Oscuridad. Me encontraba en una habitación completamente vacía y a oscuras. Me pegué a la pared y avancé intentando encontrar el interruptor de la luz. Al cabo de un rato lo localicé y lo pulsé. Ojalá no lo hubiera hecho, sin duda prefería la oscuridad a aquello que veían mis ojos. La habitación no estaba vacía, sino que había una mesa en el centro de la sala. Me aproximé y mis peores miedos aparecieron. Había algo sobre la mesa. Era una gran bolsa negra con una cremallera en el centro. Sabía lo que me iba a encontrar dentro, pero mis manos no respondían a las señales que mi cerebro mandaba, indicando que se alejasen de la bolsa. Siguieron su camino, cogieron la cremallera, empezaron a abrirla y justo cuando el rostro de alguien iba a aparecer, la escena cambió completamente. Me encontraba en una iglesia, dentro, escondida tras la capilla, desde donde se podía ver todo lo qu sucedía en esta perfectamente. Todos los bancos se encontraban ocupados por gente de todas las edades vestidos de negro, rindiendo luto a la persona que se encontraba dentro del ataúd. Pude divisar a una chica en la primera fila. Debía tener más o menos mi edad, e iba vestida con un vestido justo por encima de la rodilla negro, adornado con algo de encaje y su cabeza estaba enterrada en los hombros de un hombre alto y delgado, de pelo castaño que la abrazaba fuertemente. La mano de la chica estaba siendo sujetada por otra, de aparentemente su misma edad, aunque ésta era rubia y algo más alta. Miré en dirección al ataúd y me di cuenta. Aquella chica que lloraba era yo, hace tan sólo unos meses, aquel hombre era mi padre y la chica rubia era Miranda. Y aquel era el funeral de mi madre.
De repente, el escenario cambió de nuevo. Ahora estábamos fuera de la iglesia. Yo estaba junto a un árbol a la lejanía mientras observaba a mi yo de aquel entonces, que estaba al lado de Miranda junto a un cartel en el que se podía leer "Honramos la memoria de Cassandra Moore, siempre en nuestros corazones" sobre la foto de una mujer hermosa, de mediana edad, rubia y de ojos grises, con unos rasgos muy parecidos a los míos, y a mi padre, situado justo en la puerta, recibiendo el pésame de los asistentes. Entonces un hombre mayor, de unos sesenta y muchos años se acercó a mi y a Miranda, muy cabreado, seguido de una mujer también mayor que iba preocupada. Él tenía el pelo canoso, pero se podía ver que cuando era joven, éste era de un gran rubio brillante, y sus ojos eran azules tan claros que parecían transparentes. La mujer era morena y con unos preciosos ojos grises.
El hombre por fin nos alcanzó y me agarró gritando:
-¡Es todo por tu culpa, niña! ¡Mi pequeña se ha ido y todo por tu culpa! Le dijimos que no lo hiciese, que había otras maneras pero no nos hizo caso...y ahora esta muerta. ¡Muerta!
-¡Paul para ya! La niña no tiene la culpa, sigue siendo tu nieta y fue decisión de Cassie...no puedes culparla -me defendió la mujer.
-¡Calla mujer! Ella la ha matado, y ha sido por su culpa y te matará la conciencia.
Tanto mi rostro como el de mi antiguo yo se volvió de un tono pálido, grisáceo.
Entonces desperté sobresaltada en mi cuarto, sudando y con la respiración entrecortada. Miré mi reloj y vi que eran las cinco y media de la mañana. La gente normal habría dicho lo típico de "Ha sido sólo un sueño" pero no lo era. Sucedió en la realidad. "Joder" pensé, había revivido el peor día de mi vida otra vez, aquel día que cambió mi vida por completo, aquel día en el que mi vida se rompió en mil pedazos imposibles de arreglar.
