Capítulo 9

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Usagi tenía un sueño delicioso, el cuerpo vivo y excitado, pero la mente letárgica.

Buscó a Mamoru con las manos, pero al encontrar vacío su sitio, sucumbió al sueño, dejándose llevar por las sensaciones eróticas que giraban como humo en sus entrañas.

Vagamente, sintió un calor contra su muslo.

—Mamoru —musitó sin abrir los ojos, temerosa de que el sueño terminara.

Sin embargo, el calor entre sus muslos se volvió húmedo, trató de cerrarlos para que cesara la sensación, pero no pudo. De repente se encontró completamente despierta.

—¿Qué estás haciendo?

—Te estoy saboreando —dijo él sin vacilar.

Congestionada, Usagi se cubrió el rostro con el brazo.

—Oh, por favor! ¡No pares ahora!

Y Mamoru siguió acariciando su mismo centro. Instintivamente, ella levantó una pierna y dos dedos penetraron en su cuerpo.

—Preferiría que fueras tú —susurró ella en la oscuridad de la habitación.

Mamoru se puso a su lado y la apretó contra la curva de su cuerpo de espaldas a él.

Entró en ella sin el menor esfuerzo. Usagi gimió de deleite.

—¿Siempre eres tan insaciable?

—Sólo contigo, ángel —dijo él, retirándose y volviendo a entrar profundamente—. Soy un pervertido, ¿eh?

—Sí. ¡Oh, cielos!

Usagi sentía cada glorioso centímetro que la penetraba. Se abrazó a la almohada y la mordió para no gritar como una posesa. Mamoru la abrazaba sin cesar su movimiento de vaivén.

—Quiero estar dentro de ti. Quiero hacerte el amor de todas las formas imaginables y no parar nunca.

—Yo también —susurró ella.

Giró la cabeza para mirarlo. La expresión de Mamoru era de placer, de tensión y de deseo. Usagi le acarició la mejilla.

—¡Mamoru! —jadeó, notando que su alivio se acercaba con la fuerza de una inundación.

Quiso que él se uniera a aquel torrente y se apretó contra él, enarcando una pierna en su muslo. Y él le acarició el brote más tierno mientras notaba que se deslizaba al paraíso. Empujó y empujó entre gemidos y gritos y ella se cerró en torno a él, exprimiendo la vida de su cuerpo, ejerciendo todo el poder de sus músculos más femeninos. Entre jadeos, ambos se colapsaron sobre las sábanas.

—Hay un nombre para tipos como tú, Mamoru Chiba —susurró ella contra la almohada antes de volverse a mirarle con furia.

Mamoru sonrió sin avergonzarse de sus tácticas.

—Hace una hora que quería despertarte.

—Trata de contenerte durante otras dos horas —dijo ella.

Le dio unas palmaditas en el muslo y se acurrucó en el calor de su abrazo. Mamoru  esperó a que se durmiera para apartarle el pelo de la mejilla y besarla.

—Te quiero, Usagi—susurró con voz temblorosa.

Usagi no dormía y su corazón daba un brinco cada vez que se lo oía decir, pero la lógica y la razón se interponían, malogrando aquella dulce declaración. ¿La quería de verdad o eran los sentimientos hacia su hijo los que hablaban por su boca? Le atormentaba no llegar a saber nunca la respuesta y con aquella inquietud se quedó dormida.

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