Capítulo 12

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-Te juro que, cuando estás enfadado, te conviertes en el más grosero de los hombres -dijo Usagi apartándose de él en la puerta del hotel.

-¿Enfadado? ¿Conque piensas que es eso?

-Claro que no. También me vienen a la cabeza cosas como terco, irritante, celoso y cabezota.

-¿Describiéndote a ti misma, Usagi?

-ja! -se burló ella.

Entró en el coche y disfrutó mostrando las piernas sabiendo de antemano que él se las devoraría con la mirada. Mamoru arrancó y salió de allí a toda velocidad.

-Mamoru, cálmate. Quiero vivir para ver crecer a mi hijo.

Había miedo en su voz y aquello le hizo serenarse. Su expresión se suavizó levemente y aminoró la velocidad. Sólo cuando la ciudad se convirtió en un resplandor distante, consiguió Usagi reunir valor.

-¿Vas a decirme adónde vamos o piensas seguir rumiándo telo?

-Yo no estoy rumiando.

-¡Vaya que no!

-Por supuesto que no -replicó él, furioso.

-Estupendo. Sigue así. Para lo que me importa.

Usagi se había dado cuenta de la gran nevera y de las maletas que iban en la parte trasera. Y también había un maletín. Desesperada, se devanó los sesos para encontrar un modo de que hablara razonablemente con ella. Pero no podía dejar de pensar en lo atractivo que estaba sin pajarita y con la camisa abierta. En realidad, Usagi no quería discutir.

Deseaba a toda costa retrasar la tortura, el momento de la separación irrevocable. Mamoru la miró de reojo y vio que se mordía los labios. Parecía tan asustada que parte de su rabia se esfumó.

-Usagi, quiero que sepas...

-Sí? -preguntó cuando Mamoru titubeó.

-Siento lo que ha pasado. Te juro que no soportaba cómo babeaban mirándote todos esos cretinos.

-¿No lo soportabas porque sientes algo por mí o sólo por el vestido?

-Ambas cosas.

Las esperanzas de Usagi se desvanecieron en el polvo. ¿Es que nunca iba a poder llegar hasta él?

-Yo sólo quería estar contigo, Mamoru.

-¿Por qué? Llevas semanas ignorándome.

-Te llamé y ni siquiera tenías conectado el contestador.

-Lo destrocé. -

Usagi abrió mucho los ojos. El se encogió de hombros, un tanto avergonzado.

-Todavía no he comprado uno nuevo.

No pensaba contarle que lo había aplastado de pura frustración al esperar días y más días un mensaje suyo.

-Yo lo intenté -insistió ella.

-¡Maldita sea! Podías haber pasado por mi casa o haber llamado a la oficina. Cualquier cosa, por el amor de Dios.

-Estamos iguales. Tú podrías haberme esperado una de tantas veces que has estado en mi casa.

-Me cansé de ir siempre detrás de ti!

-¡Fantástico! ¿Vas a seguir maltratándome verbalmente o piensas pasar a la acción y acabar de una vez?

Mamoru la miró horrorizado.

-¡Demonios, no!

-Ahora mismo pareces lo bastante furioso como para partirme en dos.

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