Capítulo 10

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Desperté con unos golpecitos en la puerta.

-Olivia, ve levantándote, cariño.

Yo sonreí ante aquella palabra. Hacía mucho tiempo que mi padre no me llamaba cariño. Yo bajé de la cama y me estiré. Era sábado, las 10:30. Por la tarde vendría Isaac para hacer el proyecto de biología, que tuvimos que posponer ayer. Me acerqué al armario con la esperanza de encontrar algo que ponerme. No sabía por qué, pero quería estar guapa. Al final, después de probarme un millón de conjuntos diferentes, decidí ponerme una camisa blanca larga, bajo un jersey de Hollister grisáceo, y unos leggings negros. Luego me puse unos calcetines largos del mismo color que el jersey hasta las rodillas y bajé descalza hasta la cocina, recogiendo mi pelo en un simple moño no muy "trabajado". Allí estaba mi padre haciendo tortitas. Me acerqué a él y le di un sonoro beso en la mejilla.

-Mmm...tortitas -dije, oliendo la sartén.

-Eh, aparta tu nariz, fiera. Vas a tener que esperar un poco.

Yo le saqué la lengua y fui al frigorífico. Saqué la leche, luego saqué el bote de café del armario y me fui a donde estaba la cafetera. Metí la cápsula del cappuccino en la cafetera de Nespresso. Cuando el café estuvo listo cogí dos tazas y las llené con el café y la leche, posteriormente poniéndolas en la mesa que había en la cocina. Después mi padre puso dos platos con tortitas en ellos, el mío con sirope de chocolate formando un corazón, como el los viejos tiempos. Yo sonreí mientras él se sentaba frente a mí.

-Es sábado, ¿que piensas hacer hoy? Yo aún tengo que terminar un informe así que no podremos salir pero...

-Da igual. En realidad va a venir un compañero de clase.

-¿Dylan?

-No, otro compañero. Se llama Isaac.

-Oh, otro chico... -dijo, mirándome burlón.

-Es sólo un compañero, papá. -dije yo, intentando no ruborizarme -Tenemos que hacer un proyecto de biología.

-Por supuesto -dijo él, aún con una mirada pícara en su cara. Yo rodé los ojos y recogí los platos del desayuno.

Durante el resto de la mañana, mi padre estuvo en el estudio trabajando, mientras que yo la pasé en mi cuarto haciendo los deberes de ayer mientras escuchaba música y la tarareaba. Cuando era más pequeña, siempre había querido ser cantante y bailarina. Había tomado clases de danza hasta el año pasado, cuando ocurrió lo de mi madre. Desde entonces hubo un cambio radical en mi vida, y la danza se había convertido en algo no muy importante, al igual que cantar. Nunca había asistido a clases de canto, pero me encantaba cantar. Mi madre fue a algunas cuando era pequeña, y tenía una voz angelical. Ella me enseñó algunas de esas cosas que aprendió, haciendo así que mi voz se pareciese a la suya, pero nunca nadie ni ninguna podría igualarla.

Llegó la hora de comer y, como sabía que no debía molestar a mi padre, calenté unas albóndigas en salsa que dejó ayer y las comí. Aparté unas pocas para él, así que le llevé el plato al estudio. Cuando entré todo era un poco caos. Había papeles por todas partes y mi padre miraba fijamente al ordenador, frustrado. Le dejé el plato sigilosamente en una mesilla y me fui a mi habitación para no molestar. Cuando llegué me di cuenta de que había dejado la radio encendida y me dirigí a apagarla, pero entonces comenzó a sonar Wings de Little Mix. Era uno de mis grupos favoritos, así que cerré la puerta, subí el volumen y empecé a cantar:

Mama told me not to waste my life
she said spread your wings
my little butterfly
Don't let what they say,
keep you up at night
and if they give you Shh...
then they can walk on by

La verdad de soñar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora