Capítulo 7

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Mamoru se sentó al volante con movimientos lentos. Su incomodidad era evidente y algo tórrido y sexy se apoderó de Usagi cuando tuvo conciencia de que era ella quien le había provocado aquella excitación que no desaparecía. Mamoru se puso el cinturón y encedió el motor, pero el coche no se movio.

-Mamoru, ¿te encuentras bien?

-No -dijo él, procurando no mirarla-. Eres peligrosa cuando te enciendes, Usagi.

La expresión de ella se suavizó hasta acabar en el sonrojo. Nadie le había dicho algo así y, desde luego, no como una amenaza seductora. Mamoru le puso la mano en la nuca y la atrajo hacia sí para obsequiarle con un beso largo y húmedo.

-No lo puedo evitar, me gusta -dijo él.

«A mí también», pensó ella, dándose cuenta sobresaltada de que era verdad.

Por fin, Mamoru arrancó el coche.

-Necesito una ducha fría. Una ducha bien larga.

-Ya me he dado cuenta -dijo ella mirándole.

-Y si sigues mirándome de ese modo, aún será peor.

Usagi levantó ambas cejas.

-Te deseo, Usagi. Toda entera.

-Mamoru.. -dijo ella, inquieta.

-¿Demasiado pronto?

Usagi asintió, sin poder evitar sentirse culpable y egoísta. Mamoru se agitó incómodo con la presión en los pantalones. Se reprochó duramente, Usagi podía haber estallado entre sus brazos, pero todavía faltaba mucho para que le invitara a su cama.

-Soy famoso por mi paciencia. Y, claro, últimamente por mis continuas duchas frías.

Usagi se echó a reír ante su gesto amargo, a la vez frustrado y divertido.

Cuando detuvo el coche, Usagi se sorprendió al ver que estaban en el parque. Mamoru corrió a ayudarla a bajar y ella no pudo negarle el placer de aquel juego. En un instante, Mamoru había preparado una comida al aire libre con un edredón sobre la hierba y cuatro almohadones, dos de ellos apoyados contra un árbol.

-¿Sabías que iba a aceptar?

-Tenía esa esperanza. En caso de que te hubieras negado, has de saber que estaba dispuesto a llegar hasta la súplica más abyecta.

Con una de sus sonrisas radiantes, comenzó a sacar cosas de la cesta. Había zumo para ella y refrescos para él.

-Por qué elegiste la inseminación artificial? -preguntó Mamoru.

Usagi apartó el sandwich de sus labios y bajó la mirada. Acabó decidiendo que no perdía nada con decir la verdad y le contó los detalles de su vida con Diamante, del aborto y de la consecuente ruptura de su matrimonio.

La rabia encendió el rostro de Mamoru.

-Nunca le importó lo que le había pasado al bebé. Lo único que quería era que nuestra vida volviera a ser como antes. Era demasiado egoísta para darse cuenta de que nunca podríamos volver atrás después de aquello.

-Era un idiota, Usagi. No te preocupes, vas a ser una madre estupenda.

Usagi se pasó una mano por el vientre. Madre.

-Odié a Diamante. Durante mucho tiempo le he echado la culpa del aborto. Cuando conseguí olvidarle, decidí que no le necesitaba ni a él ni a ningún otro hombre para conseguir lo que quería. Al cabo de algunos años, he conseguido demostrarlo. La clínica era la mejor elección, mucho mejor que arriesgarme a contraer una enfermedad o engañar a un hombre con un encuentro sexual esporádico.

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