6. En el palacio

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- ¿Las invitaciones fueron enviadas? – En un trono alto y cubierto de oro una mujer habló con cansancio, tenía los ojos cerrados mientras disfrutaba de un masaje de hombros; proporcionado por un hombre alto y musculoso; que vestía solo unos pantalones flojos y zapatos de piso, el uno de los antebrazos estaba escrita la palabra "esclavo"; este mantenía la cabeza baja mientras trabajaba, pero a pesar de eso en sus ojos se podía ver un anhelo y deseo no disimulado.

- Si madre – la persona que hablaba era una jovencita, parecía apenas haber pasado su pubertad; sus rasgos eran delicados y su rostro aun con algo de grasa de bebe la hacían ver más pequeña de lo que en realidad era, su piel era morena y parecía brillar bajo las lámparas de aceite de la cámara, sus ojos azules parecían limpios e inocentes, pero observaba la escena frente a ella con una sonrisa coqueta, notando la mirada del esclavo y encontrándola muy divertida. No vestía de manera elegante, al contrario parecía volver de algún viaje, si alguien la viera no creería que ella era la recién coronada emperatriz heredera, por su ropa parecía más bien algún guardia de bajo rango; solo sus rasgos elegante y excesivamente hermosos daban una sensación de que no debería usar ese tipo de atuendo tan tosco.

- Bien – La mujer en el trono abrió los ojos para mirarla, ella también tenía los ojos azules, aunque su piel era tan clara que parecía traslucida, su largo cabello rubio estaba sujeto en una corona de oro adornada con piedras preciosas – Déjanos – dijo la emperatriz.

El esclavo la miró con anhelo una vez más antes de bajar la cabeza y salir en silencio – Madre es más hermosa cada vez que la veo – dijo la jovencita, en sus ojos se podía ver un rastro de burla y malicia que hace solo unos segundos no estaba.

- Te burlas de tu madre – dijo la emperatriz extendiendo la mano para indicarle que se acercara.

- Solo digo la verdad – respondió la joven – Esos esclavos matarían por estar unas horas contigo –

Luz negó con la cabeza – No digas esas cosas – la reprendió medio en broma, de todos sus hijos Laisa era la más cercana y la que conocía todos los secretos de la posición que heredaría, conocer tantas cosas a una edad tan joven la había vuelto algo cínica y tendía a despreciar a los hombres que se portaban de esa manera, sin embargo, eso no le había impedido jugar con ellos, de todos sus hijos podría decir que era la más cruel, tal vez el hecho de que no creyera en el amor y en las palabras de los hombres le daba la seguridad de entregarle su pesada posición, sabía que la belleza o el sexo nunca la tentarían, las palabras dulces eran cómo nada a sus oídos.

Laisa subió las escaleras hacía el trono y jaló un gran cojín para sentarse en el suelo a los pies de su madre, frente a ella revelaba su verdadera naturaleza, sus ojos inteligentes y su sonrisa burlona. – Fue un viaje interesante – dijo Laisa.

- ¿Encontraste alguien que te gustara? – Luz la emperatriz estaba un poco arrepentida de haber tenido que adelantar su coronación, así que le permitía salir de viajes de incognito, en la ciudad imperial era bien conocida, pero una vez que atravesaba las fronteras entre los reinos era cómo cualquier otra chica.

Laisa se limitó a reír y no aclaró nada – ¿Hubo movimientos en los otros reinos? –

- Claro que si – se burló Luz – Las facciones no están de acuerdo con que cambiáramos a los candidatos – su tono de voz también era burlón – Sin embargo, no hay nada que puedan hacer -

- ¿Y el reino tierra? –

- Quieren colar dos topos – respondió la emperatriz con desdén – No tienen idea del espíritu elemental –

- imbéciles – dijo Laisa con desprecio – Sin embargo, los que has seleccionado... - sus ojos brillaron con interés, en su ultimo viaje había ido a conocer en persona a los diferentes candidatos, solo que ellos no lo sabían, los había observado en secreto algunos días y algunos había logrado atraer su atención.

Harem imperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora