:
-Vamos dentro.
Él asintió, mirándome primero de arriba a abajo.
-¿Te has puesto una falda?
-Sí, ¿qué pasa?
-Nada, sólo que no sueles ponertelas -terminó. No contesté. Tenía razón, apenas me ponía falda, pero no sabía por qué pero tenía ganas de llevarla hoy.
Tenía matemáticas a primera hora, así que fuimos a mi taquilla en completo silencio. Hoy no tenía biología, así que no habia traído la huevera. 1-7-3. Abrí mi taquilla y cogí los libros. Cuando la cerré, él habló.
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La verdad de soñar ©
Teen FictionTodo el mundo dice que soñar es gratis pero ¿es eso del todo cierto? Romance, problemas, locuras y preguntas inundan las páginas de esta novela. ¿Se encontrará alguna vez la verdad de soñar?