Capítulo 6

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Días más tarde...

Por fin era viernes. Me había pasado la semana entera con Isaac, y no le soportaba. Esa sonrisa arrogante y esos comentarios de superioridad hacían que realmente me plantease el quedarme en casa encerrada y no ir al instituto nunca más. No podía hacer eso, obviamente, ya que no quería defraudar más a mi padre. Como todas las mañanas, me levanté y me aseé, bajé a desayunar, subí al autobús y me dirigí al colegio. Al llegar a la parada esperaba encontrar a Dylan, como siempre había hecho, pero en vez de encontrarme con sus preciosos ojos azules divisé los verdes de Isaac. Resoplé y me acerqué a él, algo indignada. Llevaba una incubadora portátil con unos huevecitos de gallina dentro. Hoy era viernes día 9, por lo que me tocaría a mi llevarlos a casa y aguantar una tarde más con Isaac. Cuando llegué hasta él, movió la cabeza en forma de saludo y me pasó la incubadora.

-Hola Olivia -dijo sonriente.

-Hola -respondí yo, desganada.

La primera clase que nos tocaba era Biología, aquella que compartíamos, por lo que recorrimos los pasillos del instituto juntos, sin intercambiar palabra. Llegamos a clase, y al entrar nos sentamos en nuestros respectivos sitios, yo al final de la clase, al lado de la ventana, y él justo delante mía. Últimamente me costaba mucho atender en clase, no sabía si por todo lo que había pasando esta última semana o bien porque Isaac era más alto que yo y no me dejaba ver al profesor, pero no podía concentrarme y aquello provocaba que pensamientos y recuerdos tristes llegaran a mi mente. La clase acabó, recogí mis cosas y antes de irme me dirigí a Isaac:

- Esto...tengo clase de educación física ahora y ¿podrías quedarte con la incubadora? Es por si acaso se rompe o algo.

- Vaya, vaya... la pequeña Moore necesita mi ayuda ¿eh?. Por supuesto cariño, nos vemos en la cafetería luego -contestó él, guiñándome un ojo.

Yo rodé los míos y me fui para el vestuario, dispuesta a cambiarme de ropa y ponerme el chándal deportivo. Llegué y abrí la taquilla, saqué el horrible chándal del instituto y aproveché que no había llegado ninguna de mis compañeras para cambiarme. Siempre me gustaba llegar pronto al vestuario, no me gustaba enfrentarme a los cuchicheos de las chicas de mi clase, sobretodo porque Miranda forma parte de esas chicas. Deslicé los leggings negros por mis piernas para quitármelos, y en su lugar me vestí con el pantalón rojo, blanco y corto del instituto. Luego me deshice del cárdigan color azul que llevaba y me saqué la camiseta blanca por encima de mi cabeza, poniéndome la camiseta deportiva que formaba parte del chándal. Por último, me calcé con las deportivas blancas de mi taquilla, me puse la chaqueta del chándal y me acerqué a un espejo para recoger mi pelo en una coleta alta, para posteriormente salir del vestuario, justo antes de que mis compañeras cruzaran el umbral de la puerta.

Entré en el gimnasio, justo a tiempo para que la pesadilla comenzase. En un círculo más bien pequeño se encontraban Mike y Nick, junto a Dustin y Byron (unos amigos suyos) en torno al pobre de Simon Lovell. Él era un chico bajito y escuchimizado, un empollón y algo friki, blanco fácil para esos matones.

Algo de mí quería correr para ayudarle, encarar a Mike, pero no podía. No podía permitirme meterme en más líos. No quería darle otro disgusto a mi padre, así que me dirigí a las gradas en dirección al asiento ocupado por Dylan, ignorando los empujones e insultos hacia Simon.

Educación Física era una de las pocas clases que Dylan y yo compartíamos, junto a Literatura Universal y Economía. Al parecer los profesores no querían que compartiésemos muchas clases.

-Hola -dije, sonriendo a Dylan.

-Hola. -respondió él, levantando la mirada de sus zapatillas -Oye, ¿dónde está tu sombra?

La verdad de soñar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora