Usagi no creía que hubiera algo que pudiera hacerle tanto daño como ver a Mamoru y sentir su desprecio. Al día siguiente, salió del ultramarinos, se vieron y ambos se quedaron parados. Ella no pudo descifrar su expresión, pero era tan dura que se sujetó al carrito con más fuerza. Al cabo de un momento, Mamoru subió al Jeep y cerró de un sonoro portazo. Usagi sintió aquella acción como un aguijonazo y trató de seguir adelante sin mirarlo. Ni siquiera se había tomado la molestia de saludar ni de detenerse a acariciar al niño. ¿Qué más pruebas necesitaba para convencerse de que le había perdido?
Mamoru la siguió con la mirada mientras cruzaba hacia el parque. El corazón se le partía con sólo verla. Desde el parto, habían sido las seis semanas más largas de toda su vida sin llegar a ninguna parte. ¿Por qué no iba tras ella y le exigía que recobrara el sentido común? «Por que eres un cabezota, por eso». Mamoru examinó sus sentimientos y sus métodos y llegó a la conclusión de que podría haber actuado de una manera distinta si no la hubiera querido tanto.
Al día siguiente, Usagi tomó a su hijo en brazos para aliviar el dolor que la ausencia de su padre le producía. Respiró su perfume y le contempló. Entonces frunció el ceño.
-Conque habéis estado conspirando contra mí, eh?
Alexander contestó haciendo burbujas con la boca y pataleando con sus piernas gordezuelas. Usagi no tuvo más remedio que volver a abrazarle antes de quedarse mirando a su hermana y a su madre.
-¿Cuál de vosotras va a ser la primera en confesar que habéis dejado venir a Mamoru cuando yo no estaba?
Ikuko y Haruka se pusieron pálidas, intercambiaron miradas y luego volvieron sus ojos hacia ella.
-Alexander huele igual que su padre.
Usagi tuvo que darse la vuelta para que no la vieran sonreír. Tenía ganas de reírse a carcajadas. Que estuviera viendo a su hijo a escondidas aliviaba algunos de sus peores miedos. Había vuelto a equivocarse en muchas cosas y no por primera vez.
Aquello le dio esperanzas para ir a su habitación con Alexander, tumbarse en la cama y marcar un número de teléfono. Sonó y sonó pero el contestador no se conectó.
Frunció el ceño y lo dejó para más tarde. Mamoru había dicho que no había nada que hablar, pero Usagi tenía otras ideas. Rei miró el documento con la boca abierta.
-¿Lo dice en serio? -preguntó mirando a Jedeite y luego a Mamoru.
-Yo lo he intentado, Rei-se disculpó el abogado-. Pero se niega a ceder.
-Esto es ir demasiado lejos, Mamoru. No puedes hacerlo.
Mamoru contempló el documento de custodia que Rei tenía delante.
-No me ha dejado otra alternativa, Rei. Lo sabes perfectamente.
-No me lo puedo creer! -exclamó ella con con ojos húmedos-. Juro que si hubiera vivido cien años, jamás te habría considerado capaz de una cosa así.
Mamoru sintió que una daga le partía el corazón en dos. Ni siquiera una abogada experimentada podía descubrir que era un medio para alcanzar un fin.
-Esto va a matarla -.musitó Rei con voz trémula-. Después de todo lo que habéis pasado juntos. Porque tú la quieres, ¿no es cierto?
-Más que a mi vida, pero me ha excluido de la suya. ¿Y todo por qué? Porque tiene miedo de que sólo la quiera por nuestro hijo. Ella me ha empujado a hacerlo, Rei. Tu hermana no sabe escuchar a su propio corazón y no puedo seguir esperándola.
Mamoru salió del despacho temblando. Por enésima vez le asaltaron dudas sobre lo que se disponía a hacer, pero se obligó a seguir andando. Había echado su carta de triunfo a la mesa, si fallaba, todo estaría perdido.
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ALGO NUESTRO
RomanceUsagi Tsukino se negaba a compartir el hijo que tanto tiempo había esperado, con un completo desconocido, y mucho menos a casarse con aquel hombre. Cierto que Mamoru Chiba tenía algo que ver con su embarazo, cortesía de su involuntaria donación a un...