Bajé alas escaleras a hurtadillas, para no despertar a mi padre, y me dirigí a la cocina, cogí un vaso de la pila y lo puse bajo el fregadero, llenándolo de agua. Bebí el vaso entero y me quedé allí plantada. Faltaba una hora y media para las siete, la hora a la que solía levantarme, pero aquella horrible pesadilla me había quitado todo el sueño y estaba más que despierta. Decidí subir a mi cuarto, encender el ordenador y ver alguna película. Me puse a ver Bajo la misma estrella, película que al parecer era muy popular entre la gente, pero que yo no había visto aún. Nada más comenzar, en el momento en el que Hazel y Augustus se miran, supe que algo ocurriría entre ellos, y me planteé quitar la película. No tenía ganas de ver una perfecta estúpida historia de amor, pero aun así continué viéndola. Me impresionó. No era lo que pensaba, sino que era una historia de como unos chicos, que han tenido su vida condicionada por el cáncer, se enamoraban, y cumplían sus sueños: Hazel conocía a su escritor (aunque no era realmente como pensaba), se enamoran y pasan una bonita historia juntos, hasta que lo inevitable sucede. Aquella película me hizo reflexionar. Me dio esperanzas de que mi vida podía cambiar y podía llegar a ser mejor, compartiéndola con alguien al que ame, pero ese pensamiento se fue enseguida. Hazel deseaba conocer a aquel escritor, juraría que fantaseó en su cabeza con aquel precioso momento y, justo cuando pudo cumplir su magnífico deseo, resulta que ese escritor es gilipollas perdido, por lo que todo su sueño se fue al traste. Justo cuando todo iba bien, diagnostican de nuevo cáncer a Gus, por lo que toda la preciosa historia se estropea. De nuevo vinieron a mi mente aquellas preguntas, ¿cómo funcionan los sueños? ¿Quién los controla? ¿Quién es el cruel que cuando te da lo que llevas soñando durante mucho tiempo hace querer que nunca lo hubieras deseado? De nuevo me hacía querer dejar de soñar, de imaginar días estupendos. Todo esto venía de hace tiempo, cuando uno de mis mayores deseos estuvo a punto de hacerse realidad y en un segundo todo se arruinó.
Un ruido me sacó de mis pensamientos, era el despertador. Había olvidado apagarlo. Me aproximé a la mesilla de noche y lo apagué. Luego, como cada mañana, me aseé, me vestí, bajé a desayunar, mi padre me ignoró y luego me observó escondido en su coche, mientras yo marchaba hacia el instituto.
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Nada más llegar al instituto me encontré con Dylan, parado en frente de la puerta, ojeando su teléfono. Yo me acerqué sigilosamente y se lo arrebaté.
-Vaya, vaya... ¿con quién hablas? ¿Tu novia? ¿Quién es esa tal Nadia? -dije yo, burlonamente.
-Ja, ja, ja... pero que graciosa que estás hoy, chica, tú has desayunado mecheros ¿no? porque tienes una chispa... -replicó él, cogiendo su teléfono de entre mis manos -Además, es mi prima, estúpida.
-Pobre de ella... -respondí yo -¿Sabes qué? He visto Bajo la misma estrella.
-Calla, no hables, ni se te ocurra. Rhian Saelices, mi compañera de dibujo, no calla con la dichosa película y estoy empezando a cagarme en el Van Houten de los cojones.
Me reí, por un momento había olvidado la horrible pesadilla.
Me despedí de él para ir a mi clase de biología. Aún faltaban un cuarto de hora, pero me gustaba ir pronto, para así poder coger sitio. Junto cuando estaba a punto de entrar me choqué con algo, o mejor dicho alguien. No lo podía creer. Estaba en frente del estúpido y arrogante chico nuevo.
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La verdad de soñar ©
Novela JuvenilTodo el mundo dice que soñar es gratis pero ¿es eso del todo cierto? Romance, problemas, locuras y preguntas inundan las páginas de esta novela. ¿Se encontrará alguna vez la verdad de soñar?